La utopía del mérito musical – Periodismo ULL
Los Beatles fueron un ejemplo de mérito musical. Implementó múltiples recursos de creación. Foto: PULL

La utopía del mérito musical

Opinión

Afirmo que el mérito, hoy en día, es una utopía. Para evaluar el talento de artistas de la canción ya no se establecen parámetros fijos. La audiencia ha perdido el instinto crítico y ya ni siquiera se cuestiona qué está escuchando. Antes esto no era así. El sencillo Sweet Dreams del dúo británico Eurythmics, afirma que existen personas que por naturaleza son abusadoras y otras que son, inevitablemente, abusadas. Y en el tema Eye in the Sky de The Alan Parsons Project, el protagonista lamenta todas las mentiras que recibió de su pareja.

Estos dos ejemplos pertenecen a la década de los ochenta, época en la que el mérito se lo llevaba quien escribiera el mensaje más impactante y reflexivo de todos. Además, el acompañamiento instrumental debía ser capaz de evadir y trasladar a otro lugar al público. A la discoteca en el caso de Sweet Dreams, y a la más absoluta paz en el caso de Eye in the Sky. En base a esos criterios, se otorgaban los tan ansiados galardones y reconocimientos. Cuando aún tenía algo de sentido entregarlos.

Hace dos siglos, el mérito iba para la comunidad artística de la ópera. Era el único gremio sobre la faz de la tierra con habilidad para proyectar la voz, sin necesidad de ninguna tecnología. Por eso, cada vez que se estrenaba una obra en el teatro o el auditorio de cualquier ciudad, se agotaban las entradas. En cuanto llegó el micrófono, todo eso cambió. Ya no hacía falta poseer una amplia capacidad vocal para transportar el sonido. Así, la ópera perdió parte de su encanto.

Los Beatles, por su parte, implementó múltiples recursos de creación musical que agilizaban el proceso. Y rápidamente les intentaron igualar. En el año 1969 cortaron relaciones. Sin embargo, ya existían varios grupos que imitaban lo que la banda hacía, como los Bee Gees. De este modo, las formas de alcanzar el mérito ha ido variando. Porque supone lograr algo que no se suele conseguir. La competencia democratizada deja de ser meritoria.

«Es preferible la emulación que la invención de algo rico en emocionalidad»

El autotune ayudó a corregir la afinación y con esta herramienta ya cualquiera podía cantar. Y atrás quedaron figuras de la talla de Whitney Houston o Céline Dion, que eran veneradas por sus voces. Lo que pasa es que la gente confunde afinar con la correcta interpretación de un tema. Ese afán ha desaparecido. Parece que es preferible la emulación que la invención de algo rico en emocionalidad. ¿A quién le ha hecho llorar alguna vez una canción de reguetón? Estoy ansiosa por conocerlo.

En la actualidad nos tropezamos con una generación dormida, que usa la música como relleno del vacío, y que no es hábil para realizar diversas actividades sin un ruido de fondo. Ya no hay reflexión, solo un chunda chunda que en teoría es arte. No obstante, hace tiempo que el arte dejó de ser exclusivamente bello. Que se lo digan a Duchamp o a Kandinsky, creadores de corrientes opuestas al arte convencional. Ya no tengo claro qué significa ser artista. Y es que se ha convertido en una industria a la que toda persona cree que merece pertenecer.

Era cuestión de años que la música también cayera en la misma vorágine de autodestrucción. Una en la que la se alcanza la popularidad por clonar de manera mediocre lo que aportan los verdaderos talentos. Y así, la sociedad se comporta como un rebaño y pone de moda a seres que no hacen más que empobrecer nuestra cultura. Traigo malas noticias: el mérito musical ya no existe. O nos sublevamos al sistema en putrefacción o luchamos por quitarnos las ataduras que el presente impone.

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