José Ramos: «La literatura LGTBIQ+ sirve como un modelo para la juventud»

Literatura

José Antonio Ramos Arteaga es docente en el área de Literatura Española en la Universidad de La Laguna. Es autor de cuatro libros y nueve artículos, entre los que se encuentra Los armarios del franquismo: el diario del poeta Juan Berniery múltiples colaboraciones en la creación de otras obras. El profesor tiene un gran conocimiento sobre la llamada Literatura LGTBIQ+, un subgénero reivindicativo que busca contar las vivencias y dar un espacio de expresión único para las personas de este colectivo.

Se conoce como Literatura LGTBIQ+ a aquella que plantea narrativas donde sus personajes se identifican dentro de este colectivo, y donde el contexto de la obra muestra la perspectiva del mundo de una persona que pertenezca al mismo. En ella, se incluyen varias «formas de sensibilidad, de orientaciones, de subjetividades y de identidades», explica Ramos Arteaga.

«Occidente ha sido un territorio de exclusiones»


La historia de este subgénero es bastante larga, si nos remitimos a cualquier texto a lo largo de la historia que planteara narrativas «vinculadas a las orientaciones, a las identidades, tradicionalmente llamadas gay y lesbiana. Estas tienen mucha tradición literaria, otra cosa es que no han estado en el canon». Lo que corresponde, según el docente a «la homofobia en una sociedad como la nuestra, que tiene una raíz judeocristiana. Evidentemente va vinculado mucho a la lectura que se ha hecho de la Biblia y el sentido de exclusión que se le ha dado».

La historia indica que Occidente ha sido, fundamentalmente, «un territorio de exclusiones, donde se ha perseguido al judío, a la mujer, al homosexual. Es decir, siempre ha habido determinadas poblaciones marcadas por el estigma social». De esto, Ramos Arteaga concluye que la sociedad implantó «tres discursos brutales; el religioso, que los convierte en personas contranaturales, es decir, que van en contra de la orden de Dios; en enfermos, según el  médico, y en delincuentes o criminales, según el discurso jurídico». La conformación de estos ideales crearon lo que conocemos como la «homofobia occidental».

La literatura LGTBIQ+ nace entonces de un colectivo que lleva miles de años reprimido, cuyas obras reflejan el reclamo y la frustración causados por un largo periodo de sufrimiento. Por esto, cuando se vio la posibilidad de escribir, de editar y de publicar, «es normal la actitud de victimización en un primer momento», afirma el docente. Sin embargo, él cree que este enfoque de los textos debe cambiar debido a que ya ha «pasado el período de quejarse. Tenemos que pasar a una actitud más reivindicativa, más de lucha. Es decir, de ponerse y de imponerse».

«A la ficción puede dedicarse cualquier persona»


La literatura nace de la premisa de que dentro de los libros se puede plasmar cualquier mundo, sin importar cuál sea el contenido o mensaje que se busque expresar. Si esto lo trasladamos al subgénero LGTBIQ+, nos encontramos con la posibilidad de que personas externas al colectivo se puedan enmarcar dentro de este tipo de expresión literaria.

José Ramos Arteaga establece que «la literatura trabaja con la ficción y a esta se puede dedicar cualquiera. Cualquier persona puede construir mundos posibles». Sin embargo, si hablamos de autoficción, es decir, una historia en la que la persona autora se incluye como sujeto en la narrativa, «es evidente, que al hablar de las propias experiencias, solo se puede hablar desde la identidad y orientación propias».

Aunque la literatura acoge cualquier perfil, en cuanto a la creación de autoficción, es indudable que «se puede construir un personaje, que no seas tú, que tenga la orientación que desees. No obstante, cuando estás utilizando el tono confesional, intentando recrear minuciosamente los procesos psicológicos de una persona, es evidente que alguien del colectivo sabe mucho más de estos y los sabe expresar mucho mejor», concluye el docente.

«La mayor parte de la literatura vendida no tiene vinculación con esta problemática»


Existe una gran cantidad de editoriales que están enfocadas, o que han dado prioridad a obras pertenecientes al subgénero LGTBIQ+, como Océano, Ella lee o alguna colección de Bellaterra. Se podría pensar que la preferencia por estos textos está basada en un interés económico de parte de los distribuidores, que buscan aprovechar la vinculación con el colectivo para garantizar un público objetivo. Ramos Arteaga opina que «habría que pensar en el caso contrario, ya que en la mayor parte de la literatura que se vende, no tiene ningún protagonismo, ni las editoriales encargan textos, los temas que tengan que ver con esta problemática. Es decir, es un mecanismo de visualización lógico».

La labor de visibilidad es necesaria, debido a que «la gente joven que está saliendo, que a lo mejor es fluida de género, que ya desde el principio se posiciona como gay, pleno o bisexual. Todas estas personas necesitan de un modelo. Leer novelas protagonizadas por personajes como como ellos o como ellas, y saber que existe otro tipo de posibilidades de amar, de compartir y de estar en el mundo», concluye el profesor.

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