Emma Carmelo es profesora titular del Área de Parasitología en la Universidad de La Laguna y dirige una de las iniciativas con mayor demanda del Consejo Social de la ULL: COVID-19, Un reto global. Un curso que trata de esclarecer la información acerca de la pandemia por medio de un lenguaje comprensible para todo tipo de públicos. Carmelo es, además, investigadora en el Instituto Universitario de Enfermedades Tropicales y Salud Pública de Canarias, institución creada en 2001 y que centra su labor en el estudio de las «enfermedades olvidadas», las tropicales.
¿Por qué este curso y en este momento? «La iniciativa del curso fue concebida a finales del año pasado. Fue idea del Consejero de Políticas Sociales, Formación y Recursos Humanos, Víctor Alonso, que estaba interesado en que el Consejo Social iniciara una actividad que sirviera de gran utilidad para la sociedad. Entonces, se me ofreció y accedí. Así que antes de navidades contacté con todos los profesionales que participan en el curso, y la respuesta fue muy buena».
En un tuit apelaba: «Solo la ciencia y el conocimiento nos van a sacar de esta pandemia». ¿En qué ha errado la ciencia en este tiempo? «La ciencia falla por definición. Continuamente es ensayo y error. Sin embargo, pienso que lo que ha fallado durante la pandemia es la comunicación. La información transmitida por el personal científico, las autoridades sanitarias y las interferencias causadas por ciertos elementos no-científicos. Y con esto último, me refiero a las decisiones tomadas en el ámbito político».
«Se han transmitido mensajes difíciles de comprender, y eso a derivado a malas interpretaciones»
¿Y en cuanto a la divulgación científica, qué se ha hecho mal? «Hay mucha divulgación que es buena, como la ejercida por Margarita del Val, pero hay mucha gente que ha traído, a su vez, desinformación. Y con desinformación, no solo me refiero a los bulos, sino también a aquellos mensajes que fuera de la comunidad científica no eran fáciles de entender y han derivado a malas interpretaciones por parte de la población».
¿Puede dar un ejemplo? «La recomendación de no hacer uso de la vacuna AstraZeneca es uno de ellos. Esa vacuna no es que no sirva para mayores de 55 años, si no que no había una muestra considerable de esa población durante el ensayo clínico de la vacuna. Y por no comunicar bien el porqué de las cosas, el hecho se tradujo en desconfianza».
«Cualquier zona templada puede recibir transmisores de infecciones como la Leishmaniasis»
Su línea de trabajo como investigadora pone el foco en la Leishmaniasis y la enfermedad de Chagas. ¿Canarias debe preocuparse por ellas? «Estas enfermedades son causadas por protozoos que no se transmiten en Canarias porque no existen los vectores (insectos que las transmiten) para ello. Bien es verdad que esto es dinámico. Los insectos se mueven y cambian su distribución para colonizar otras zonas. Pensemos que, hace unos años, los vectores transmisores de la Leishmaniasis solo se localizaban en lugares como Grecia, el sur de Italia o España, y a día de hoy también se han detectado en el sur de Alemania y el norte de Francia. Así que cualquier zona templada es susceptible de ser invadida por estos transmisores de la infección».
¿Y cómo se produce la transmisión? «La Leishmaniasis es transmitida por un insecto volador y la enfermedad de Chagas, por una chinche. Así que serán los movimientos de poblaciones y de mercancías los que propicien las causas de esos cambios de distribución de vectores. Si hay personas o animales que vienen de otros lugares, con el parásito en sus organismos, y el vector se halla en el mismo lugar y lo pica, y luego pica a otra persona o animal, puede generarse la transmisión y establecerse la infección».
¿Ahora mismo está inmersa en alguna otra investigación? «En la actualidad, el Instituto de Enfermedades Tropicales colabora con el Servicio Canario de Salud en un proyecto para el control de patógenos causantes de lo que se denomina ‘Fiebre de duración intermedia’. Intentamos identificar los microorganismos patógenos de esas fiebres. Algunos son conocidos, pero se pensaba que eran mucho menos frecuentes de lo que se está viendo que son».
«No hay carrera investigadora que permita a la comunidad científica trabajar con garantías»
Ha colaborado con muchas universidades. ¿Qué diferencias, a parte de la económica, percibe en la investigación que se hace en el extranjero respecto a la de España? «En otros países hay un respeto hacia la actividad docente y científica que aquí no existe. La sociedad española tiene una buena opinión sobre la comunidad científica, pero no se refleja en apoyo e interés hacia la misma. No hay si no que ver lo que ocurre en Madrid: quienes desarrollan las vacunas a través del proyecto del CSIC son científicos jubilados, y algunos de sus grupos de investigación no tienen un relevo asegurado porque su personal no consta de una estabilidad suficiente».
Y eso se traduce en dificultades para iniciar un proceso de investigación… «Las universidades han ido mejorando pero sucedía que para pedir un crédito de investigación, como los proyectos oscilan entre los 2 y 4 años de duración, tenías que tener asegurada la vinculación a la institución por esos años. Y si tienes un contrato de un proyecto o un contrato temporal, no puedes solicitar ese crédito, porque no tienes esa vinculación asegurada. Y eso es lo que ocurre en España: no hay una carrera investigadora que permita a los científicos trabajar con garantías».