El servicio de limpieza presta una labor esencial para la Universidad de La Laguna. Sin embargo, cuando cuarenta años atrás la privatización se volvió una práctica común en el sector público español, el servicio dejó de ser asumido por la Institución y pasó a manos externas. Por convenio, aunque cambie la entidad subcontratada se mantienen los mismos puestos de trabajo, pero esto no resulta suficiente para un sector del personal que sueña con la internalización. Las trabajadoras de una plantilla eminentemente femenina comparten historias, deseos y una profesión sacrificada. Sus voces anónimas piden un necesario aumento del personal, la cobertura de sus derechos y la valoración de su trabajo.
Antes incluso de que salga el sol comienza la jornada laboral del servicio: de lunes a viernes, de 06.00 a 14.00 horas. Primero van los despachos, los pasillos y las entradas y, por último, suelen ir las clases y los laboratorios, sin contar las cafeterías, las aulas magnas y, en casos especiales, las naves e invernaderos. «En algunas facultades o escuelas están bajo mínimos», relatan quienes conocen la situación de compañeras que cubren, entre dos, la limpieza de dieciséis aulas, nueve baños y veintidós despachos por día. «Estamos con la lengua afuera. Necesitamos más personal», señala una trabajadora. «No somos personas», añade.
En determinados edificios la limpieza diaria de seis plantas recae en cuatro empleadas. En otros, la limpieza de cuatro plantas es cosa de dos. Muchas trabajadoras superan la barrera de los cincuenta años y su salud se ve negativamente repercutida por su sobreesfuerzo constante. Temen incluso no llegar a la edad en la que finalmente podrían jubilarse: «No sé si voy a llegar a los 65 años. Veo a mis compañeras y tampoco sé si van a llegar». En edificios tan grandes como la Facultad de Economía, Empresa y Turismo o la ESIT hay mayores cuotas de personal, seis y ocho personas, respectivamente. A pesar de ello lamentan que «tampoco levantan cabeza». «Nuestro trabajo es muy duro», recuerdan.
Un 25 % de la plantilla está de baja médica
«Han ido reduciendo por todas partes», expone una empleada al referirse a las contrataciones. «La Empresa culpa a la Universidad y la Universidad a la Empresa», comenta. A la no cobertura de los puestos de trabajo dejados atrás por el personal que se jubila se suma un amplio número de bajas laborales desencadenadas, mayormente, por problemas de salud. «En los años que llevo trabajando no habíamos tenido un punto tan alto de absentismo como el que hemos tenido este año», subraya Carmela Martín, integrante del Comité de Empresa por UGT.
A fecha de junio de 2024 se estima que un 25 % de la plantilla está de baja médica, un porcentaje que en meses anteriores se mantiene en un 20 %. La sindicalista, que lleva 38 años en el servicio de limpieza, destaca que «han intentado, por todos los medios, trasladar la sobrecarga a las empresas», pero que reciben un «lo valoraremos» perpetuo que se repite contrato tras contrato.
«Si yo me pongo mala, la carga de trabajo es para mi compañera», advierte una empleada que cubrió sola durante un año y tres meses la limpieza de un edificio entero. La suya es una de las voces que denuncian que no se cubren las bajas médicas. «Yo voy a remolque, no nos están cubriendo nada», subraya una de sus colegas. «Venimos dobladas pero no podemos coger la baja por no fastidiar a nuestras compañeras», recalca. Por otra parte, María Páez, encargada general de limpieza y empleada desde hace treinta años, descarta que haya una sobrecarga en los puestos de trabajo de su personal supeditado.
María Pilar Arévalo, profesora de Salud Laboral en el grado de Relaciones Laborales de la ULL, recuerda que «el exceso de trabajo siempre influye en la salud de la persona empleada». En el caso del servicio de limpieza, los dolores musculares y los problemas respiratorios son los más habituales. La profesora recuerda que «la plantilla tiene derecho a que la empresa vigile su salud y tenga un seguimiento de su trabajo».
«La Pandemia fue algo que nos vino grande»
En una época tan crítica como la crisis sanitaria de 2020 y 2021, la Universidad recibió el reproche de CC.OO. por no ofrecer suficientes equipos de protección individual al personal PAS y PDI. El sector de limpieza no entra dentro de esta distinción por ser un servicio subcontratado, pero cuando se reanudó la actividad académica las circunstancias llevaron al personal a reclamar una mayor protección.
Candelaria Pérez, compañera de Carmela Martín en UGT y miembro del comité de Seguridad y Salud apunta que «la Pandemia fue algo que nos vino grande». Tan grande que, ante la escasez de material sanitario, la empresa contratada (ISS Facility Services) llegaba a ofrecer a la plantilla «una sola mascarilla para toda una semana», según algunas trabajadoras. «Me consta que al final de la pandemia sí había mascarillas suficientes, pero que al principio escatimaron», reconoce la sindicalista, que habla de paquetes de diez mascarillas o de paquetes de treinta unidades al mes.
Por otra parte, la profesora Arévalo recuerda que «cualquier empresa está obligada a dar equipos de protección individual a su personal». ISS Facility Services, contratada en 2020 y 2021, no ha hecho comentarios sobre su gestión para este reportaje.
«De nuestro trabajo todo el mundo opina»
La labor del servicio se mide a través de auditorías externas que ofrecen una valoración objetiva y neutral. Algunas empleadas lamentan que «con todo el trabajo que hay, eso de venir y pasar el dedo» resta valor a su ocupación y alegan incluso sentirse acosadas. Ante los resultados que califican al servicio de excelente, Carmela Martín expresa que «todas las auditorías no pueden salir perfectas. Si en un centro falta personal, no todo es perfecto por la sobrecarga de trabajo».
No obstante, la encargada general del Limpieza, María Páez, y la jefa de Servicio de Capross, María José Arteaga, coinciden en una visión completamente diferente. «Las auditorías ponen en valor el trabajo de la plantilla», expone Arteaga antes de que intervenga la encargada. «De nuestro trabajo todo el mundo opina», comenta Páez antes de explicar que, para ella, la supervisión del trabajo es una herramienta que «ayuda a la empresa y a la plantilla». «Te ayuda y te protege», manifiesta refiriéndose a la objetividad de la valoración.
Un sueño resignado
Parte del personal se muestra partidario de que la ULL deje de subcontratar a empresas privadas y asuma, como lo hacía hace cuarenta años, la limpieza de sus instalaciones. «No hemos podido entrar en la RPT porque no tenemos valor. Somos imprescindibles pero quieren que seamos invisibles» expresa una empleada. «Ojalá, como personal de limpieza, volviésemos a trabajar directamente con la Universidad, porque sería una mejora bastante notoria», comenta Carmela Martín desde el sindicato. Sin embargo, resignada, con la mirada dirigida hacia su compañera afirma: «Ni lo voy a ver yo, ni lo vas a ver tú, ni lo va a ver ella, pero ojalá fuese así.»
«Trabajo llevando el sector y sé que dentro de lo que son centros oficiales todo está privatizado. No va a ser viable porque sabemos cómo tenemos nuestro país», sentencia Martín. «Por querer, todos queremos ser funcionarios», añade. La misma frase se repite en la conversación con la encargada general, quien afirma que «la subcontratación sería un sueño», pero solo eso, un sueño.
Desde el Servicio de Contratación y Patrimonio de la ULL aclaran que «solo gestionan el contrato» y que no han recibido ninguna petición o demanda formal relacionada con asimilar el servicio de limpieza. Algunas partidarias de la subcontratación responden con críticas, argumentando que «a la Universidad no le interesa convenir porque son muchos gastos», por lo que imita a multitud de empresas públicas que optan por externalizar servicios.
«Nuestro trabajo sigue sin ser digno aunque es fundamental»
A oídos de UGT ha llegado una idea que modificaría sustancialmente la contratación del personal y que nace de otra petición del mismo. «La Universidad lleva mucho tiempo intentando dividir la plantilla y poner turnos», afirma Martín desde UGT. Sobre incluir un servicio vespertino, descarta que la Universidad pueda incorporar contratos de tarde salvo que así sea previsto en los pliegos de las nuevas contrataciones. «Habrá personas a las que les interese trabajar de tarde, pero es que su contrato está hecho así, en esas condiciones», comenta.
Para agilizar el trabajo, Capross ha facilitado recientemente nueva maquinaria a las empleadas, lo que contenta al sector y a la encargada general, que afirma que es «una gran ayuda». Sin embargo, no soluciona otra cuestión que lamentan algunas empleadas: el asumir trabajos que no les competen. «Yo soy de la limpieza, no de mantenimiento, pero hay que arreglar la cisterna todos los días», reclama una de ellas. Acto seguido, su compañera recrimina faltas de respeto del profesorado: tener que limpiar su desorden y recibir exigencias sobre cómo hacer su trabajo. «Parece que limpio sus casas y no sus despachos», comenta.
A pesar de estas quejas, el servicio afirma que la relación general con la comunidad universitaria es buena. Sin embargo, el clamor de disconformidad motivado por las condiciones laborales es claro: «Nuestro trabajo sigue sin ser digno aunque es fundamental». Ante los problemas invisibilizados de un servicio «tradicionalmente relacionado con las mujeres, pero que cada vez incluye a más hombres», como recuerda la jefa de Servicio de Capross, la plantilla reclama soluciones. «No podemos quedarnos en el egoísmo por las nuevas generaciones de personal de limpieza y sus derechos», sentencia una trabajadora veterana.