La democracia cumple un factor fundamental para garantizar la desigualdad existente. Foto: PULL.

El sistema: vivir es consumir

Opinión

En nuestra sociedad, los seres humanos se reproducen, las ciudades aumentan de tamaño, el consumo crece a pasos agigantados… Y nosotros movidos por el afán consumista a un precio rebajado, logramos incrementar dichas ventas, adquiriendo nuevos bienes y desechando los antiguos. Aunque muchos de ellos realmente sigan funcionando, pero se cambiarán simplemente por variar el modelo o por conseguir nuevas funciones que quizás nunca llegaremos a utilizar. Debemos repensar nuestro estilo de vida mucho más allá de lo que nos concierne directamente.

Esto se debe al pensamiento que tenemos todos en mente: el capitalismo parece ser lo mejor para la comunidad en la que vivimos. Pero hay signos que señalan que se trata de una doctrina que tiene fallas. Consiste en un régimen basado en la creación y acumulación insostenible que terminará agotando todos los recursos naturales del planeta en el que vivimos.  No sirve para la humanidad actual, ya que lo menos que importa es el individuo, ni se adapta al entorno donde se manifiesta, es más, lo destruye utilizando al ser humano como un eslabón más para hacerlo.

Y es que la democracia cumple un factor fundamental para garantizar la desigualdad existente de la que se alimenta el capitalismo, creando confianza en la elección de líderes gobernantes en la colectividad, a pesar de que siempre votemos a las mismas personas. El partido político neoliberal de ricos que roba y maneja a las masas y el partido político nacionalista que supuestamente representa a las masas y gobierna a favor de la gente. Esto no se trata de algo más que una especie de ilusión para los humanos del mundo donde no les queda más que confiar en uno u el otro. Entonces, la cuestión sería ¿por qué hay que elegir entre las dos caras de la moneda?

Las dos caras de la moneda


Una persona no tiene poder más que el de elegir quien le va a manejar nuestra conducta durante cuatro años, este debe venderse al sistema como un producto entregando tres cosas inimaginablemente invalorables con las que nacemos todos en este universo: cuerpo, mente y tiempo. Nos preparan desde pequeños para hacer con nuestros cuerpos lo que queramos, sin embargo, nos alimentan con comida hecha a base de elementos tóxicos, nos dan pastillas con efectos secundarios… No importa ni el bienestar físico de la persona ni mucho menos el mental, pues manejan nuestro estado de ánimo a través de los medios de comunicación. Si quieren provocar miedo e inseguridad inundan las noticias de asesinatos, terrorismos, robos, guerras… Si quieren a un país entero contento, festejando y agitando banderas, basta con que nuestro equipo de fútbol pase a la fase final del mundial.

Como bien citaba el filósofo y economista Karl Marx, fuimos programados básicamente para ir a trabajar como meros objetos de producción sin cuestionar nada. Obteniendo a cambio un papel cuyo valor otorgamos nosotros mismos para consumir productos y servicios. Un gran ejemplo de ello sería el hecho de que cuando llegamos a nuestra casa nos queda lo justo para las necesidades básicas como comer, ducharse, dormir… y si logramos conseguir un poco de tiempo libre, lo más probable es que lo malgastemos en la televisión, móvil u ordenador que son herramientas de aislamiento y manipulación del sujeto.

No obstante, lo peor de todo es que no nos damos cuenta hasta que llegamos a los últimos minutos de nuestra existencia. Ahí es cuando realmente nos percatamos de que por mucho dinero que tengamos, no podremos comprar ni un segundo más de vida.

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