Las personas llegan a nuestra vida en una etapa determinada, sin esperarlo. Sin embargo, estas mismas tienen el poder de abandonarnos en cualquier momento. Los vínculos humanos son tan complejos que no nos preparan para el dolor. Y nuestra estabilidad mental suele depender de otras personas por la sociabilidad intrínseca que nos caracteriza. Basamos nuestro día a día en gustar a los demás, por miedo a la soledad. Así, siempre nos va a costar mucho desprendernos de una pareja o de una amistad que en el fondo daña.
Hace poco vi Downtown, serie efímera de trece episodios emitida por la MTV en 1999. Muchos critican a Alex Henson, el protagonista, por cómo se desenvuelve en la premisa. Él muestra un interés romántico por Serena, una chica gótica que poco a poco se introduce en su grupo de amistades. Alex queda tan obsesionado con Serena que hasta en un capítulo experimenta insomnio. Contra todo pronóstico, deja de estar interesado en ella cuando ésta cambia su apariencia a una más normativa.
Confundió amor con interés. Y esto se aprecia en su nula experiencia en relaciones de pareja, que recalca sin descanso. De este modo, ambos decidieron tomar caminos separados, abandonándose mutuamente. Pero dejando un vacío en Alex, que visualizaba una relación con Serena. En realidad, esto le ocurre a más personas de las que creemos en la realidad.
Por otro lado, Marina Abramović y Ulay, artistas de la performance, describían su relación como una profunda conexión presente entre ambos. Tanto fue así que trasladaron su vínculo al plano profesional, y juntos hicieron varias obras. Pero el amor se deterioró tan rápido como empezó, y lo que en un inicio iba a ser un casamiento en la Gran Muralla China, acabó siendo un viaje de tres meses para encontrarse en un punto del monumento y allí acabar la relación.
No obstante, a partir de este momento Abramović siempre se referirá a Ulay como el amor de su vida, incluso cuando se volvieron a encontrar en 2010 en la performance The artist is present, veintidós años después de la ruptura. A veces, el amor se confunde con pasión, y eso explica por qué las relaciones que se viven de manera intensa también terminan. Pero que las relaciones terminen no implica que esa persona no haya dejado huella en nuestro interior.
«Para nuestra mente, el amor es un elixir de la vida que, si se acaba, puede llegar a provocar sensación de asfixia»
Estos ejemplos hablan de cuán rápido puede cambiar la percepción sobre las personas. Y por encima de todo, cuánto bien hace la distancia, porque es desde la lejanía donde es posible valorar si nos convenían o no. La psiquiatra Marian Rojas habla en su libro Encuentra a tu persona vitamina acerca de los poderes del apego emocional. En sus palabras, el cerebro no distingue entre uniones sanas y tóxicas, produce el mismo nivel de oxitocina. Esto no nos permite alejarnos cuando es conveniente, menos distinguir entre el amor o el interés, o dejar de sufrir por amor.
El amor duele. Esa es su paradoja. Para nuestra mente es un elixir de la vida que si se acaba, puede llegar a provocar sensación de asfixia. Amamos intensamente, pero no tenemos preparación para enfrentarnos a un posible fin. Por eso intentamos protegernos, como Julieta cuando se dirige a Romeo con la línea «dicen que Júpiter se ríe de los perjurios de los amantes», en la que William Shakespeare busca representar el temor a enfrentar un fracaso amoroso.
Creo que es de vital importancia la existencia de un círculo protector de individuos, que sepan sostenernos en momentos de debilidad amorosa. Porque aunque nuestro entorno tenga el poder de dejarnos en un instante determinado, es la vivencia la que nos hace reconocer cómo se comportan las personas que sólo quieren usarnos o lastimarnos, frente a las que sí quieren quedarse a nuestro lado, y nos aceptan con nuestras virtudes y defectos.
