De los romanos a los ‘millennials’

Artes y Humanidades

El latín nació, creció y vivió su época de esplendor a lo largo de la Edad Antigua. Avanzó a lo largo de los diferentes territorios que iban conquistando los romanos y se convirtió en el idioma oficial del Imperio. Su evolución dio lugar a las distintas lenguas romances que hoy hablamos: castellano, catalán, italiano e, incluso, el inglés, que comparte palabras del francés. Son cambios que, en pleno siglo XXI, están acompañados de la tecnología y la globalización. No obstante, el latín continúa impartiéndose en institutos y universidades. Además, se utiliza en expresiones hechas: “Alea iacta est”, “Mutis por el foro” o “Motu propio”.

Los familiares del estudiante Carlos Lentijo se oponían a que cursara Latín como optativa en cuarto de la ESO. “Si se te da mal lengua española, ¿cómo vas a elegirlo?”, le decían. Sin embargo, relata que descubrió un mundo lleno de belleza y significado, algo de lo que se daría cuenta su padre, quien se rindió ante la evidencia y, finalmente, decidió apoyar a su hijo cuando eligió estudiar Filología Clásica en la ULL. Asimismo, Lentijo reconoce que “la salida más directa es la docencia”. Pero no se queda ahí: “Estudiar griego y latín es un universo muy amplio. Y estoy convencido de que hay muchas más opciones. Solo tienes que buscarlas”.

Otro de los caminos es la investigación, como le sucede a Eloi Creus, doctorando de Filología Clásica por la Universidad de Barcelona. Descubrió el mundo latino durante su etapa en el instituto a través de los escritos de Virgilio. “No hay otra obra como la Eneida”, asegura. Además, comenta, que disfruta enfrentarse al “estudio de los problemas que suscitan la aprehensión y traducción del texto de Aristófanes», comediógrafo griego. «Es una labor ardua. Prácticamente es estar solo delante de mil libros y una hoja en blanco”, explica.

Tanto Eloi Creus como Carlos Lentijo reconocen que no hay un claro respaldo a la Filología Clásica: “No dan créditos económicos y nuestras autoridades no están por la labor de promover unos estudios que ayuden a desarrollar una base cultural inmensa y un pensamiento propio y personal”. Un mensaje que contrasta con el pasado, donde, como recuerda Lentijo, “era prestigioso estudiar latín en el colegio”.

«Una pequeña familia»


Los tiempos cambian y la enseñanza prioriza unos valores frente a otros, lo que tiene un impacto directo en las aulas: 18 matriculados en el primer año de Filología Clásica en la ULL y 35 en la Universidad de Barcelona. “Somos una pequeña familia”, dice Lentijo, “y no, ¡no estamos muertos!”.

De esta forma, para los propios alumnos, entender el latín como una lengua muerta se asemeja a un torbellino de vida y conocimiento. “Es como nuestro monasterio. Los monjes copiaban los manuscritos y gracias a ellos tenemos las enseñanzas de Aristóteles. Pues nosotros, ahora, hacemos lo mismo”, reflexiona el estudiante de la ULL. Eloi Creus, por su parte, formula varias preguntas: “¿Cómo se puede entender Dante sin Virgilio? ¿Petrarca, sin Cicerón, Ovidio y Horacio? ¿Shakespeare, sin Plutarco? ¿Nietzsche, sin el teatro griego?”.

Un sinfín de autores, libros y saberes quedarían relegados al olvido si no fuera por el conocimiento del latín. Un pasado del que somos testigos gracias a la traducción de estos textos. Esa es la constante del latín: seguir latiendo. Y es que “por muy muerta que esté la lengua clásica, siempre se descubren nuevos documentos que deben ser editados y estudiados”, afirma Creus. Aún quedan escritos por llegar a nuestras manos y “todavía quedan misterios en cuanto a la conexión de las lenguas”, apostilla Lentijo. Además, añade que «otras disciplinas se benefician de los filólogos como la arqueología, que hace uso del latín como una herramienta indispensable en sus descubrimientos”.

“En Alemania, mientras estudian ciencias, cursan latín”


A la lengua de Cicerón le queda mucho por decir.  Y una de las claves para continuar con su difusión es hacer entender su importancia en la actualidad. Carlos Lentijo cuenta cómo la traducción del latín ayuda a una compañera de Medicina a comprender los términos que maneja en su carrera. Incluso, la extrapola a otros países de la Unión Europea: “En Alemania, mientras estudian ciencias, cursan latín”.

No obstante, pese a que los feudos de la Filología Clásica, como Reino Unido y la propia Alemania, también hayan perdido fuerza, Creus busca “un cambio de todo el sistema educativo, empezando por el sistema de valores por el que se rige nuestra sociedad”, de forma que el latín deje de ser considerado «una enseñanza elitista y se convierta en una red de conocimientos donde se unan las lenguas maternas».

Nuestras costumbres emergen directamente de la sociedad romana, “esa cultura morbosamente fascinante», como la describe Eloi Creus. De ella han nacido festejos como San Valentín, Carnavales o los solsticios de las estaciones.

Ambos estudiantes de Filología Clásica defienden el latín como modus operandi de vida. Incluso, como método para «echarse unas risas» tal y como le sucedió a Eloi Creus la primera vez que se enfrentó a una traducción en gramática latina. La frase era: “Tua mater mala burra est”. O sea: «Mi madre solo comía manzanas rojas».

 

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