Las Islas Canarias tienen un porcentaje de abandono del 21,7 %. Foto: Gara C. Rossi

Tirar la toalla

Ciencias Sociales y Jurídicas

El abandono académico universitario integra a las personas que egresan sin finalizar sus estudios, no para cambiar de grado sino para dejar la universidad durante un largo periodo de tiempo. Según un estudio del Ministerio de Universidades el 13,5 % del alumnado universitario abandona la enseñanza. Constituyéndose así como un problema global que no solo afecta a la persona como individual, sino a la sociedad. Dos factores importantes que explican este fenómeno, según el estudio, es la variable individual e institucional.

Pedro Álvarez es profesor e investigador del Departamento de Didáctica e Investigación Educativa de la Universidad de La Laguna. Comenzó sus investigaciones sobre las tutorías universitarias a principios de los dos mil y es parte de la organización y director del proyecto I+D+i de las Jornadas de Abandono Académico Universitario.

«La universidad tiene una misión, y es formar a personas para que tengan las competencias necesarias para incorporarse al mercado laboral», asegura. De ahí que el abandono académico no deba ser visto solo como un fracaso individual sino también como uno institucional. Álvarez señala que «es un problema muy complejo que no solo repercute en el alumnado» y que «hay una incidencia grave a nivel individual, familiar, institucional y social».

Estos distintos aspectos se pueden ver afectados de diferentes maneras: la persona que decide egresar puede perder ese año y a nivel familiar puede que haya tenido que haber hecho un esfuerzo para costear los estudios. Pero, a nivel institucional hay un desaprovechamiento de recursos total de quinientos  millones de euros aproximados en el curso 2017-18 y un gasto por persona de 9404 euros en el 2020-21, según el informe Repetición, fracaso y abandono escolar. Impacto económico y comparativa europea.

Todo esto sin contar los daños sociales ya que «los fondos que se dedican a la educación son fondos públicos y si se abandona ese dinero se pierde», asevera Álvarez.

Pedro Álvarez. Foto: G. C. Rossi

¿Quién abandona?


Estudios como el del Ministerio de Universidades y el experto del Departamento de Didáctica e Investigación Educativa tienen claro el perfil del alumnado que abandona los estudios universitarios.

«El momento donde se produce una mayor deserción es al finalizar el primer curso», afirma Álvarez, lo que se ve reflejado en el porcentaje de 6,31 % de partida tras ese curso en el estudio del Ministerio. Un punto con importancia es el precio de la matrícula y si la persona es becada o no ya que, siéndolo y contando con bajo rendimiento, existe una mayor posibilidad de que decida irse. 

Además, tanto el Informe como el investigador están de acuerdo en otros agentes decisivos para egresar. Por ejemplo, el bajo rendimiento académico previo a la enseñanza universitaria, que es un predictor de cómo será tu trayectoria. Otras causas señaladas son que la persona no pueda ingresar a la primera opción elegida a la hora de entrar o el sentido de pertenencia. «Si un sujeto que tiene un sentido de pertenencia alto se implica, tiene menos riesgo de abandonar», apunta.

También existe una correlación entre la rama y el porcentaje de marcha en el estudiantado. Ciencias de la Salud es la rama con menor tasa de abandono, con un 5 %, y Artes y Humanidades, la rama con mayor porcentaje. Aparte de estas variables, existen otras.

Las Islas Canarias tienen un porcentaje de abandono del 21,7 %, convirtiéndose en la comunidad autónoma con mayor deserción, seguido de las Islas Baleares con un 21,5 %. Álvarez subraya que «estas comunidades tienen unas características geográficas que crean un contexto diferente al que tiene la Península».

La orientación como medida clave


Dentro de las medidas para bajar estos porcentajes de abandono en el estudio del Ministerio se destaca la disminución del coste de la matrícula y la subida de presupuestos dirigidos a becas. El dinero destinado a las ayudas ha ascendido en los últimos años llegando a 2535 millones de euros para el curso 2024-25, según datos del Ministerio de Educación.

A su vez, Álvarez aboga por «buenos planes de estudios que sean atractivos, motiven y proporcionen claras expectativas de desarrollo profesional futuro». Para ello destaca que «las medidas de apoyo al alumnado tienen que estar relacionadas fundamentalmente con la orientación».

Además de incidir en un cambio en el modelo evaluativo para el acceso a la universidad en el cual hay requisitos fundamentales. Una prueba de competencias básicas, una prueba de evaluación por titulación personal y otra medida reducción de plazas por titulación. «Que entre en realidad aquellos estudiantes que vemos que tienen un perfil y que tienen capacidad para sacar adelante», puntualiza como medida para que la institución tenga mayor calidad y menor riesgo de deserción.

«No pensé bien en lo que quería hacer o si debía ir o no a la universidad»


Carla Hernández estudia el ciclo formativo superior de Desarrollo de Aplicaciones Web. Sin embargo, ingresó en la Universidad en el curso 2022-23 en el grado de Ingeniería Informática porque «no encontraba otra carrera que me interesara», apunta.

Hernández decidió dejar la carrera a finales de su primer año ya que «no era lo que yo esperaba», explica. Cuenta que «cuando entras al Bachillerato todas las clases van dirigidas a aprobar la EBAU» y que por ello «no pensé bien en lo que quería hacer o si debía ir o no a la universidad». Su entorno familiar tampoco ayudaba a contemplar otras alternativas de futuro, «en mi casa siempre se habló de estudiar un grado como única opción después del instituto», asevera.

«Carla Hernández describe su primer año de carrera como una pesadilla»


Hernández describe su primer año de carrera como «una pesadilla» y alega que «ese año lo pasé fatal, no encontraba mi sitio pero tampoco pensaba en irme», para ella «la universidad era la única opción y vida que conocía». También clarifica que uno de los problemas fue que en ningún momento se paró a pensar qué le gustaba. en el instituto tampoco le ofrecieron ninguna información sobre otras opciones como la formación personal. «Vivía en piloto automático, la facultad solo era un paso más para mí», puntualiza.

A raíz de «detestar su vida» la estudiante describe como «odiar mi situación me hizo pensar que necesitaba cambiar para seguir adelante» y, desde ese momento, decidió buscar algo que le gustaría hacer: «Hice introspección y me informé de diferentes ciclos y cursos hasta que encontré el que estoy haciendo en la actualidad sobre desarrollo de aplicaciones web». Además aconseja a todas las personas que «se informen sobre todas las opciones y no hagan cosas por hacer» y que «la universidad no es el único final», finaliza.

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