El lugar trabaja con la NASA y ofrece una alternativa sostenible para evitar problemas como las masificaciones del Teide o la contaminación lumínica. Foto: Kevin J. García

El proyecto de Sandra Ramírez: una finca convertida en paraje estelar

Sociedad

«Quiero que sea un punto de conocimiento tal y como era el Faro de Alejandría en el mundo antiguo»

Proporcionar un espacio en el que congenien todos los elementos de la naturaleza a la par que se disfruta de ella es la premisa con la que se crea la Reserva Natural del Cielo y la Tierra en Güímar, Tenerife. Su fundadora, Sandra Ramírez, entiende que su paraje es mucho más que observar el cielo: «Quiero que sea un punto de conocimiento tal y como era el Faro de Alejandría en el mundo antiguo». El complejo cuenta con el apoyo de instituciones como la NASA y realiza actividades enfocadas a la observación y divulgación astronómica, geológica y también a nivel de fauna e historia de Canarias.

El parque estelar es el primero de Canarias y tercero de España con la certificación de la fundación Starlight, que otorga ese mismo organismo a lugares que mantienen un compromiso con la defensa y acceso a la luz de las estrellas. A su vez, son miembros de la Federación de Naturaleza y Parques Nacionales de Europa y cuentan con el respaldo de Biosphere, un certificado que evidencia el trabajo asociado a la sostenibilidad de la zona. «Ser sostenibles de verdad y demostrarlo» es uno de los objetivos del proyecto.

La reserva se encuentra rodeada por unas montañas que actúan a modo protector para evitar la contaminación lumínica y que utilizan para caminatas grupales. Animales como cernícalos o murciélagos son testigos de las actividades diarias del espacio. Los distintos eventos astronómicos del año, como lluvias de estrellas o conjunciones de planetas se pueden observar mediante el uso de un telescopio que ponen a disposición del público visitante.

«Queremos una antena radiofrecuencia para escuchar los sonidos del Universo»


Las observaciones tanto diurnas como nocturnas se realizan en un círculo conformado por bancos reciclados y rocas volcánicas que apuntan con exactitud a los puntos cardinales, «es una brújula perfecta» en palabras de su creadora. Siguiendo la idea de aspirar a ser como el lugar de Alexandría «donde se reunían las grandes personalidades científicas», recrearon la Exedra, que acoge las exposiciones más críticas, y también el Peripato, un sitio abierto hecho de madera reciclada para las charlas principales.

Con vistas al futuro, Ramírez espera crear unos habitáculos con la forma de la cápsula del cohete Artemis para poder ofrecer una experiencia que permita mirar a través de los cristales de manera más privada. A la par, han pedido una subvención europea para instalar una antena de radiofrecuencia que permita «poder escuchar los sonidos del Universo» y ayudar a otros radiotelescopios en sus tareas. También quieren contar con un laboratorio, aula de divulgación y habitaciones para acoger al personal involucrado en las investigaciones.

«Somos educadores oficiales de la NASA»


El mayor secreto que tienen lo guardan en una finca anexa a la instalación y que, según adelanta su inventora, es una idea que «tiene que ver con la NASA y la divulgación». De manera asidua realizan reuniones con la agencia espacial para acercar a la gente los últimos descubrimientos y noticias. Son los primeros en España en educar oficialmente avalados por la propia empresa estadounidense.

A mediados de noviembre realizarán el I Simposio de su historia con conferencias gratuitas de la mano de profesionales de la astronomía a nivel insular y estatal. La inclusión es un principio básico del enclave astroturístico, por lo que lo han acondicionado para que «ninguna patología impida su disfrute».

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