Los símbolos nacionales se pueden definir como los elementos representativos de un estado o país. Por ello es curioso, que lo que debería representar a toda una nación, como puede ser nuestra bandera, esté siendo empleado en los últimos tiempos como imagen de las reivindicaciones de la ultraderecha indignada. ¿Pensará la ciudadanía española igual que los que llevan días manifestándose contra el Gobierno y el partido que les convoca? Sin duda es un tema para reflexionar.
Lo cierto es que hay quienes afirman no sentirse identificados con una bandera que tendría que reflejar a toda la sociedad. Alegan que no están a gusto con lo que simboliza. Y ahí, precisamente, es donde se encuentra el error, porque la bandera de un país no debe nunca convertirse en la insignia de una determinada fuerza política, ni en la representación de unas ideas específicas, ni de un desmesurado sentimiento nacionalista. Y menos aún cuando ese país tiene un pasado reciente tan vivo y peligroso.
En territorios como Alemania, no es común utilizarla en actos políticos. Precisamente, lo que se quiere evitar con ello es la resurrección de ese nacionalismo radical que llevó a cometer actos de una crueldad inimaginable durante el tiempo que Hitler estuvo en el poder. Pero en España, nunca aprendemos. Sin ir más lejos, en las manifestaciones de las últimas semanas hemos visto como volvían a aparecer en la calle símbolos franquistas mientras se exigía «libertad». Qué paradoja. Y qué indignante que ningún partido lo condene.
«Algunas personas consideran que llevar los colores rojo y amarillo en la muñeca u ondearlos en un balcón es una acción que define tu ideología»
El problema actual es que algunas personas consideran que llevar los colores rojo y amarillo en la muñeca u ondearlos en un balcón es una acción que define tu ideología. Concretamente, la identifican con una que no cree en la violencia de género sino en la doméstica, que dice sí a las terapias homosexuales o que dice no al aborto. Las divisiones sociales que se ocasionan, alimentadas por los discursos de odio que lanzan partidos como VOX en sus tribunas, solo provocan enfrentamientos y enemistad, y esto no beneficia al intento de lograr una sociedad libre e igualitaria.
Nada se puede hacer frente a quienes tienen delante el foco mediático y se sirven de su libertad de expresión, pues en eso consiste la democracia. Pero no deberíamos ayudar, a que un elemento como la bandera, se convierta en la representación de determinadas luchas partidistas. Mantengámosla como algo que nos una, porque por mucho que le duela a la ultraderecha, en España hay gente que no comparte su visión del mundo. Y menos mal.