Adela Cortina creó en el año 2000 la palabra «aporofobia». Foto: PULL

«El cerebro tiende a la xenofobia pero tenemos la libertad de alimentarla o no»

Ciencias Sociales y Jurídicas

La catedrática de Filosofía Moral de la Universidad de Valencia, Adela Cortina Ors,  explicó ayer viernes, 25 de octubre, que, según neurocientíficos como David Eagleman, determinadas causas biosociales inducen al cerebro humano a que tenga tendencia a la xenofobia, «porque en él impera el fin de supervivencia y, por seguridad, busca lo conocido y se enerva ante lo que no controla». Sin embargo, la filósofa no cree en el determinismo que esto parece implicar: «Tener una tendencia no implica tener que seguirla. Decidimos qué tendencias queremos cultivar y cuáles no, gracias a la facultad que nos da la libertad».

Cortina fue la invitada a las Jornadas de Otoño organizadas por la Cátedra Cultural Javier Muguerza de la Universidad de La Laguna, en el marco de la cual ha impartido en el Aula Magna del Campus de Guajara una conferencia titulada Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío a la democracia.

Previamente, la rectora de la Universidad de La Laguna, Rosa Aguilar, abrió el acto recordando que estas jornadas que la Cátedra lleva organizado desde su fundación en 2012, han cobrado este año un significado especial dada la triste circunstancia del fallecimiento de Javier Muguerza en 2019. Destacó el paso del filósofo como docente de la institución tinerfeña entre 1972 y 1977 y su generosidad al final de su vida al donar su archivo personal y biblioteca a la ULL.

Precisamente sobre este legado habló a continuación la responsable de la Biblioteca de Filosofía, Ana Gutiérrez, quien detalló todos los pormenores del duro trabajo que va a conllevar organizar los 9000 volúmenes y 1300 capetas que conforman el fondo Javier Muguerza, con el objetivo de mantenerlo íntegro y disponible para su consulta por parte de investigadores.

Rechazo a los pobres


Tras ser presentada por el codirector de la Cátedra Cultura Javier Muguerza, Pablo Ródenas, la conferenciante disertó sobre el término «aporofobia» que ella misma acuñó para definir el desprecio hacia los pobres. Antes destacó la figura intelectual y humana de Javier Muguerza: «Para quienes formamos parte de la llamada Generación de la Transición, figuras como Muguerza o su maestro Aranguren fueron decisivas porque abrieron puertas en España a otros campos que no fueran la Escolástica, el Marxismo Ortodoxo y el Positivismo».

Sobre el término aporofobia, relató que lo creó hace veinte años en un artículo que no tuvo mucha repercusión. En 2000, en otra columna en El País hasta daba la definición precisa para ver si así la Real Academia Española se daba por enterada de la existencia del vocablo, pero tampoco tuvo éxito. Finalmente, fue incorporado al diccionario en diciembre de 2017 y, ese mismo año, la Fundación para el Español Urgente (Fundeu) la eligió palabra del año.

Sobre esta cuestión, Corrina dijo que «me gustó mucho que la razón esgrimida por la Fundación para esta distinción fuera que se trata de una palabra para trasformar la realidad porque, efectivamente, es así, y por eso son importantes las palabras».

Para la filósofa, muchos de los fenómenos de rechazo que se suelen explicar por razones raciales o culturales se entienden, realmente, por la aporofobia: «En España entran cada año 82 millones de turistas. ¿Hay hacia ellos xenofobia? Tampoco se odia al extranjero que compra un piso de medio millón, sino al que no tiene recursos y cruza el Estrecho para escapar de la guerra y poder sobrevivir. El trato que se da a esa gente no es porque sea extranjera, sino porque es pobre».

«Invisibles para el resto de la sociedad»


Sobre esa tendencia xenófoba del cerebro humano, Cortina señaló que, además del rechazo a lo desconocido para buscar la seguridad, existe un segundo mecanismo, la disociación: «Eludimos la información desagradable para defendernos de las circunstancias que nos perturban, justamente por ese impulso de sobrevivir». Es por ello, aseveró, «que las personas indigentes se vuelven realmente invisibles para el resto de la sociedad».

Las soluciones a esta situación pasan por una mejor educación de la ciudadanía y por la labor de las instituciones para combatir la pobreza. «Nuestro cerebro es muy plástico y se va conformando bioculturalmente. Si la sociedad es aporófoba, nuestro cerebro se conformará en ese sentido. Por eso, las instituciones no son inocentes y tienen que tener en cuenta a los excluidos», destacó.

 

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