Las masificaciones del Teide en periodos de observación astronómica son síntomas de la capacidad de la contaminación lumínica para ejercer un bloqueo total al cielo de las ciudades. Foto: PULL

La contaminación lumínica: el adiós a la oscuridad nocturna

Ciencias

La luz se ha convertido en un recurso sobreexplotado en todas sus formas y colores. Cientos de luces instaladas en estructuras como las de edificios o simples farolas han cambiado el negro natural del cielo nocturno debido a una capa de contaminación invisible. Observando como cada día más proyectos se suman a la expansión de este problema, y a la falta de compromiso de los organismos oficiales, se ha empezado a cuestionar el impacto real que genera en ramas tan relevantes como son el avance científico y la propia salud de los seres vivos.

El siglo XXI ha sido testigo de los vertiginosos avances en materia de tecnología. La era moderna actual ha provocado una inundación completa de redes eléctricas ineficientes e innecesarias en cada rincón del planeta hasta el punto de que para observar algo tan luminoso como la Vía Láctea, se ha de recurrir a un planetario o conducir varias horas para alejarse lo máximo posible de la ciudad. Realidades a las que se tienen que enfrentar más del 80 % de la población mundial y hasta un 99 % de los habitantes de la zona europea, según un estudio publicado en 2016 en la revista Science.

Pero los efectos del problema abarcan más allá del simple avistamiento del firmamento. Se ha confirmado que existe un impacto negativo para la flora, fauna y seres humanos. El Instituto de Salud Global de Barcelona relacionó en una publicación el aumento del riesgo de cáncer de mama y próstata con exposiciones a dosis altas de luz azul artificial. En esta misma línea, la ciencia ha presentado los problemas que genera a los animales silvestres, ya que pueden provocar su desorientación o hasta alterar sus pautas de comportamiento, como puede ser la reproducción.

La concienciación para pasar a la acción


De esta manera nacen proyectos que han puesto el foco en dos vertientes bien claras y prácticas: informar a la población del problema y ofrecer soluciones directas para paliar los efectos negativos de la luz artificial. A nivel global, la Asociación Internacional Dark-Sky es el organismo más importante, y declara en sus bases que trabaja para «proteger los cielos para esta y próximas generaciones» de un fenómeno «que es reversible». En su página web se encuentra una herramienta que pone a disposición del público un mapa Atlas interactivo con el que se puede observar el nivel de polución de cada ciudad.

En el caso concreto de las Islas Canarias, se suma la importancia de ser un lugar reconocido en la esfera internacional como uno de los mejores de Europa para observar un cielo limpio. Es por ello que el archipiélago canario no es menos a la hora de contar con el respaldo de organizaciones que defiendan ese ya considerado privilegio. Una de ellas es Starlight, impulsada por el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) siguiendo los ideales que rigen sus bases de valoración y protección de la calidad del cielo estrellado.

La fundación Starlight realiza labores de defensa y difusión de la astronomía a la par que realiza actividades enfocadas al astroturismo en lugares a los que han otorgado su certificación, como la Reserva Natural del Cielo y la Tierra en Guímar. En Tenerife se localiza el único parque de la isla a la altura del Barranco de Badajoz. El lugar proporciona un espacio opuesto a lo que se observa en ciudades gracias a la protección que ofrecen las montañas, según declara su fundadora, Sandra Ramírez.

La Reserva Natural del Cielo y la Tierra es el único parque estelar de toda Canarias. Foto: Kevin J. García

A finales de 2015 también nació STARS4ALL, una plataforma que cuenta con representación en España y que dedica parte de su trabajo a elaborar peticiones de regulaciones legislativas al Parlamento Europeo que aseguren una utilización correcta de la electricidad.

El lado jurídico


La protección y acceso al patrimonio cultural es un derecho recogido en la Constitución Española y presente en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Este tipo de principios son los que deberían de tener en cuenta las administraciones públicas al momento de desarrollar alguna medida que acabe repercutiendo al cielo nocturno, asegura la profesora en Derecho Administrativo, María Calvo. El Consejo de Derechos Humanos de la Naciones Unidas ya publicó a finales de 2021 que en estas leyes internacionales se recoge la necesidad de mantener un medio ambiente sano.

Con la perspectiva de cumplir estos mandatos internacionales, el IAC logró hace más de 30 años aprobar la Ley de Protección de la Calidad Astronómica de los Observatorios del IAC. Este hecho fue pionero a nivel mundial ya que se trataba de la primera ley diseñada para la preservación de la calidad atmosférica en una zona determinada.

En la isla de La Palma se fraguó una iniciativa similar en 2007 con la Declaración sobre la Defensa del Cielo Nocturno y el Derecho a la Luz de las Estrellas. Se realizó a través de la Conferencia Internacional Starlight de ese mismo año, con representantes de distintas partes del mundo, y que llevó a la creación del organismo al que está ligado el parque estelar de Ramírez.

El Parque Nacional del Teide es uno de los puntos menos contaminados de la Isla y desde el que se puede observar cada noche estrellas fugaces. Foto: Kevin J. García

Medidas para hallar una solución


El paquete de medidas y acciones que se pueden llevar a cabo son diversas. Resulta relevante que las fuentes de luz públicas se ajusten a un uso proporcional a su demanda, así como cuidar el ángulo y tipo de focos utilizados. Algunas propuestas pasan por aplicar sensores de movimiento para prevenir ese gasto innecesario, o bombillas de mayor o menor intensidad atendiendo a lo requerido.

Algunas leyes ya se enfocan en la vía que los astrofísicos reclaman, como puede ser el obligado apagado de escaparates y comercios a partir de una hora estipulada en la noche, de mandato obligatorio en España desde agosto. Sin embargo, la realidad parece reclamar más compromiso al observar artículos científicos con datos que muestran un aumento de entre el 5 % y el 10 % de contaminación lumínica cada año.

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