El fenómeno invade instituciones culturales y gubernamentales. Foto: PULL

Un muro hecho de censura

Opinión

En el claroscuro de acontecimientos que supone el desarrollo humano, que durante el último siglo está repleto de luces y alguna que otra sombra, la corrección política ha llegado para quedarse y empañar la sociedad con un grueso vaho. Lo que se disfraza con un traje de progresismo y libertades resulta ser el mecanismo de censura más sutil y efectivo de las democracias libres.

Los intentos de esta práctica, que esconde realidades perfectamente apreciables bajo nuevos términos, entran en el errado concepto de confiar en que aquello que no se trata puede llegar a desaparecer. No es más que la pretensión, bajo la bandera de la condescendencia, de modelar el pensamiento y el discurso de las personas. Un verdadero maderamen lingüístico y de pensamiento enemigo de la disidencia.

Con un toque de New York


En España, este fenómeno importado de las dinámicas estadounidenses comienza a introducirse en las instituciones. Es tal la deriva que, Darío Villanueva Prieto, exdirector de la Real Academia Española de la Lengua, lo califica como “un mecanismo perverso que no ejerce el Estado, el Gobierno, un partido o la Iglesia, sino fragmentos difusos de la sociedad civil”. Sin embargo, en otros países está ya establecido e invade los órganos más importantes. Universidades como la de Yale, donde se increpa a profesores por exigir libertad a la hora de disfrazarse, o industrias culturales como Hollywood son ya abanderadas de una corriente que promueve el hermetismo e impide el confrontamiento de ideas contrapuestas.

La clasificación de la humanidad en colectivos diferenciados que ofrece, donde unos ejercen de opresores y otros de oprimidos, hace que cualquier acto pueda ser calificado de bueno o malo según al grupo al que pertenezcas. Así, impone una fuerte barrera de censura a todo aquel con unos ideales que rompan la línea de pensamiento común por miedo al rechazo social o a la adjudicación de adjetivos peyorativos de diversa índole.

El entramado generado por la corrección política se ha establecido a ambos lados del espectro. Los eufemismos no escapan del uso de derecha e izquierda y ambos se aferran a negarlos pues cada uno elige, desde su perspectiva, al afectado y al rival. La idea confirma que, más allá de una posición ideológica, posee unas características comunes basadas en sesgos interpretativos.

El lenguaje, ese arma arrojadiza


Las pretensiones de gestionar el lenguaje y las actitudes de pensamiento único llevadas a cabo por este movimiento están siendo uno de los gérmenes de la polarización social. Cada vez más, estas determinaciones fomentan una división entre la ciudadanía que se ve reflejada en el día a día.

La formulación de dogmas basados en el buenismo ha generado más problemas que soluciones. Censurar ciertos pensamientos con el fin de que no sean expresados en favor de uno totalitario implica suprimir el pensamiento crítico de la sociedad, lo que es todo un error. Con la intención de no ofender, la corrección política ha terminado ofendiendo e inquietando, cada vez en mayor medida, a la sociedad.

Estudiante de Periodismo en la Universidad de La Laguna. A ritmo de ciencia y Rubén Blades. Jefe de la sección de Ciencias de la Salud y Radio en Periodismo ULL.

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