Violencia en el fútbol base: ¿de quién es la culpa?

Opinión

El fútbol hoy en día ha pasado de ser un mero entretenimiento al canal de desfogue de una sociedad que se aleja de la racionalidad propia del ser humano. A pesar de que tiene a un gran número de seguidores que acuden a los campos a ver a sus jugadores y a disfrutar del juego de sus equipos, en muchas ocasiones nos encontramos con situaciones de violencia, tanto dentro como fuera de los estadios, que perturban la imagen del deporte drásticamente.

Los casos de violencia en el fútbol base son numerosos y van en aumento. Cada semana se emiten en los medios de comunicación numerosos vídeos de acciones violentas o peleas en los terrenos de juego. Y es que en los últimos años se han repetido varias veces estos vergonzosos actos que manchan el juego limpio y el espíritu deportivo.

Pero, ¿por qué sigue en aumento? ¿Qué hacen las federaciones al respecto? Desde mi perspectiva, como estudiante de Periodismo y técnico titulado que soy, la gran culpa recae, primero, sobre la federación territorial de fútbol por no exigir unos mínimos, es decir, que las personas que dirigen a los conjuntos sean tituladas y estén aptas tanto para dirigir como para educar. Con esto me refiero a la educación deportiva y psicológica que a los directores técnicos se les imparte.

Por ejemplo, ¿a que no se imaginan al profesor de sus hijos sin la carrera de Magisterio? A nuestros niños los educan personas licenciadas que han sido formadas y preparadas para estar al cargo de los pequeños de la casa, pero en esta modalidad no ocurre lo mismo. Los que están al cargo de cada combinado son los familiares o amigos de los presidentes o la junta directiva de los clubes.

¿Cuál es la solución?

En muchas federaciones territoriales se obliga a los entrenadores a disponer de licencia federativa, es decir, una titulación para poder dirigir a cualquier grupo de jugadores, pero aquí en Tenerife todavía no se obliga a que las personas al mando tengan una formación. ¿Es una casualidad que Tenerife sea el lugar donde más se repiten estos hechos?

Las personas al cargo pueden ser tituladas o no, pero la federación debe tomar cartas en el asunto e involucrarse si realmente quiere solucionar y eliminar la violencia en los terrenos de juego. Para ello debe exigir unos conocimientos básicos a las personas que quieren dirigir a jugadores y jugadoras de fútbol base, también debe dar facilidades e impartir cursos y conferencias, sobre violencia en los terrenos de juego, protocolo de actuación ante actos violentos, psicología deportiva, sociología, etc.

En definitiva tiene que haber más dureza con aspectos de este tipo, sanciones más duras desde los clubes y el propio comité. Por ejemplo, hay federaciones en las que si se escucha un insulto o algún comentario despectivo en un partido de prebenjamines o benjamines en la grada, el árbitro tiene el deber de parar el encuentro para identificar al individuo que comete la agresión para que abandone el campo y, si no lo hace, se suspende el choque.

Debería implantarse esta medida radical en Tenerife y cuando hayan por semana una media de 15 o 20 enfrentamientos suspendidos seguro que a la siguiente semana habrán menos acciones violentas y vergonzosas, hasta erradicar totalmente la violencia de los campos. En Cataluña, por ejemplo, los entrenadores o monitores tienen un carnet por puntos, y si te expulsan por insultar, por tener un comportamiento inadecuado o “liarla” de alguna de esta manera te resta hasta que quedas inhabilitado.

Los niños imitan lo que ven en casa

La mayor parte de la culpa recae sobre los adultos que pierden los papeles y no saben dar ejemplo. Esos padres que piensan que sus hijos están jugando la final de la Champions y que tienen a su hijo el “maravilla” o el futuro balón de oro. Estos son padres frustrados porque no llegaron a nada como futbolistas, y que ahora se ceban en que su hijo sea el mejor dentro del campo, que logre anotar 4 goles por partido…

Y por último están los árbitros. Sin duda alguna es el papel más complicado en la actualidad y, aunque se equivocan, probablemente la mayoría de ellos lo hace inconscientemente. Pero el problema llega cuando uno de ellos ejerce esa función por ganar dinero, sin importarle la ilusión y el esfuerzo que realizan los padres, entrenadores y jugadores cada semana, ya que nadie los controla y hacen lo que quieren cada fin de semana.

Si hubiera un delegado federativo en cada campo donde hay encuentros de fútbol seguro que los jueces se esfuerzan por hacer bien su trabajo y seguro que todo iría mejor, dado que están siendo observados por “los jefes”. De este modo habría menos problemas, menos disputas y ambientes más tranquilos.

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