‘La Sustancia’ – Periodismo ULL
Elisabeth se desespera con el uso de una poción milagrosa que promete rejuvenecerla. Foto: PULL

‘La Sustancia’

Opinión

En un mundo donde la juventud y la belleza se han convertido en el máximo valor de la sociedad, enfrentándonos a una continua presión por adaptarnos a ideales imposibles, La Sustancia, dirigida por Coralie Fargeat, nos desafía con una realidad incómoda de mirar. Una historia inquietante y perturbadora que sobrepasa los márgenes del deseo humano por convertirse en una versión más joven y por lo tanto, más perfecta. La codicia por mantener intacta esa juventud lleva a la protagonista a desarrollar un comportamiento egoísta, que será lo que desencadenará una serie de cambios corporales, mediante el uso de “la sustancia”, que desembocan en la fuente de terror de la película.

Se enfrenta a una gran barrera que afecta a su carrera como actriz: el hecho inevitable de envejecer. Al ser reemplazada por una versión más joven y atractiva en su programa televisivo, consumida por el miedo, Elisabeth se desespera con el uso de una poción milagrosa que promete rejuvenecerla y convertirla en su mejor versión, sin ninguna aparente consecuencia. Sin embargo, según avanza la película, debido a su mal uso, se convierte en su versión más distorsionada y antinatural. Un tormento físico y emocional, que pone al público con los pelos en punta, al sentir que todo se desmorona y no hay vuelta atrás.

Como en la vida misma, hay decisiones que no tienen la opción de retroceder, son permanentes, nada vuelve a ser lo que era alimentando esa impotencia frente a una pesadilla sin escapatoria.

Es impresionante la empatía que despierta la lucha mental a la que se enfrenta Elisabeth, contra las expectativas y su deseo de mantener esa infinita juventud, en una vida donde no se acepta la existencia del paso del tiempo. Pero lo más aterrador es cuando nos damos cuenta que no solo estamos viendo ficción, sino el reflejo de nuestra sociedad en una gran pantalla de cine. Bajo una atmósfera de incomodidad, la autora usa el cuerpo humano como zona de conflicto castigando a la mujer hacia el rechazo, primero de sí misma y luego el de los demás.

«La autora usa el cuerpo humano como zona de conflicto»

¿Hasta qué punto se es capaz de perder lo que somos a cambio de la perfección aparente? La muerte, el envejecimiento, la decadencia y la vida son transitorias y las personas son frágiles al tiempo. Va siendo hora de aceptar la vulnerabilidad y dejar de negar lo inevitable, que no hay remedio que solucione la naturaleza humana de la que estamos hechos. En este sentido, la película muestra la tendencia a vivir bajo ilusiones eternas e insostenibles.

Esta grabación se convierte en un viaje visual, donde la angustia va aumentando gracias a los efectos visuales y la puesta en escena, que nos sumerge en esta experiencia agobiante junto con la protagonista. Desde planos intensos hasta los más gráficos, donde se crea un ambiente que casi se vuelve insoportable, se aumenta el mensaje impactante de la película, llevándote al límite del desagrado.

Las imágenes chocantes, los cortes rápidos, los efectos sonoros, reflejan la pérdida de control y equilibrio de Elizabeth. A medida que ella va cayendo en una espiral desesperante y sin salida, el público va cayendo con ella, entre gritos y llantos, que te hacen querer escapar. En cierto modo, nos deja una enseñanza: el temor no solo viene de lo irreversible, sino del vacío que deja lo que ya no puede ser recuperado.

Busca satisfacer el estándar, mediante un proceso de autodestrucción dejando ver escenas dolorosas de autolesión, daños, castigos y desgastes. Es una pesadilla visual, tan real como aterradora, ya que la búsqueda de la perfección es un timo, les quita el control de su vida a quién la persigue, les condena y limita.

Mientras más buscamos, más conscientes somos de que nos falta algo. Somos egoístas, siempre deseamos más para llenar nuestro vacío con cosas externas. Tenemos que tomar conciencia de la existencia del tiempo, ya que es imparable, negarlo te hará caer en la desesperación, pues la vejez es una batalla perdida.

Las palabras que no puedo expresar con la voz, cobran vida en mis escritos. Estudiante de Periodismo en La Universidad de La Laguna.

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