Netflix en particular ha desempeñado un papel importante en el auge de esta categoría. Foto: PULL

Cuestión de ética

Opinión

El caso Asunta, El cuerpo en llamas o Baraja: La firma del asesino son tan solo una pequeña cantidad de audiovisuales que componen el true crime, un género que ha conquistado de forma espeluznante el interés del público en los últimos años. Libros, documentales, pódcasts y series de televisión. La fascinación por los crímenes reales, especialmente los más oscuros y perturbadores, parece incontrolable. Sin embargo, esta nueva obsesión hace que me plantee algunas preguntas: ¿hasta dónde es demasiado en la narración de estos relatos? ¿Es posible cruzar la línea de la ética al buscar entretenimiento en el sufrimiento ajeno?

La naturaleza humana tiende a sentirse atraída por el horror de lo extraordinario, sobre todo cuando se trata de casos que desafían nuestro entendimiento. A esto se debe el éxito del género: satisface esa curiosidad por lo desconocido y permite que exploremos el lado oscuro de la humanidad desde una posición segura. Con historias de detectives que resuelven sucesos imposibles y víctimas que finalmente encuentran paz, la audiencia experimenta alivio y una sensación de que se hace justicia. Pero esto puede convertirse en una forma de beneficio si no se manejan con cuidado los límites del dolor y la ética.

Y es que uno de los principales problemas del true crime es la tendencia a convertir el daño en espectáculo. Las historias de víctimas reales y sus familias se exponen a la opinión pública, a menudo sin su consentimiento. La recreación de escenas violentas y la exposición detallada de los crímenes pueden reabrir heridas y prolongar el trauma. Además, la dramatización excesiva y la búsqueda de sensacionalismo pueden distorsionar la realidad, presentando versiones que, aunque basadas en hechos reales, no siempre reflejan la complejidad de los eventos.

Por estas razones Patricia Ramírez, madre del pequeño Gabriel Cruz, conocido como El Pescaíto, víctima de la que era por entonces la novia de su padre, Ana Julia Quezada, se niega a que hagan del asesinato de su hijo un escándalo y de esta manera que la productora saque beneficios de su muerte. Esta denunció el pasado mes de mayo que Quezada estuvo grabando un documental sobre el caso desde la cárcel en la que se encuentra. Una fuente directa le comentó que funcionarios de prisiones le facilitaron un teléfono móvil, al igual que hicieron con el documental del crimen de la guardia urbana. Por lo que, la condenada habría podido comunicarse, grabar audios y vídeos.

«El ‘true crime’ tiene el potencial de ser más que una simple fuente de entretenimiento»

Esto lo está haciendo en contra de la familia del menor, y como afirma Ramirez: «Menoscabando su imagen y su memoria, haciéndonos aún más daño si cabe y obligándonos a exponernos públicamente de nuevo para detenerlo». Por ello, pide que se pare su rodaje. La ética es un componente fundamental a la hora de contar este tipo de historias. Las productoras tienen la responsabilidad de considerar el impacto de sus relatos en las víctimas y sus familias, así como en la sociedad en general. Obtener el consentimiento de todas las partes y tratar los temas con sensibilidad y respeto es muy importante, para de esta manera evitar la explotación del dolor ajeno por el simple beneficio comercial.

El true crime tiene el potencial de ser más que una simple fuente de entretenimiento. Puede servir para educar al público sobre cuestiones sociales, legales, psicológicas, crear conciencia sobre los sistemas de justicia y las deficiencias que existen, así como dar voz a las víctimas y sus familias. Estudiar dónde están y cuáles son los límites es necesario para garantizar que el género evolucione de manera ética y responsable. Es importante que creadores y consumidores sean conscientes de que no se puede convertir el sufrimiento humano en un espectáculo. No debe impulsar el morbo. Así, seguirá cautivando al público sin sacrificar la dignidad y el respeto hacia quienes cuentan sus vivencias. Porque cualquiera podríamos ser esas personas algún día.

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