Castillo es paleontóloga especialista en registros fósiles por la Universidad de La Laguna. Foto: A. Capdevila

Las chuchangas, guardianas invisibles del suelo insular: un tesoro en peligro

Medioambiente

Carolina Castillo Ruiz es profesora e investigadora en la Universidad de La Laguna. Su trabajo se enfoca en la biología y conservación de la fauna insular, con especial atención a los moluscos terrestres endémicos de Canarias. Combina enfoques ecológicos y paleontológicos para estudiar la evolución y distribución de estas especies. Además, investiga el impacto de la actividad humana y el cambio climático en su conservación. Su labor contribuye a diseñar estrategias para proteger la biodiversidad insular. Es una referente en el estudio de la fauna terrestre.

¿Qué es exactamente la chuchanga y cuál es su nombre científico? «Son animalillos que normalmente viven asociados al suelo. Desde un punto de vista ecológico, son importantes porque cumplen servicios ecosistémicos, como airear el suelo y participar en la formación de éste. También ayudan en la dispersión de esporas y semillas, y forman parte de las cadenas tróficas como consumidores de hojarasca, transformando esa energía para otros animales. Científicamente, las chuchangas son caracoles terrestres, pertenecientes al filo Moluscos y a la clase Gasterópodos. Aunque hay otros gasterópodos marinos, como las lapas o los vulgados, las chuchangas son los gasterópodos terrestres que estudiamos en Canarias».

 ¿Cuáles son las características principales de estos caracoles que los hacen únicos? «Pueden tener una concha externa, llamada testácea, que protege y evita la pérdida de agua, algo crucial para su supervivencia, ya que son muy sensibles a la sequía. La concha crece de forma enrollada desde un pequeño puntito inicial llamado protoconcha, que es como era la especie al nacer. Algunas chuchangas tienen concha reducida o incluso la pierden, como las babosas, que también forman parte del grupo de gasterópodos terrestres. En Canarias, encontramos ambos tipos».

 ¿Cuál es la distribución histórica de las chuchangas en las Islas Canarias? «La distribución en Canarias data del Neógeno, cuando se formaron las islas. Tenemos fósiles de caracoles terrestres en Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote, con registros que datan de más de cuatro millones de años en Lanzarote. Estos animales llegaron, colonizaron y desde entonces se diversificaron. Algunos géneros, como Napeus, son muy diversos y tienen formas alargadas, mientras que otros tienen formas globosas».

¿Cuándo comenzó a notarse el declive en las poblaciones de chuchangas? «Aunque no recuerdo las cifras exactas, desde hace bastante tiempo se viene notando un declive. La IUCN, que es el organismo internacional que evalúa el estado de conservación de las especies, clasifica muchas chuchangas en categorías de amenaza. Nosotros empezamos a trabajar en este tema en 2022 y ya sabemos que hay muchas especies amenazadas en Canarias. Actualmente, de las 30 especies en peligro crítico, hemos estudiado 18 con éxito y hemos encontrado poblaciones vivas, incluso algunas nuevas».

¿Qué factores han contribuido a la casi extinción de estas especies? «El factor principal es la pérdida de hábitat, seguida por el cambio climático. Por ejemplo, especies que vivían en zonas bajas de Gran Canaria, como Maspalomas, han sufrido mucho porque esas áreas están muy antropizadas, con turismo, deforestación y agricultura abandonada. Muchas, están adaptadas a vivir entre 0 y 300 metros sobre el nivel del mar, y cuando pierden esos medios naturales, desaparecen. Además, la presencia de especies introducidas, como caracoles de jardín, también compite con las especies nativas».

Lagarto gigante de más de 700 000 años. Foto: A.Capdevila

«Muchas especies han desaparecido de zonas bajas por la pérdida de hábitat y la presión humana»


¿Existe algún programa de conservación específico para las chuchangas? «Sí, pero es limitado. Pocas especies están en el catálogo oficial de protección del gobierno de Canarias. Nosotros trabajamos dentro de un subproyecto llamado Bioter, que forma parte del proyecto CanBIO, centrado en estas 30 especies amenazadas. Mi grupo de investigación lleva más de una década estudiando la fauna fósil y actual de Canarias para entender mejor los cambios que han sufrido estas especies durante el Cuaternario y cómo factores humanos y climáticos han influido».

 ¿Qué cambios en la distribución de las chuchangas se han observado en los últimos años? «Se ha visto que muchas especies que antes vivían en zonas costeras ahora se encuentran en altitudes más elevadas, por encima de 400 o 500 metros. Esto puede deberse tanto a la acción humana como al cambio climático, que ha modificado las condiciones ambientales. Por ejemplo, algunas especies que antes estaban en la costa de Bajamar ahora se encuentran a 600 metros o más, sobreviviendo en microhábitats donde todavía hay humedad y temperaturas adecuadas».

 ¿Cómo fue la experiencia de la salida de campo en Tufia, Gran Canaria? «La experiencia fue muy positiva y enriquecedora. La salida se realizó con estudiantes del máster de Biología, específicamente para la asignatura relacionada con la biodiversidad faunística. En la asignatura son muy relevantes los gasterópodos terrestres, moluscos que habitan en tierra firme, como los caracoles. La idea principal de esta salida fue que el alumnado pudiera vivir una experiencia práctica en campo y observar directamente el tipo de ecosistemas donde se encuentran estas especies, en este caso, ecosistemas arenosos de la zona de Tufia. No solo vimos gasterópodos, sino también una gran variedad de insectos y otros organismos, lo que enriqueció la experiencia».

¿Qué nos enseña la chuchanga sobre la conservación de especies endémicas? «La situación de la especie refleja que aún queda mucho por investigar y conocer. Este grupo de caracoles es taxonómicamente complejo y poco estudiado, por lo que es común encontrar especies nuevas en áreas poco exploradas. Esto resalta la importancia de la taxonomía y la necesidad de continuar el trabajo de campo y laboratorio para describir y entender estas especies. La conservación de estas especies requiere un conocimiento profundo no solo de su estado actual, sino también de su historia ecológica y distribución pasada. Muchas de estas especies tienen una distribución muy reducida en la actualidad, aunque en el pasado pudieron estar presentes en áreas mucho más amplias. Esta información es fundamental para buscar nuevas poblaciones y entender mejor sus necesidades ecológicas».

Chuchangas encontradas en un fósil. Foto: A. Capdevila

«En las Islas hemos encontrado poblaciones vivas, incluso nuevas, de moluscos terrestres en solo dos años de trabajo»


 ¿Cómo afectan los cambios en el hábitat a estas especies? «Los cambios en el hábitat, tanto naturales como inducidos por el ser humano, pueden tener un impacto significativo en las especies. Por ejemplo, las erupciones volcánicas pueden sepultar zonas enteras, obligando a que los moluscos tengan que recolonizar el área posteriormente. Además, el tipo de suelo y su composición química (como el pH) también influyen en la presencia de estos caracoles, que dependen de ciertas condiciones para sobrevivir. Cambios en la vegetación, como la eliminación de plantas endémicas que les sirven de refugio, pueden perjudicar su supervivencia. Por ejemplo, algunas especies utilizan el cardón como refugio, y su desaparición puede afectar directamente a estos caracoles».

 ¿Qué enseñanza general deja esta experiencia sobre la conservación de especies endémicas en las Islas? «La experiencia en Tufia nos recuerda que las islas son ecosistemas muy particulares y sensibles, donde las especies endémicas suelen tener distribuciones limitadas y requerir cuidados específicos. La conservación debe basarse en un conocimiento profundo y multidisciplinar que incluya la ecología actual, la historia evolutiva y las interacciones biológicas. Además, la educación y la participación de estudiantes y la comunidad científica son clave para formar especialistas que puedan continuar este trabajo y asegurar la protección de la biodiversidad insular frente a amenazas como el cambio climático y la pérdida de hábitat».

 

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