Raquel Domínguez, María Del Carmen Capote, Carmen Mercedes Hernández, Antonio Rodríguez, Pilar Gil, Begoña Nóbrega y Olena Kostiv son parte del grupo de investigación Educación emocional y para la creatividad. Foto: A. Smith

«La complejidad social necesita personas que sepan gestionar emociones»

Ciencias de la Salud

Conocer las emociones permite que las personas sepan identificarlas, controlarlas y desarrollarlas. Por ello, educar sobre este tema al alumnado es imprescindible para que puedan comprender el mundo emocional desde todos los ámbitos, lo que facilita su relación consigo mismo y con su entorno. Antonio Rodríguez, María del Carmen Capote, Raquel Domínguez, Carmen Hernández, Pilar Gil, Olena Kostiv y Begoña Nóbrega forman parte del grupo de investigación Educación Emocional y para la Creatividad de la Universidad de La Laguna, en el que debaten e investigan sobre estas cuestiones.

«A lo que finalmente le damos más importancia en la vida son aquellas cosas que están vinculadas a una experiencia emocional, por tanto, si a lo que más le damos vueltas son esas vivencias, es fundamental que sepamos gestionarlas», subraya la profesora Raquel Domínguez para explicar por qué es importante educar las emociones, a lo que Carmen Hernández añade que el mundo es complejo, por lo que «la complejidad social actual necesita personas que sepan gestionar sus emociones».

Asimismo, el coordinador del Grupo, Antonio Rodríguez, apunta que los acontecimientos que tienen mayor incidencia en la forma de ser de las personas están cargados de emocionalidad, a lo que se añade un factor añadido, «ya que a nuestra generación no le hizo falta la educación emocional porque nuestra realidad no era muy compleja, pero para los niños y niñas de ahora sí es necesario».

«Ahora los depredadores sociales que existen no te enseñan los colmillos, sino que te sonríen»


Antiguamente, la madre solía estar en casa y, aunque no estuviera educada emocionalmente, se encontraba ahí cuando pasaba algo. Ahora, los padres no están en casa, ya sea por trabajar o por la estructura familiar, y como consecuencia los niños pueden tener más carencias emocionales. «Antes no había tanto paro ni divorcios, sin embargo, hoy en día un niño vive con su madre y/o padre y los dos trabajan, pues la estructura familiar y el modelo social han cambiado», explica la investigadora Begoña Nóbrega. Por ello, la escuela necesita educar en esos valores, puesto que es el sitio donde más pasan tiempo el alumnado.

Aún así, el grupo de investigación concuerda en que se debería educar sobre esta materia desde que se está en la barriga de la madre, ya que las emociones forman parte de nuestro cerebro mamífero y, por consiguiente, desde entrada tenemos la necesidad de saber cómo gestionarlo. Anteriormente servían para percibir a un depredador y evitarlo, pero «ahora los depredadores sociales que existen no te enseñan los colmillos, sino que te sonríen», afirma Antonio Rodríguez, explicando que normalmente se enseña a huir de lo que provoca peligro, pero si sonríe no se percibe como algo ofensivo.

«Las emociones se pueden volver en un arma destructiva hacia uno mismo o hacia los demás»


Pilar Gil señala que la educación emocional es intencional y competencial, pues «se incide en los aspectos sentimentales de los niños, que de manera inconsciente se hacía previamente ya que antes de estar en el colegio se iban formando emocionalmente». Es decir, el maestro ayuda a que los alumnos desarrollen competencias y sepan qué hacer con las emociones, para así poder tratar de una determinada manera los sentimientos. El problema viene cuando no se controlan, ya que «se desajustan y no cumplen sus funciones, convirtiéndose en todo lo contrario. Las emociones se pueden volver en un arma destructiva hacia uno mismo o hacia los demás», declara Antonio Rodríguez.

Por otra parte, los miembros del grupo de investigación comentan lo potente que puede ser la propuesta de la educación emocional para abordar problemáticas como el fracaso escolar o el abandono educativo. «No creo que esas situaciones tengan tanto que ver con sus competencias cognitivas, sino que tienen que ver más con dificultades para relacionarse ellos mismos y con la propia escuela», expresa Carmen Hernández.

Además, señalan que los estudiantes no son tomados en cuenta como personas en la escuela, sino como «sujetos meramente receptores que tienen que aprender una serie de cuestiones para seguir la sistemática  de pasar de curso», explica Raquel Domínguez. Si se les ayuda a encontrarse con sus propias dificultades y con sus conflictos en relación a la propia escuela, probablemente esos niños y niñas rendirían mucho mejor, de hecho, «aquellos sujetos que tienen mejores competencias emocionales son sujetos que tienen mayor rendimiento académico», asegura Olena Kostiv.

Canarias, pioneros en educación emocional


En Canarias hay una asignatura de primaria llamada Educación Emocional y para la Creatividad. «Esto antes era impensable, pues al sistema educativo no lo caracterizaba la innovación, pero lo revolucionario no es que se dé educación emocional, sino que aparezca en el Boletín Oficial de Canarias», comenta Antonio Rodríguez. A partir de ahí, se prescribe un referente desde el cual los profesores pueden planificar y enseñar lo que hay que hacer y cómo mediante una serie de orientaciones metodológicas.

En muchos otros países no hay referentes oficiales a través de los cuales los maestros puedan orientar su actuación educativa, no obstante, en Canarias «se ha hecho visible algo que es igual de esencial como natural y a lo que antes no se le daba valor. Porque enseñar a comer y a usar objetos son cosas normales, y algo que es básico y casi existencial no tenía esa visibilidad. Aquí se ha hecho visible, y, además, las personas que lo hacían ahora ven que les avala por ley», apunta María del Carmen Capote.

El Grupo está de acuerdo en que lo creativo se alimenta de emocionalidad, y que, como sostiene Antonio Damasio, no habrá aun algoritmo que emule lo emocional. Lo afectivo requiere de conciencia, es decir, «no somos humanos por tener emociones, sino porque nos damos cuenta de que sentimos y cómo ello nos influye», indica Pilar Gil. A su vez, es importante que el niño se dé cuenta de que por el hecho de ser él o ella ya es creativo, que su propia experiencia ya le da ese plus de originalidad, y con asignaturas como esta se está consiguiendo.

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