Manifestación del 8M en Madrid. Foto: PULL

El culpable siempre es otro

Opinión

El responsable de la tragedia de Chernóbil fue Anatoli Diátlov. Khalid Sheikh fue el cerebro pensante de los ataques del 11 de septiembre a las Torres Gemelas. La mayoría de la población venezolana culpa a Maduro de la crisis. Y más de la mitad de la población de España culpa a Pedro Sánchez de reaccionar tarde ante la crisis del COVID-19. El Gobierno permitió eventos la primera semana de marzo mientras se continuaba expandiendo el virus. Esos días se celebraron eventos deportivos, mítines políticos y manifestaciones pero, claro, la culpa es del presidente y no de los asistentes.

Es más fácil decir que el problema es del Gobierno y no del propio pueblo. Luchamos por lograr una sociedad democrática en su totalidad con los derechos que nos corresponden. Tenemos libertad de expresión, de prensa, de acceso a la educación, pensamiento, conciencia y religión, entre muchos otros. Siempre exigimos más, pero qué poco críticos somos.

Fernando Simón explicó el domingo 23 de febrero que «en España ni hay virus ni se está transmitiendo la enfermedad». A los previsores se les tachaba de alarmistas. Desde la primera semana de marzo Madrid siguió su vida sin frenar ninguna de las grandes concentraciones, entre ellas las manifestaciones del 8M. ¿Pero cómo vamos a pensar que estas fueron uno de los motivos de la propagación de la pandemia? Simplemente estábamos reivindicando la igualdad efectiva. El mitin de VOX de Vistalegre con unos nueve mil asistentes tampoco fue el culpable. Y mucho menos los Carnavales de Santa Cruz de Tenerife. Solo disfrutábamos de las fiestas.

«Seamos el cambio que queremos ver en la sociedad y dejemos de culpar a los demás de nuestros propios errores»

Todos teníamos nuestras razones para asistir a esos eventos, pero se nos olvidó el primero de los derechos humanos: «Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros». Éramos conscientes de la situación en la que se encontraban otros países como China, pero el problema no era nuestro.

Cuando el virus llegó a España sí nos preocupamos y pensamos que se iba a arreglar aplaudiendo a las 19.00 horas en los balcones o quedándonos más de dos meses confinados. Quizás, en medio de una pandemia mundial seamos más solidarios, críticos y colaborativos. Pero, con el tiempo, como dice Ismael Quintanilla, filósofo y psicólogo social, volveremos a ser egoístas. Dejemos de ser optimistas y seamos realistas, seamos el cambio que queremos ver en la sociedad y dejemos de culpar a los demás de nuestros propios errores.

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