Los porqués de las restricciones de publicidad alimentaria para menores

Sociedad

El ministro de Consumo, Alberto Garzón, anunció en octubre de 2021 una nueva ley, según la cual quedará prohibido anunciar alimentos insanos a menores de edad en cualquier tipo de plataforma, en palabras del ministro, para proteger a un grupo social especialmente vulnerable e influenciable. El decreto que lo establece entrará en vigor este año, aunque todavía no existe una fecha concreta para su aplicación.

Los sectores afectados aseguraron recibir esta medida con «sorpresa», además de calificarla de «excesiva» y, en algunos casos, incluso «criminalizadora». No obstante, Garzón considera que es en pro de la salud pública, para garantizar la protección de la infancia y prevenir enfermedades asociadas al mal comer, como la diabetes, los problemas dentales o el sobrepeso, superior al 40 % entre la infancia española.

Normativa actual y futura


Hasta la fecha, la publicidad alimentaria se ha autorregulado a través del Código PAOS y el sistema Nutri-Score, que divide los alimentos en grupos de la A a la E, siendo la A la mejor calificación en cuanto a salubridad. Especialistas en diversas materias, como Nutrición, Pediatría o Publicidad, llevan décadas hablando de la laxitud del sistema actual, que consideran «insuficiente» a la hora de proteger a la infancia, un sector especialmente vulnerable e influenciable por los anuncios.

Por ese motivo, la propuesta de Consumo pasa por cambiar este sistema por uno más restrictivo. Sin embargo, no impone otras medidas más allá de la prohibición publicitaria, que se aplicará no solo a la televisión, sino también a foros, aplicaciones infantiles y todo tipo de contenido destinado a menores.

La nueva regulación seguirá las pautas de los perfiles nutricionales de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que separa los alimentos en grupos y subgrupos en función de su composición. De entre esos grupos, hay cinco que no pueden publicitarse a menores de edad, que son los que incluyen repostería, helados, jugos procesados, bollería, confitería o chocolates, entre otros. La fruta, verdura, pescado y carne, ya sea fresca o congelada, no tendrá restricciones. El resto de grupos podrán o no publicitarse en función de la composición de cada producto y marca en concreto.

Esta clasificación afectará también al etiquetado de los alimentos, que será obligatorio y frontal, a diferencia de Nutri-Score. Este, además de ser voluntario, ha recibido numerosas críticas por tener unos criterios dudosos a la hora de categorizar la comida. Por ejemplo, penalizando los alimentos con aceite de oliva y dando buenas calificaciones a algunos ultraprocesados.

Opiniones de expertas


La nutricionista infantil Naila Martínez se posiciona a favor del nuevo sistema y en contra del precedente, puesto que considera que la infancia no es capaz de elegir conscientemente lo que va a consumir. Además, añade que la influencia que ejerce la publicidad sobre las niñas y niños condiciona sus preferencias. A su vez, esas preferencias adquiridas en los primeros años de vida generan hábitos en la vida adulta que serán cada vez más difíciles de corregir.

No obstante, al igual que Emilia Martínez Tallo, especialista en Neuromarketing y CEO de NeuroYes, opina que los estímulos condicionantes se encuentran en muchos otros aspectos de la vida, además de la publicidad. La disposición de los alimentos en los supermercados, los envoltorios -con personajes de dibujos animados y colores vivos- y lo que ven en su entorno y su familia, son factores que marcan las pautas de consumo de la infancia.

Por ello, las expertas apuestan por, además de la regulación publicitaria, adoptar otras medidas. Una mayor neutralidad en los empaquetados, la intervención en los precios o la educación alimentaria son algunas de las que, a su juicio, podrían contribuir a mejorar la salud colectiva y generar hábitos de consumo más saludables.

A este respecto, insiste Naila Martínez, es importante no inculcar miedos o restricciones, ni tampoco pesar constantemente a los menores para hacer un seguimiento de su peso y talla como único parámetro para medir su salud. Por un lado, para que aprendan a autorregularse y comer con moderación. Por otro lado, para no caer en los hábitos propios de la cultura de la dieta y la gordofobia, que pueden desembocar en trastornos alimenticios.

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