Al menos veintitrés personas murieron en el 24-J. Foto: PULL

Seis meses del 24-J. Feliz Navidad

Opinión

Hoy, 24 de diciembre, es Nochebuena. La noche en la que muchos hogares acogerán reuniones familiares que, lejos de los infortunios y la suerte desdichada, estarán bendecidas con risas, buenos recuerdos y felicidad. La noche del mítico discurso de Navidad protagonizado por el rey. También, la noche en la que nadie recordará que hoy, 24 de diciembre, hace justo seis meses de una de las mayores tragedias acontecidas durante el año: el 24-J. 

Cerca de dos mil personas migrantes intentaron cruzar, el 24 de junio, la valla fronteriza de Melilla, que separa la ciudad marroquí Nador de territorio español. Un suceso trágico que acabó con la vida de al menos veintitrés personas. Otras muchas resultaron heridas o desaparecidas. Las investigaciones realizadas tras la desgracia han arrojado datos que despejan dudas sobre lo sucedido, pero causan otras muchas para las cuales, quizá, no debemos esperar respuesta.

Gases lacrimógenos, disparos, golpes, balas de goma, aplastamientos y un sinfín de violencia que duele, mata y hace daño a cualquier ser humano, independientemente de su procedencia. Sin embargo, meses después, el debate político giraría en torno al suelo en el que se acabó con veintitrés vidas. Y es que, parece que importa más defender la inocencia del territorio español que buscar medidas y soluciones para garantizar, entre otras cosas, la seguridad de las personas que migran.

«Desgraciadamente, priorizamos el suelo en el que un corazón dejó de latir»

El objetivo principal: lavarse las manos. Todo el discurso realizado a posteriori me lleva a plantearme la siguiente cuestión: ¿En qué punto nos encontramos si antes que vidas perdidas priorizamos el suelo en el que un corazón dejó de latir?

El egoísmo prima y la falta de autocrítica brilla por su ausencia. Las autoridades, enfocadas en defender y justificar su acciones, olvidaron reflexionar acerca del poco, realmente inexistente, auxilio que se les ofreció a las personas heridas. Y nadie planteó qué se podría haber hecho para evitar las muertes.

Cuando de vidas humanas se trata, cualquier prejuicio debe quedar atrás. Lo que ocurrió en Melilla deja entrever la poca empatía que existe en la sociedad. Hoy, 24 de diciembre, nadie se acuerda de la tragedia. Hoy, el Mundo se pinta de la magia navideña e ignora el dolor ajeno. Hoy, por desgracia, parece que el miedo reflejado en los ojos de quien huye puede esperar, al menos hasta nuevo aviso.

 

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