Las protestas agrícolas en España comenzaron el pasado 6 de febrero en el marco de una revuelta en el sector primario europeo. Las asociaciones más importantes de la revuelta son ASAJA, COAG y UPA. La voluntad que les remueve ha impedido que se rindan, pero sus ganas se ven mermadas al no recibir soluciones justas. No dan la cara por quienes hacen una gran labor y de la cual depende España. Llevan veinte días a pie de calle y en oposición de políticas agrícolas restrictivas puestas en prácticas por la UE y el Gobierno de España, quien no ha cumplido con la Ley de Cadena Alimentaria.
Las manifestaciones en la Península han animado a comunidades autónomas como Canarias a alzar la voz por la defensa de sus derechos a unas rentas dignas en el campo y su desacuerdo con la actual y restrictiva Política Agraria Común (PAC), bajo el lema «El campo canario se planta». El movimiento tuvo lugar el miércoles, 21 de febrero, en Las Palmas de Gran Canaria, y en Santa Cruz Tenerife este sábado, 24 de febrero.
Las bocinas de los tractores, los aplausos y vítores de participantes que resuenan en cada rincón de España por la lucha de un trato mejor para el ámbito primario, es un aliciente para que no haya ninguna toalla tirada. La ayuda colectiva es más importante que nunca. Porque si nuestro ímpetu se une, los cimientos más profundos de la sociedad resonarán en toda la estela de altos cargos políticos.
«Quienes tienen la responsabilidad de liderar cambios desde la acción política ejercen la autocomplacencia de no mirar más allá de sus ombligos»
No es tan difícil llevar a cabo unas soluciones igualitarias para que se reanude el hábito de producir productos de calidad como se merece la ciudadanía. Es de extrema urgencia que el gobierno efectúe la Ley de Cadena Alimentaria, dado que obliga a cumplir con el coste de producción establecido por cada producto y que nadie lo venda por debajo del precio que le llevó su elaboración. Un precio honesto. Hay que velar por una competencia leal en las importaciones y la disminución de los impuestos sobre los fertilizantes, pesticidas, diésel y vehículos como tractores.
Un país tiembla cuando no dan la cara ni atienden las necesidades que son manifestadas, al contrario, quienes tienen la responsabilidad de liderar cambios desde la acción política ejercen la autocomplacencia de no mirar más allá de sus ombligos y bienestar. Dicen que quien todo lo quiere, todo lo pierde, pero en este momento está perdiendo el colectivo de siempre, el que se parte el lomo para poder cultivar la comida que ha caracterizado la cultura española desde antaño.
Se nos muere el campo, la empatía y la responsabilidad de la élite.