La película 'Anora' fue la gran triunfadora de los Óscar 2025. Foto: PULL

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Opinión

La sorprendente Anora se alzó con cinco galardones, Emilia Pérez perdió la oportunidad de ganar once y Demi Moore se quedó a las puertas de la que posiblemente sea su última nominación en los Oscar. Así concluyó la 97º gala de los premios más esperados de Hollywood. La fluida ceremonia que en contra de lo que se esperaba no ahondó en la situación política del país salvo por algunas vagas referencias al presidente y a las guerras en Europa del Este y en Oriente. No obstante, el cine independiente y la pérdida de la cultura cinematográfica estuvieron presentes en varios discursos de agradecimiento.

La mayor sorpresa de la Gala no creo que fuese la caída estrepitosa de Emilia Pérez, sino la asombrosa victoria de Anora. Ahora bien, me pregunto si esto se debe a las recientes polémicas relacionadas con la primera o al verdadero valor de la pieza. Mis esperanzas quedan en lo segundo, pues admito que la ganadora a mejor película es de lo mejor que le puede haber pasado a la industria en los últimos años. Se trata de una propuesta terriblemente arriesgada con gran parte del guion en ruso, la mitad del cast extranjero y desconocido y, por supuesto, el tema que trata. Al igual que La Sustancia, Anora expone cuestiones que a Hollywood, quiera o no admitirlo, le pesan. Ambas muestran a mujeres enfrentándose a la cara oculta del aclamado sueño americano.

Si seguimos los Globos de Oro o los Screen Actor Guild Awards (SAG), todo apuntaba a que Demi Moore se alzaría con la victoria. Con su memorable interpretación y un recorrido cinematográfico de casi cincuenta años, todos esperábamos que la Academia reconociese su trabajo. En cambio, fue Mikey Madison la gran sorpresa de la noche. A los veinticinco años de edad ganó su primer Oscar. Moore es probablemente una de las actrices peor tratadas del sistema. Jamás se le reconoció su mérito por sus obras, y cuando alcanzó una edad la dejaron al margen. La crítica se volcó sobre su estética y convirtieron al icono de una generación en una imagen vejatoria. 

«Dejemos brillar a estas mentes»

Sean Baker, director de Anora, subió hasta cuatro veces al escenario para recoger una estatuilla. Todos completamente merecidos. El montaje es una delicia, la dicotomía entre la primera mitad cómica de la película y el drama que supone el final es pasmoso. También se llevó a casa el Oscar a mejor guion original y mejor dirección, ambos totalmente justificados. La narrativa es impecable. Estás riendo sin parar con las situaciones más mundanas y ridículas posibles cuando de repente llega el golpe de realidad, y la cara oculta del sueño americano cae sobre la audiencia.

En cambio, el cuarto premio estuvo muy disputado. A falta de Emilia Pérez, quien tras perder la gran mayoría de premios esa noche no apuntaba a que ganaría este, El Brutalista y Cónclave eran las favoritas a mejor película. Pese a esto, una vez más fue el equipo de Anora el que salió victorioso, y cuando parecía que no quedaba nadie más a quien agradecer, Baker salió a hablar en favor de las salas de cine: «Actualmente la experiencia de ir al cine está bajo amenaza. Si no revertimos esta tendencia perderemos un elemento fundamental de nuestra cultura».

Necesitamos pequeños equipos con grandes ideas. Todo En Todas Partes Al Mismo Tiempo, ganadora del Oscar a mejor película en 2023, fue editada con la dificultad de las restricciones del COVID-19. A través de una videollamada en Zoom, el equipo cortó, montó y creó una de las principales obras del estudio A24. El mismo Sean Baker grabó el largometraje Tangerine con varios teléfonos iPhone, los cuales se encuentran expuestos en el Museo de la Academia de Hollywood. Dejemos brillar a estas mentes. Reconozcamos su trabajo y visibilicémoslo ante la vorágine acostumbrada a la espectacularidad de Hollywood. Las mejores historias están aún por contar.

«Margaret Qualley habría sido una rival formidable»

Emilia Pérez, que tantos esperábamos que arrasase en la ceremonia, solamente se llevó dos premios. Uno de ellos por la canción El Mal, elección con la que no estoy de acuerdo. La decisión de que fuese un musical es incomprensible cuanto menos. La mitad de las canciones son frases entonadas, y las que van acompañadas de un violín o cinco bailarines que palmean al son de la melodía son interpretadas por personas que no cantan. Selena Gómez, que es la única cantante profesional del elenco, no puede darle el sentimiento necesario a sus palabras porque no las entiende. Porque no es su lengua. Al final acaba siendo Zoe Saldaña la única actriz que consigue transmitir algo durante las interrupciones musicales.

Saldaña ganó también como mejor actriz de reparto. El hecho de que reconozcan su talento actoral por esta película y no por otras obras habla mucho de los Oscar. Sin duda alguna es lo más destacable del filme. Sin embargo, no se si esto es porque ella lo hace realmente bien o porque el resto del reparto lo hace particularmente mal. Por otro lado, considero que entre las actrices nominadas en la misma categoría había alguna intrusa. Ariana Grande, quien hace un papel de admirar en Wicked, no creo que fuese materia de Oscar. En su lugar, Margaret Qualley (Sue en La sustancia) habría sido un rival formidable. A pesar de esto, pasó sin pena ni gloria ya no por los Oscar, sino por todas las ceremonias  que los precedieron, atendiendo únicamente como invitada, no como nominada.

«No hay negocio como el espectáculo»

Salvo por alguna que otra mención a problemáticas actuales, como la polémica de Karla Sofía Gascón o las negociaciones de Estados Unidos con Rusia, la ceremonia no profundizó en ellas como suele ocurrir en los Goya, por ejemplo. Al hablar del éxito de Anora, en la que el hijo de un oligarca ruso se casa con una trabajadora sexual, el presentador decía: «Supongo que los americanos están emocionados por ver a alguien amigable que se imponga ante un ruso poderoso».

No cabe duda de que esta puede haber sido una de las mejores ceremonias en años. Hay que agradecer a Conan O’Brien por su trabajo como conductor. El humor vulgar de Estados Unidos es algo que se nos escapa por completo a los europeos. Las bromas vejatorias que buscan chinchar a las celebridades nos parecen crueles e innecesarios, para ellos, en cambio, es el epítome del humor. Ya decía el compositor Irving Berlin en 1954 «There’s no business like show business«, no hay negocio como el espectáculo. Conan sortea esta tradición anticuada y opta por un formato más dinámico y fresco. A falta de inesperadas cachetadas o equivocaciones en la entrega de premios, fue una gala muy dinámica que espero ver replicada en próximas ediciones.

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