El 51,8 % de las personas inmigrantes en España manifestaron sentirse discriminadas durante el año 2020, según datos del Ministerio de Igualdad y el Consejo para la Eliminación de la Discriminación Racial o Étnica. Este dato supone un gran aumento en casi todas las facetas del escrito respecto a su homólogo en 2013. La subida de estos índices nos asegura que estamos haciendo algo mal, y no parece que la situación vaya a mejorar.
La xenofobia es una lacra que nos afecta como sociedad, pero que no parece que vaya a parar. El principal motivo para que esto ocurra es la negativa que mostramos ante un conflicto bastante real. No vale decir que estas situaciones no existen solo porque no te afecten a nivel personal. No podemos hacer oídos sordos ante un problema que ya está cruzando el límite. Ante la pasividad de las instituciones, solo nos queda confiar en nuestro ser para solventar esta situación. La solidaridad humana se alza como línea divisoria entre acciones reales y la propaganda.
No solo debemos acordarnos de racismo cuando este ocurre en un partido de la liga de fútbol o a una persona bastante reconocida. En estos casos, todos somos iguales y, por ello, deberíamos ser tratados del mismo modo. Es necesario otorgar visibilidad a aquellas facetas que lo necesitan, y más en una era donde las noticias falsas dominan la red. Según Abogacía Española, el 83 % de las personas residentes en España se encuentran fake news con frecuencia. De ese porcentaje, el 40 % no sabe identificar si la noticia es real o no.
«¿Qué es necesario que ocurra para que nos tomemos en serio un tema que afecta a toda la sociedad?»
En un mundo que reclama una igualdad plena resulta irónico que tengamos en cuenta valores étnicos para tomar decisiones. Preferimos medir la imagen que transmitiremos al público que la capacidad intelectual. Por esto, vemos como marcas multinacionales se solidarizan con la causa. Debido al capitalismo imperante, el marketing se erige como arma principal de captación de clientes. Y las compañías saben cómo va este juego.
En sociedades tan planas como las actuales, resulta muy sencillo engañar a las personas. Simplemente una acción buena puede encubrir todas las malas, porque recordemos que nuestra memoria es corta. Esto lo saben las empresas, que utilizarán cualquier método para engañarnos. No es raro ver a compañías solidarizadas con situaciones raciales explotando a sus trabajadores en la otra punta del mundo. En el año 2016, una exclusiva de la BBC señaló a varias firmas como responsables de un taller de costura donde trabajaban menores de edad en Turquía. Entre ellas se encontraba Zara, que el año pasado se posicionó a favor de las movilizaciones por la discriminación racial en los Estados Unidos. En otra vida, esta situación sería inviable; en la nuestra, no deja de ser la cruda realidad.
El contexto actual debería avergonzarnos ya que, ante todo, somos humanos. Si por algo se caracteriza nuestra raza es por ser egoísta, cualidad que hemos demostrado con creces desde los inicios de la historia. ¿Qué es necesario que ocurra para que nos tomemos en serio un tema que afecta a toda la sociedad? Ayer ya era tarde para empezar. El cambio debe originarse ya, porque el mundo lo pide a gritos y, por desgracia, parece que no los estamos oyendo.