Estand de Maybelline New York en Perfumerías Primor. Foto: F. K.

Todo al verde y tiro porque me conviene

Opinión

Desde hace algunos años el movimiento vegano tiene su acción consolidada en distintos ámbitos de la vida humana. Esta manera de percibir el Mundo no se reduce a no comer animales y derivados, sino que rechaza la utilización de estos en cualquier tipo de actividad. Fuera del campo de la alimentación, la piel de numerosas especies se destina a la elaboración de prendas de ropa, zapatos y accesorios. El motivo sobresaliente es que las piezas son de mejor calidad y duran más.

Los animales también son usados como herramientas para testar productos de cosmética y constatar que son seguros, experimentar en la búsqueda de nuevos fármacos o tratamientos médicos y fomentar el ocio y divertimento. Incluso, para acuchillarlos en plazas mientras el público vocifera que es una cuestión de cultura. El hecho clave es que la conciencia de las personas está aumentando y cada vez son más las que rechazan cualquier objeto o servicio vinculado a la crueldad.

Ya es habitual comprobar que una empresa cuenta con el certificado People for the Ethical Treatment of Animals (PETA), que acredita que lo que vende es libre de maltrato, o buscar el conejito en las etiquetas de los envases para confirmar que son veganos. Esta distinción es amiga de valores que parecen estar al alza en la sociedad: consideración hacia otros seres vivos, responsabilidad personal, transparencia, pensamiento crítico, empatía, etcétera. Es evidente que su obtención se traduce en ventajas dentro del mercado, pero lo curioso es ver como se lucran quienes no la pueden conseguir.

«La Multinacional sabe que la gente vive con prisa, que pocas veces lee la letra pequeña y que el componente hedonista del ser humano suele ganar al raciocinio»

Las marcas más veteranas han detectado que su público objetivo se ha ido transformando con el tiempo. Intentan adaptarse lo más rápido posible para evitar perder a una parte creciente de su clientela. Sin embargo, algunas, como las pertenecientes al grupo L’Oreal, se aprovechan de los beneficios que da ligarse al veganismo a través de técnicas publicitarias. Es el caso del estand actual de Maybelline New York, en Perfumerías Primor, donde se puede apreciar una V a todo volumen (ver la foto que acompaña a este artículo) cual elemento de atracción.

La  Multinacional sabe que la gente vive con prisa, que pocas veces lee la letra pequeña y que el componente hedonista del ser humano suele ganar al raciocinio. En la mayoría de los casos se utiliza el modelo heurístico a la hora de hacer las compras cotidianas, es decir, se toman las decisiones de forma rápida y se basan en las emociones que pueden generar mensajes enérgicos e ilustraciones satisfactorias.

Esas personas que empiezan a identificarse con los valores mencionados al principio y a evitar las marcas que testan, pero que no saben que las únicas que realmente no lo hacen son las que están avaladas por organizaciones como PETA, caen en la trampa al ver una V de color verde junto a «Fórmula vegana». No sería muy difícil sobrentender que si no utilizan ingredientes animales como manteca de cerdo, colágeno no vegetal o cera de abeja, mucho menos podrían ser partícipes de un sistema que les origina quemaduras, intoxicaciones y la muerte con prácticas innecesarias.

Ay… ¡qué cuidado hay que tener!

«Ponerse la V a modo de medalla con la legitimidad que se requiere no es tan sencillo»

Nyx, Garnier, Urban Decay e IT Cosmetics son las únicas marcas, de las veintiséis que lidera el grupo citado, que no se comercializan en países que exigen la experimentación con animales. Quienes aceptan vender en China no pueden obtener ningún certificado cruelty free porque las autoridades sanitarias obligan a ejecutar ensayos en otros seres vivos.

En su página web, L’Oreal afirma que «al estar presente en el país se ayuda a que evolucionen las regulaciones sobre las pruebas en animales» y que se comprometen con su bienestar. Sí, justifican la venta con su lucha contra el cese de estas prácticas y no con los millones de euros que embolsan en el territorio. No sabía que para pelear por una causa había que ser el verdugo.

Es positivo que, como otras compañías, elijan trabajar para «que se reconozcan los métodos alternativos». También que hayan desarrollado un modelo de piel humana reconstruida que verifique la seguridad de los productos y que hayan logrado, según lo que exponen en su web, que los clasificados como «no funcionales» (sin ninguna actividad biológica) ya no se examinen en animales… Pero la realidad es que aún no han llegado a la meta. Ponerse la V a modo de medalla con la legitimidad que se requiere no es tan sencillo.

Nyx, Garnier, Urban Decay e IT Cosmetics son las únicas marcas de L’Oréal que no se venden en países que exigen la experimentación con animales. Ilustración: F. K.

Cabe destacar que L’Oréal tiene una gran fábrica en Shanghái. Por este motivo no puede acogerse del todo a las últimas actualizaciones de la ley china, que estipula que la cosmética importada ya no necesita cumplir con la norma tradicional. Además, vende una infinidad de artículos con los que no se hacen excepciones: tintes capilares, protectores solares, lociones para bebés, cremas antienvejecimiento, entre otros.

Ojalá pronto el Gobierno chino ceda ante las presiones que aseguran efectuar las multinacionales. Lo que sí está claro es que el interés de estas por mostrar consonancia con el movimiento vegano es solo un vaticinio, un pronóstico de lo inevitable: la evolución hacia una sociedad que demanda mayores cantidades de coherencia, equilibrio y respeto.

De momento, lo adecuado sería evitar confundir a la gente con tanto sello verde y poner el contenido de la letra pequeña en grande. También sería interesante buscarle un hueco a grandes desterradas como «Esta marca no es vegana» o «Testado en animales», ya que parece sobrar solidaridad en el ambiente.

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