Tenerife fue escenario de un eclipse parcial de Sol el pasado sábado 29 de marzo. La Luna cubrió parte de la luz solar y dejó visible solo una sección del astro. Desde el Observatorio del Teide, quedó cubierto un 22 %, casi un cuarto del total. Por ese motivo, el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) reunió a múltiples canales informativos y a parte de su plantilla en el Observatorio del Teide para presenciar el evento. El eclipse se prolongó durante algo más de una hora y media, un margen ideal para observarlo con calma, realizar diversas fotografías y grabar vídeos. Según los cálculos del IAC, el momento cumbre llegó a las 10.03 horas, cuando el Sol alcanzó su mayor punto de ocultación.
Poco antes de que el reloj marcara las nueve y comenzara el eclipse, el personal del IAC repartió unas gafas certificadas bajo la norma ISO 12312-2. Sin ellas, según explicó el astrofísico y divulgador del IAC Alfred Rosenberg, sería imposible apreciar el fenómeno por la poca distorsión de la luz. Además, resultaba perjudicial para la vista.

A medida que los rayos del Sol comenzaban a ser cubiertos por la Luna, dos telescopios instalados se convirtieron en las atracciones principales. Las colas no tardaron en formarse. Los visitantes esperaban con paciencia su turno para observar el eclipse a través de las lentes. Cada instrumento ofrecía una imagen distinta del astro debido a unos filtros: uno mostraba un Sol anaranjado, casi rojo, mientras que el otro revelaba una versión en un verde brillante y llamativo.

Por otro lado, Pere Pallé, heliosismólogo del IAC, dirigió breves charlas en el Telescopio Laboratorio Solar, un espacio que fascinó a quienes asistieron. El investigador explicó con detalle, ante grupos reducidos, el fenómeno astronómico, describiéndolo como «algo muy importante, excitante y curioso».
Detrás de Pallé, el eclipse se proyectaba con tanta precisión que se podían distinguir las manchas solares. Las explicaciones duraron apenas cinco minutos, pero fueron suficientes para destacar la belleza del fenómeno. Con entusiasmo, el heliosismólogo insistió en la belleza del fenómeno y recomendó ver uno total una vez en la vida.

Una de las sorpresas más llamativas fue el sonido intenso y periódico que llenaba la sala. Según aclararon, era una simulación de cómo el oído humano escucharía las vibraciones del Sol.
El astrofísico y divulgador del IAC Alfred Rosenberg respondió a las preguntas del público durante la actividad. Al igual que su colega Pallé, destacó la diferencia entre un eclipse parcial y uno total. «Son como el día y la noche, siendo esta última lo bueno y el eclipse total», afirmó con convicción.
Además, Rosenverg instaló un proyector solar artesanal. El dispositivo permitía reflejar la imagen del eclipse sobre una hoja de papel, ofreciendo una forma segura y accesible de observar el fenómeno sin mirar directamente al Sol. Varios asistentes se acercaron con curiosidad para ver cómo la silueta de la Luna avanzaba sobre el disco solar.

Como recuerdo del día, el Telescopio Laboratorio Solar contó con un photocall. Allí, muchos asistentes posaron con entusiasmo para tomarse una fotografía con el eclipse de fondo.
Poco después de las once de la mañana, la actividad culminó. El grupo descendió del observatorio con una mezcla de emociones y la sensación de haber vivido una experiencia única.
Verónica Martín, jefa de la Unidad de Comunicación y Cultura Científica del IAC, explicó que el evento estaba diseñado para que «tanto el público aficionado como parte del equipo del IAC pudiera disfrutar de un evento astronómico como forma de acercar a la sociedad el interés por la ciencia».
Uno de los proyectos del Instituto, el IAC Pop, busca acercar la astronomía al público a través del ocio. El objetivo, en esta ocasión, pareció cumplirse con creces. Quienes asistieron se llevaron mucho más que aprendizaje: un recuerdo inolvidable de una vivencia excepcional y única.