'El extranjero' se convirtió en una de las primeras expresiones del absurdo. Foto: PULL

La carrera de la existencia

Opinión

El extranjero es una novela escrita por Albert Camus que narra la historia de Meursault, un ciudadano franco-argelino que reside en Argel, capital de una Argelia aún colonizada por Francia. A través de un estilo sobrio y distante, la obra describe la rutina del protagonista, marcada por una aparente apatía ante los acontecimientos vitales. Sin embargo, una serie de circunstancias absurdas y fortuitas lo conducen a cometer un crimen por el que es posteriormente juzgado, no tanto por sus actos sino por su incapacidad para ajustarse a las normas morales y afectivas impuestas por la sociedad.

Nuestro hombre es un tipo joven al que le envían una carta notificando la muerte de su madre. No obstante, él no parece verse realmente afectado, como si la noticia no le hubiese herido el corazón en lo más absoluto.»Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias. Pero no quiere decir nada. Quizá haya sido ayer». Esta pasividad es una constante a lo largo de la novela, ya sea frente la muerte de su madre y el posterior entierro, como su relación con Marie, una hermosa joven que lo ama y que en consecuencia le propone casarse con él, a lo que responde que sí, pero que le es indiferente, que para él eso no significa nada.

El propio fallecimiento de su madre se volverá, durante la obra, en un argumento de peso que utilizará la sociedad para juzgar el alma de Meursault. Él no lloró la muerte de su madre y debe ser condenado a morir. Este juicio moral es, de algún modo, una crítica a las estructuras de poder en las sociedades modernas y cómo estas se encargan de establecer la norma, en tanto que castigan a quienes osan quebrantarla. Nadie de aquella sala conocía realmente al protagonista; nadie juzgó al condenado en base a los hechos. Aún así, bastó tan solo un argumento para elaborar un constructo sobre su personalidad. Él no lloró la muerte de su madre, no siguió la norma, por tanto es un loco.

Sin embargo, es importante destacar el contraste entre indiferencia y apatía. Nuestro condenado no es un hombre apático y deprimido; es un hombre feliz. Meursault percibe el mundo a través de sensaciones. Él siente el calor del mediterráneo como siente el cariño del mar, de la misma forma en la que siente el deseo carnal que le evoca Marie o el olor de la noche que lo acompaña en la prisión.

«Solo cuando dejamos de buscar respuestas que encontramos la verdadera libertad»

Camus decide así crear un personaje verdaderamente genuino, que no tiene la necesidad de fingir emociones, representando a través de la filosofía del absurdo, a una persona que no busca sentido en la vida ni se aferra a convenciones sociales: es feliz porque acepta la vida tal y como es. Su falta de lágrimas no significa que no le importe su madre, sino que, simplemente, ve la muerte como un hecho inevitable, sin más carga emocional que la que el resto decide darle.

Entonces, por qué somos incapaces de percibir nuestra existencia como lo que es: una carrera que pasa impasible ante nuestros ojos, que se escapa, silenciosa, entre los dedos de nuestras manos. El breve instante en el que dejamos de formar parte de la inexistencia, antes de volver a ella. Pues de la misma forma en la que Mersault es abocado a la guillotina, quienes poblamos la Tierra estamos sentenciados a morir desde el momento en el que exhalamos nuestra primera respiración. Pocos sabemos cuándo será, pero todos tenemos la certeza de que ocurrirá.

¿Tiene sentido perder nuestro tiempo atormentándonos con la incesante justificación de nuestro ser? ¿Por qué rendirnos a la trascendencia, al camino espiritual o a la mera explicación de cuál es nuestro propósito? La propia existencia basta para abrazar el sinsentido de la vida, y este sinsentido no es más que la liberación de las normas que se nos son impuestas. Porque es solo cuando dejamos de buscar respuestas que encontramos la verdadera libertad.

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