La ULL y el CIEM Valle Tabares colaboran desde 2017. Foto: ULL

Deporte para la reinserción social: un proyecto de Aprendizaje-Servicio

Deportes

Diversos estudios empíricos avalan, desde hace décadas, que las prácticas deportivas pueden contribuir a la reinserción social de colectivos privados de libertad. Bajo esa óptica se mueve el proyecto de Aprendizaje-Servicio de encuentros sociodeportivos de la ULL, en colaboración con el Centro de Internamiento Educativo de Menores (CIEM) Valle Tabares. El alumnado del Máster de Profesorado de la Universidad, en la asignatura de Aprendizaje y enseñanza de la educación física, organiza actividades deportivas junto a los menores con medidas judiciales del Centro.

A cargo de esta iniciativa están los docentes Francisco Jiménez Jiménez y Jorge Miguel Fernández Cabrera. Por su desempeño, recibieron el X Premio a la Innovación y Transferencia Educativa de la ULL. Juntos imparten la materia en la que integraron los encuentros sociodeportivos a partir del curso 2017-2018. Para ellos, esta fue una oportunidad para reflexionar sobre su «insatisfacción con la manera tradicional de desarrollar la docencia de la asignatura sin conexión con la realidad».

Tal y como explican, antes de implementar este proyecto, la puesta en práctica de los conocimientos y competencias adquiridas en esa materia se limitaba a simulaciones en clase. Desde entonces, le han dado un giro de 180 grados. Recientemente, la Universidad de La Laguna y la Fundación Ideo (ocupada de la gestión del CIEM) han firmado un convenio para que estos encuentros no dependan de las iniciativas personales, sino que se desarrollen cada año como parte de los programas educativos.

Aunque ambos profesores se muestran satisfechos con los resultados, y motivados para seguir mejorando el proyecto año tras año, confiesan que los inicios fueron complicados. Todo comenzó cuando el educador y tutor Jaime Cabezas Marrero se puso en contacto con ellos para que impartiesen cursos formativos al equipo de monitores del Centro. «Queríamos dar contenido a esos espacios de ocio, a la gestión del tiempo libre y del deporte» para mejorar la convivencia y la cooperación, comenta Jaime.

Dentro de ese programa de formación, se celebró un encuentro con Mercedes Ríos Hernández, doctora en Ciencias de la Educación. Su experiencia y reconocida trayectoria en el ApS y las actividades deportivas en centros penitenciarios sirvió de inspiración para el proyecto de Francisco Jiménez y Miguel Hernández. En los estudios y artículos que han elaborado a partir del proyecto, se constata el efecto positivo de este tipo de experiencias, tanto para el alumnado universitario como el del Centro.

Trabajo cooperativo en «relaciones simétricas»


Quienes participan en los encuentros sociodeportivos deben enfrentar una serie de retos enfocados a conseguir objetivos comunes a través de la cooperación y la interacción. Comienzan con unos juegos de presentación en los que deben identificar al resto de jugadores a través de ciertas tareas. Por ejemplo, colocándose en fila según su apellido, para lo que deben comunicarse y ponerse de acuerdo. Después, siguen las actividades de activación, en las que trabajan distintos aspectos motrices y, finalmente, las de vuelta a la calma.

Una de las muchas propuestas factibles pasa por la expresión corporal. Además de buscar la cooperación, pueden potenciar la confianza y la desinhibición: coreografías grupales, mímica, escenificación de películas u objetos para que el resto los adivinen, etc. Lo importante, destacan Miguel y Francisco, es que exista implicación y compromiso para resolver retos comunes.

La cooperación e intercambio de sensaciones son fundamentales en estos encuentros. Foto: PULL

Tanto el alumnado del Máster como el del CIEM tiene la tarea de estructurar, organizar y proponer dichas actividades. En ellas, se mezclan los dos grupos de estudiantes para que trabajen conjuntamente, y no por separado. Tal y como recalca el docente Francisco, es importante que «no sea una relación asimétrica donde el experto propone las tareas y el colectivo vulnerado las realiza, sino que nos ponemos en un plano de iguales».

Así, no solo deben enfrentar la tarea de crear y completar una actividad enfocada a la convivencia, sino que también se les abren vías para «sentirse protagonistas», relata Miguel. Ese rol se prolonga durante la merienda que organizan después de cada encuentro, en la que «expresan lo que han sentido. Algunos te dicen “yo brindo por volver a encontrarnos”, “yo brindo por que esta actividad no se acabe nunca” o “yo brindo por que nos volvamos a ver otra vez”. Eso nos hace ver que estamos en el camino».

Más allá de las paredes


El planteamiento actual consiste en realizar, en cada curso académico, un encuentro en el Valle Tabares y otro en las instalaciones de la Universidad, con una preparación previa en las aulas. Aunque los profesionales a cargo son conscientes de las limitaciones del proyecto, también han comprobado que es beneficioso para los dos colectivos implicados.

Por un lado, el alumnado del Máster conecta con una realidad que podrá encontrarse en su futuro profesional, mientras refuerza los conocimientos y desmiente sus propios prejuicios respecto al grupo de internos. Así lo explica Miguel: «Eso busca el Aprendizaje-Servicio, romper los muros de las aulas y hacer que el alumnado conviva con los problemas a partir de su aprendizaje».

Por otro lado, los menores con medidas judiciales se encuentran, según explica Jaime, «en una desconexión casi total de la sociedad». Esta se acentúa aún más por la localización del centro y porque solo un número muy reducido de personas internas tiene permitido salir de las instalaciones de forma habitual. Por ello, no son muchas las oportunidades que tienen de relacionarse y establecer contacto con el exterior.

Los estereotipos calan en ambos sentidos


La interacción y mezcla de los dos grupos es un pilar fundamental en los encuentros. El estudiantado universitario puede tener prejuicios y reticencias antes de trabajar con este colectivo por el miedo o la incertidumbre que existe respecto a su conducta. No obstante, suelen superar esos estigmas una vez comienzan a desarrollar las actividades. Se dan cuenta de que, muchas veces, los menores con medidas judiciales han cometido errores o han atravesado circunstancias complicadas en sus vidas, pero no por ello son diferentes al resto de personas.

A su vez, los menores internos conviven con «un contexto de pérdida de libertad, desorientación absoluta y categorización negativa de quiénes son», explica Jaime. Para este grupo social, «el nombre de universitario sigue calando», y este tipo de interacción les permite «ver que pueden compartir, estar de igual a igual y que sus experiencias tienen valor».

Reflexionar sobre las contradicciones: «No queremos que esto sea como un espejismo»


Además de la Universidad de La Laguna, Valle Tabares colabora con entidades como el Cabildo de Tenerife, el Gobierno de Canarias, bibliotecas y museos, entre otras. Las actividades que realizan incluyen exposiciones del Museo de la Naturaleza y Arqueología; proyectos de coral; talleres de cocina en los que preparan las comidas para algunos eventos; Danza en Comunidad; iniciativas de lectura con bibliotecas públicas, etc.

«Se han hecho muchas cosas. Cuantas más, mejor», resume Jaime. «Consideramos que cuanto más estable sea el contacto con la sociedad, más oportunidades habrá de que acumulen experiencias positivas» que favorezcan su reinserción y aprendizaje de sus errores. No obstante, recalca: «No queremos que esto sea como un espejismo y, cuando terminen su medida judicial, crean que la vida es como aquel encuentro sociodeportivo». Por ello, el tutor y educador explica que trabajan también para que los menores lleguen a contradicciones a partir de las que puedan aprender, crecer y evolucionar.

Sin embargo, no se puede medir con exactitud el impacto que tienen estas experiencias en cada persona, menos aún cuando el Centro tiene una «población cambiante», a lo largo de todo el año, que se encuentra en distintos estadios de su medida judicial y su proceso de maduración. Los efectos tienen incidencia con el paso del tiempo, además de que, al ser una ciencia social, no tiene unos parámetros o resultados definidos con exactitud.

Se pueden incluir diversos objetos que simbolicen la unión para desarrollar las actividades. Foto: PULL

Investigaciones del ámbito de la Criminología respaldan el hecho de que el deporte abre vías de reinserción en los centros privativos de libertad. Los vínculos sociales, el reconocimiento y la apertura de alternativas de vida «influyen positivamente en la construcción de la nueva identidad que requieren», sentencia el educador.

En Canarias apenas hay estudios al respecto, pero Jaime se mantiene relativamente optimista: «¿Cuándo rescatarán eso para sus vidas? No lo sabemos. Quizás algún día podamos saber algo más del tema, cuando tengamos tiempo de investigarlo. Yo creo que el balance siempre es muy positivo. Al estar encerrados, agradecen mucho este tipo de cuestiones. Todas esas cosas sirven para que desplieguen, vuelvan a reconocerse y vean qué capacidades tienen que no han reconocido antes».

Un ejemplo de ruptura con los estigmas


El estudiantado del Máster de Profesorado agradece la oportunidad que este proyecto le brinda en los planos personal y profesional, intrínsecamente relacionados. La exalumna Andrea Delgado Márquez reconoce que, al principio, no quiso participar, pero no tardó en cambiar de idea: «Me planteé no ir. Te da mucha impresión, porque es verdad que son menores, pero están ahí por algo y da un poco de miedo. Al final me animé y, la verdad, todo genial. Me gustó mucho la experiencia».

Al preguntarle si le ha servido para vislumbrar nuevas vías y oportunidades para su profesión, responde con un rotundo «totalmente». Andrea destaca, sobre todo, la respuesta positiva que recibieron por parte del grupo de menores y el aprendizaje que se llevó para su desempeño laboral. Incluso, asegura que le hubiese gustado prolongar el proyecto.

Así pues, decidió hacer su TFM a partir de otra experiencia de Aprendizaje-Servicio en la educación física. Abordó, durante un mes, el aprendizaje cooperativo a través de juegos con un grupo de secundaria con dificultades específicas, como hipoacusia, TDAH o actitudes disruptivas, entre otras. Después de haber trabajado en algunas ocasiones con la metodología de ApS, ha reflexionado sobre los beneficios que podría aportar a su forma de enseñar cuando ejerza como profesora. Por ello, asegura convencida que, en el futuro, aplicará esta herramienta a su docencia.

«La universidad no puede estar al margen de los problemas sociales»


Para Miguel y Francisco, este proyecto forma parte de la «responsabilidad social» que asumen como docentes. Miguel lo visualiza como una «responsabilidad compartida», pero también como un «beneficio compartido» entre todas las partes implicadas: «Nuestro alumnado tiene que ser capaz de enfrentarse a distintos contextos y atender a la diversidad de cada grupo. Es una sociedad en miniatura compuesta por personas que piensan y actúan diferente. Deben tener las herramientas para adaptarse a eso».

Precisamente por su percepción del compromiso social, los profesores se salen de las fronteras físicas de la Universidad. «El conocimiento tiene que tener una dimensión social, más allá de los beneficios individuales que le puede aportar a la persona que lo posee. Saber mucho de algo implica también un compromiso, salir de una visión más egocéntrica de logros personales y entender el conocimiento como algo a compartir socialmente y que cumpla una función desinteresada», insiste Francisco.

«Tenemos que cuestionarnos desde nuestra disciplina qué podemos hacer para transformar una situación de vulnerabilidad»


Ambos concuerdan en que, «a veces, las universidades tienen muros que cuesta mucho romper», y que separan la institución del resto de la sociedad. «La Universidad tiene que estar al servicio de la realidad, no al revés. No puede estar al margen de los problemas sociales», recalca Miguel, remitiéndose a la «sensibilidad» que identifica Francisco cuando habla de la importancia de reconocer a los colectivos vulnerados del entorno.

«Tampoco sería real crease expectativas», insiste Francisco, y es que no es posible lograr una evolución positiva inmediata. Consideran que su iniciativa es «una más», y que es el efecto de todas juntas el que contribuye, en la medida de lo posible, a la convivencia, la asunción de hábitos y responsabilidades, el empoderamiento y la reinserción social.

En este sentido, el docente cree que «sería interesante que hubiera más asignaturas que trabajen con esta metodología» y que hay que «abrir las puertas de la Universidad a cualquier tipo de colectivo». Aunque ellos trabajan el ámbito del deporte, Francisco recuerda que existen muchas otras especialidades con una «potencialidad amplísima» de desarrollar iniciativas muy diversas. Así, los docentes invitan a cada persona a cuestionarse qué puede aportar desde su disciplina «para transformar esa situación de vulnerabilidad».

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