Querer y no poder – Periodismo ULL
Los estudiantes enfrentan cada año el desafío del aumento de alquiler. Foto: PULL

Querer y no poder

Opinión

Estudiar fuera siempre ha sido un sueño para un gran número de estudiantes, un símbolo de crecimiento personal y profesional, una oportunidad para expandir horizontes y explorar nuevas culturas. Sin embargo, en los últimos años, este sueño se ha convertido en un lujo reservado solo para un grupo reducido debido a dos factores que se han combinado para formar una barrera casi infranqueable: la situación económica de las familias y el incremento excesivo de los alquileres.

Canarias, con su oferta universitaria limitada en las islas no capitalinas, obliga a jóvenes a buscar oportunidades educativas fuera de su lugar de residencia. No obstante, el coste asociado al desplazamiento y la vida en otras ciudades, especialmente en la Península, convierte este sueño en una riqueza al alcance de algunas personas. Los alquileres han alcanzado cifras astronómicas en ciudades como Madrid o Barcelona, donde compartir piso ya no es sinónimo de ahorro, sino de supervivencia económica.

El Gobierno de Canarias ha intentado calmar esta situación con ayudas y becas. La partida presupuestaria para el curso 2025 incluye doce millones de euros destinados a becas universitarias, con cuantías que cubren matrícula, transporte y residencia. Estas iniciativas buscan garantizar que nadie quede atrás por razones económicas o geográficas. Sin embargo, la realidad demuestra que estas ayudas son insuficientes frente al aumento del coste de vida.

¿Cómo puede el alumnado competir por una educación superior cuando los 2500 euros destinados a cubrir gastos de residencia apenas alcanzan para pagar unos meses de alquiler en ciudades universitarias? Estas barreras económicas no solo limitan el acceso a la educación internacional, también perpetúan las desigualdades sociales y económicas entre países.

«La educación debería ser un derecho universal, pero hoy parece más un privilegio condicionado por el código postal»

Por otro lado, el mercado inmobiliario ha añadido sal a la herida. Los alquileres en ciudades universitarias han experimentado aumentos entre el 5 % y el 12 % en tan solo un año. La escasez de viviendas asequibles y la alta demanda crearon un entorno donde se debe competir por espacios limitados, pagando precios exagerados por habitaciones pequeñas y servicios básicos. Esta realidad no solo afecta a su calidad de vida, sino también a su rendimiento académico, ya que ciertas personas se ven obligadas a trabajar largas horas para cubrir gastos, sacrificando tiempo valioso que deberían dedicar al estudio.

Es inevitable pensar en cómo esta situación podría cambiar si las prioridades fueran otras. Si se invirtiera más en viviendas asequibles para estudiantes o si se ofrecieran becas significativas que realmente cubrieran los costos reales del estudio fuera. Si las universidades adoptaran modelos más inclusivos en lugar de elitistas.

Hoy más que nunca necesitamos cuestionar estas dinámicas y abogar por un sistema educativo global más equitativo. Porque detrás de cada estudiante que abandona su sueño por razones económicas hay una pérdida irremediable: la de talento, ideas y perspectivas que podrían transformar nuestro mundo.

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