Son muchos los títulos que se disputan en una temporada, y son varios los equipos que se esfuerzan por ganarlos, pero unos pocos los que levantan estos trofeos. Otros conjuntos luchan por objetivos diferentes, como la permanencia en una categoría o un ascenso. Son numerosos y diferentes los propósitos que se proponen las escuadras y clubes en cada campaña. Son muchos los goles decisivos que marca el delantero para conseguir las metas propuestas o las paradas determinantes logradas por el portero. Pero, cuando se consiguen dichos logros, ¿quién se acuerda del entrenador?
Está claro que asumir el puesto de entrenador de un equipo de fútbol es dar un paso arriesgado para cualquier persona. No solamente por la presión que ello conlleva, sino también por las expectativas marcadas tanto por los aficionados como por el club. Eres la cabeza visible del proyecto deportivo de ese club. Cuando te sientas en el banquillo no hay margen de error, nadie se pone en tu lugar ni sabe lo que has tenido que hacer para llegar a estar en la banda dirigiendo a un conjunto de fútbol.
Todos esperan que coseches victorias sin apenas conocer a la plantilla. Todas las miradas se centran en ti tras las derrotas o los malos resultados, y los aficionados empiezan a cuestionarse si eres apto o no para el puesto. Cuando gana el equipo está bien, y los jugadores son muy buenos pero, si pierdes, ya nadie mira a los jugadores, todo es culpa del entrenador, porque «no sabe dirigir ni gestionar la plantilla».
Los técnicos realizan una inversión de tiempo y dinero que muchas personas desconocen
Detrás de la imagen aislada y solitaria del entrenador se esconde una persona que ante todo es humana y tiene sentimientos, por lo que también le afectan las situaciones negativas. Pocos conocen el camino que debe realizar el director técnico para estar a cargo de un equipo de fútbol. Y es que para poder entrenar a una categoría mayor de cadetes (13 y 14 años) se requiere una titulación y formación académica específica, se necesita tener el título de entrenador. Esta formación la imparte la Real Federación Española de Fútbol , y hay tres cursos que se deben obtener de manera sucesiva.
Es decir, para tener el Nivel 2 hay que haber superado el anterior curso (Nivel 1). Son los siguientes: Nivel 1 Fútbol Base (válido para entrenar a las categorías prebenjamín, benjamín, alevín, infantil, cadete y juvenil), Nivel 2 Regional (sirve para dirigir desde segunda regional hasta primera regional) y el Nivel 3 Nacional, con el cual puedes estar al mando de cualquier equipo. Por tanto, los técnicos realizan una inversión de tiempo y dinero que muchas personas desconocen y que, como mínimo, han de mostrar respeto.
Los entrenadores también sufren y son los que más se “comen la cabeza” cuando las cosas no van bien. Su personalidad de líder les hace pensar una y otra vez las cosas, a quién poner para que el equipo juegue mejor, qué sistema de juego utilizar para contrarrestar al rival, intentar gestionar los egos que existen dentro de las plantillas, dado que ningún jugador quiere ser suplente; y muchos aspectos más que todos los técnicos, tanto a nivel de fútbol base como en el mundo profesional, tienen en mente.
Es obvio que es un trabajo por el cual recibes un sueldo y que si no rindes te expones al despido. Pero es difícil de entender, ya que no todos los aspectos son manejables por un entrenador. Todos los clubes contratan a esa figura para que consiga los objetivos, y en ese instante es cuando comienza el problema, la soledad. Mientras no logres los propósitos eres tú solo el culpable. Pero se puede abandonar esa soledad con una compleja racha de buenos resultados: cuando llegan las victorias los entrenadores se desprenden de ese aislamiento.
Foto: Atlántico.net