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Sociedad

Los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) están cada día más presentes en la sociedad actual. La pandemia y el confinamiento han influido de forma negativa en estas enfermedades, provocando el incremento de los casos. Además, otros padecimientos asociados como la ansiedad, la depresión o la desregulación emocional también han aumentado. En España, según la Fundación Fita y la Asociación Española para el estudio de los Trastornos de la Conducta Alimentaria, alrededor de 400 000 personas padecen este tipo de enfermedades, una cifra bastante preocupante. Sin embargo, existen centros y asociaciones especializadas para combatir este tipo de problemas.

Una de ellas se encuentra situada en la ciudad de Santa Cruz de Tenerife. Alabente, la Asociación para la Liberación de la Anorexia y Bulimia en Tenerife, es una entidad sin ánimo de lucro que se encuentra en funcionamiento desde 1995, aunque fue en 2001 cuando se fundó como centro de día. Su lema es «se puede salir, sal conmigo…». Esta asociación está formada por un equipo multidisciplinar y especializado de Dietética-Nutrición, Trabajo Social y Psicología. Además, también lo integran varias personas que han superado la enfermedad y que participan en actividades externas.

Alabente se sitúa en el número 30 de la calle Bethencourt Alfonso, en Santa Cruz. Foto: A. García

Equipo de Dietética-nutrición


En cada consulta, se lleva a cabo un asesoramiento y se implantan unas pautas para que la persona pueda mejorar su alimentación. Las recomendaciones que se establecen suelen ser parecidas, sin embargo, las visitas son personalizadas. Por ejemplo, cómo alimentarse para que el cuerpo obtenga todas las sustancias que necesita. Según Aritz Mokoroa González, nutricionista de Alabente, «no hace falta ni más ni menos, sino solo lo que necesita el cuerpo».

Mokoroa González comenta que «lo más importante es empatizar con esa persona, ya que hay situaciones que son bastante graves y que te remueven por dentro». Un problema que han tenido durante un tiempo es la poca cercanía que ha surgido debido a la Covid-19. «Cuesta mucho hablar con una persona a la que no le ves la cara, se pierden muchos gestos y expresiones no verbales», añade el nutricionista. Sin embargo, no han tenido muchas dificultades, ya que las personas que asisten a los programas son bastante inteligentes, por lo que las sesiones se hacen más amenas.

Lo que aconseja desde la asociación es llevar a cabo un estilo de vida saludable. Pequeñas cosas como desayunar, dormir las horas necesarias o comer las cinco piezas de fruta y verdura diarias son esenciales para poder establecer unas pautas en la alimentación. En el caso de las personas con trastornos de la conducta alimentaria, si se siguen estas reglas, lo siguiente es continuar con la recuperación. El profesional indica que «esa recuperación puede llegar a ser lenta y lo que se consigue poco a poco es lo que da mejores resultados».

Existe una gran afluencia de personas tanto en las consultas de nutrición como en otras actividades terapéuticas que ofrece la asociación. Según comenta el colaborador, «ha habido un aumento debido al tipo de vida que tenemos y los cambios que han surgido por la pandemia no han favorecido nada». Esto ha generado un crecimiento en las solicitudes de gente pidiendo ayuda para enfrentarse a sus enfermedades.

Equipo de Trabajo Social


En relación con las terapias del equipo de Trabajo social, se suelen realizar actividades muy variadas como talleres de habilidades sociales, de autoestima, de relajación o, incluso, relacionadas con la navidad. «Intentamos que sea lo más variado posible, suelen durar entre cincuenta minutos y una hora», añade Isabel Abreu Domínguez, trabajadora social de Alabente.

Estos ejercicios se realizan con el fin de fomentar la cohesión dentro del grupo de pacientes, además de pasar un rato divertido y entretenido. Esto genera que los participantes se conozcan, aumentando el apoyo mutuo, la compresión y la confianza, algo positivo para su recuperación.

La asociación también dispone de un comedor terapéutico donde se prepara un menú a cada paciente. La comida está pautada por el nutricionista de la organización para esta sea lo más variada y saludable posible. Por otra parte, también se intenta eliminar el miedo y normalizar hábitos alimenticios.

Se suelen realizar actividades muy variadas relacionadas con la autoestima. Foto: A. García

La evolución de cada paciente es individualizada. A medida que va avanzando el tratamiento, hay un cambio de actitud en cada paciente. «Tenemos reuniones de equipo entre el nutricionista, la psicóloga y yo, la trabajadora social, para valorar cómo está evolucionando esa persona en los diferentes ámbitos de actuación», comenta Abreu Domínguez.

Domínguez explica que aparte de encargarse de las terapias, también llevan a cabo la acogida y el primer contacto de cada paciente con la asociación. «En la primera entrevista, la familia o la persona vienen y nos cuenta un poco lo que está pasando en casa», comenta la trabajadora. Por otra parte, también se habla de la situación económica y en cómo se puede asumir el tratamiento. Además, trabajan en una red con otros recursos públicos como institutos u hospitales.

Equipo de Psicología


Dentro de una terapia psicológica se deben trabajar cinco aspectos fundamentales: la alimentación, los pensamientos inadecuados -ya que se debe ayudar a la persona de aquellos pensamientos que son negativos-, la autoestima y la imagen corporal -ya que puede verse distorsionada por lo que la persona le da bastante importancia-. También es importante ver qué habilidades sociales le fallan al paciente y hablar sobre la asertividad.

La enfermedad suele afectar de manera más común a mujeres jóvenes que a hombres. Las personas a las que le afecta esta enfermedad no se encuentran bien psicológicamente. Por lo tanto, intentan cambiar su imagen corporal a través de su alimentación. Esto puede provocar consecuencias físicas graves, como la desnutrición, y sociales, como el aislamiento o la falta de seguridad.

«Cuando un paciente no responde, lo que hay que hacer es motivarle, hay que ayudarle intentando hacerle entender que tiene un problema y que hay que solucionarlo», comenta Nieves Santolaria Lafarga, psicóloga de Alabente. El tener apoyo familiar también es importante y fundamental para la recuperación, aquellas personas que no tienen esa ayuda les cuesta más su mejoría.

Tener apoyo familiar también es importante para la recuperación. Foto: A. García

Vivir en ambientes obsesionados con la imagen corporal, las dietas o los estereotipos sociales influye e incrementa las probabilidades de que una persona desarrolle un trastorno alimentario.

«Desde hace años, ya tenemos en la asociación una campaña de prevención», añade la psicóloga. Intentan ir a actividades externas vinculadas con la asociación para informar sobre lo que son estas enfermedades y cómo debemos prevenirlas. Santolaria Lafarga comenta que la gente no se preocupa de la enfermedad hasta que le llega, ya que no le da la importancia suficiente.

Existe una gran inmensidad de trastornos alimenticios, aunque las principales son la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa y el trastorno por atracón. «Muchas veces no son conscientes de que están poniendo su vida en peligro», concluye Nieves Santolaria.

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