Soy ‘skater’

Sociedad

En los años setenta del siglo XX nació una tribu urbana vinculada al skateboard.  En la actualidad, cuenta con millones de seguidores en el mundo y tiendas de este ámbito, como Aj Project o Premium Sneaker, son la prueba de la demanda que existe actualmente por este deporte. A pesar de esto, debido a que en muchas ciudades aún no existen instalaciones para patinar, hacerlo en las calles se ha convertido en algo muy común. Esta es la verdadera historia del patín y el relato de sus integrantes.

Todo comenzó en California. Un grupo de jóvenes rodeados de un ambiente deprimente disfrutaban cogiendo olas en el muelle de Pacific Ocean Park. Debido al viento, y a la falta de oleaje, que juntos hacen imposible la práctica de este deporte, surgen los Z-boys, un conjunto de surferos que intentan buscar una alternativa a este problema.

Cuando el surfista Frank Nasworthy tuvo la idea de usar el uretano del petróleo para elaborar unas ruedas que se deslizaran por el asfalto, fue cuando comenzó la revolución del skateboard. En ese momento, estos adolescentes, que provenían de un barrio conflictivo, crearon un nuevo estilo de patinaje y empezaron a surfear las calles, agarrándose a lo único que les hacía disfrutar.

En aquella época, Los Ángeles experimentaba la peor sequía de la historia. Muchos vecinos tenían las piscinas de sus hogares vacías y descuidadas, y como consecuencia, los riders patinaban dentro de ellas. La combinación de las técnicas del surf y la utilización estos lugares para realizar acrobacias, causó una verdadera agitación. La personalidad libre y salvaje de estos amigos, unido a el rock de los 70, fueron los causantes de un fenómeno mundial que terminó convirtiéndose en un negocio lucrativo y en todo lo contrario a su naturaleza.

Olimpiadas


Algunos lo consideran un deporte, otros una forma de vida. El skate pisará fuerte en los próximos juegos olímpicos de Tokyo 2020, una competición que le dará más visibilidad en el ámbito deportivo. A pesar de esto, Tony Alva, surfero e integrante de los Z-boys, afirma que “las Olimpiadas nos necesitan más que nosotros a ellas. Preferiría ver que el patín se mantiene con su alma, en lugar de volverse comercial con toda esa mierda”.

Adaptar la ciudad a otros usos


Los riders reclaman la calle. Cuando una persona camina por la vía observando su entorno y ve unas escaleras, una barandilla, o un simple muro no pasa nada. Sin embargo, la visión de un patinador va más allá. Sueñan con hacer miles de trucos en ese lugar, sacándole el máximo partido a la arquitectura. “En los callejones siempre hay sitios distintos, son más estéticos y divertidos, no como ocurre en un skateplaza”, comenta Andrés Díaz, uno de los patinadores más reconocidos de Canarias.

Ciudades como Madrid, ya han presentado un borrador de la nueva Ordenanza de Movilidad Sostenible, en el que se prohíbe el uso de monopatines en calzadas, aceras, vías ciclistas, y zonas peatonales. Los patinadores defienden que es “un sistema de movilidad sostenible y ecológico” y que prohibirlo iría contra el espíritu de la propia ley.

“Me enamoré del patín”


José de La Rosa, actual dueño de las tiendas AJ Project y Sneaker, vive del monopatín. Patina desde finales de los ochenta y fue campeón de España en varias ocasiones. Ahora, que ya ha visitado medio mundo junto a su tabla, explica su visión acerca del entorno en el que se ha rodeado durante más de treinta años, así como la evolución del skateboard.

¿Cuándo comenzó a patinar y qué es el skate para usted? “Empecé en 1986, en Candelaria. A mí desde siempre me gusta la música heavy y la escuchaba junto a mis colegas. En esa época, veía a Rubén Gómez como hacía trucos y saltos. Entonces, un día nos conocimos, recaudamos piezas viejas y me monté uno. En mi vida una tabla ha sido prácticamente todo. Cuando empecé estaba todos los días practicándolo. Hasta para almorzar me ponía a ver videos del deporte. Sin darme cuenta me fui enganchando y empecé a participar en competiciones. Vivir del patín me llegó de forma imprevista. No disponía de mucho dinero y viajar con la marca que me patrocinaba era una buena oportunidad. Actualmente, es un desfogo para mí, una forma de desconectar. Gracias a ello tengo mi negocio, a mi mujer y a mis hijas”.

¿En qué momento se convertió en empresario? “Cuando tenía 15 años viajé a Madrid y conocí a Francisco Mundos. Él tenía distribuidoras. Experimenté cómo era trabajar de cara al público y cómo funcionaba la industria. Por desgracia, llegó el momento en el que me fracturé la rodilla y esto me obligó a dejarlo profesionalmente para siempre. Regresé a Tenerife y no había trabajo, y menos de mecánico que era lo que yo estudié, entonces, pensé en hacer algo molón. AJ Project nunca fue una idea ambiciosa. En 2012 decidí montar un proyecto junto con mi colega Alcoba. Ambos patinábamos, y nuestra idea principal era formar un equipo, una familia, y poderles ayudar como me ayudaron a mí a través de patrocinios. La tienda fue adquiriendo popularidad y se convirtió en algo más”.

Mucha gente les relaciona con drogas y falta de cultura… “En mi caso, muchas personas me dijeron que me centrara más en estudiar, y que no me conformara solo con un FP en mecánica. Yo creo que se agobian, hay tiempo para todo. Patiné hasta los 27 años como profesional, paré debido a mi lesión, y ahora tengo mi negocio. El ámbito del skate es como el de cualquier otro deporte, hay de todo. Podía haber sido fútbol, baloncesto, o tenis. Yo veo gente con ganas de hacer cosas y que las combinan perfectamente con su trabajo o estudios. Incluso el nuevo skatepark de La granja fue diseñado por el arquitecto Daniel Yabar, un antiguo amigo que patinaba conmigo en la península. Yo creo que es un mito que se quedó desde la época de los ochenta, cuando había un ambiente más punk”.

 

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