Geraldo Mesa es un voluntario de la Legión Extranjera Internacional Ucraniana que actualmente se encuentra desplegado en el frente de batalla, cerca de Zaporiyia, una de las zonas más estratégicas y disputadas del conflicto. Natural de Cuba y criado en Gran Canaria, tomó la decisión hace ya más de un año de desplazarse hasta la república ucraniana para ayudar en las labores de defensa del país. Su historia es la de un hombre que, impulsado por sus valores y su sentido del deber, decidió dejar atrás la comodidad de su vida para sumarse a la lucha por el derecho a la autodeterminación del pueblo ucraniano.
¿Cuál era tu vida antes de unirte a la Legión Internacional y qué te motivó a viajar hasta Ucrania para luchar? «Nací en Cuba en el 92, pero desde los cinco años me crie en Gran Canaria. Mi madre y yo vinimos gracias a mis abuelos, que eran de Icod de los Vinos. En 2011 me alisté en el regimiento de infantería Canarias 50, donde estuve tres años. Luego trabajé en hostelería: primero en el Bingo Avenida, en Mesa y López, y luego en La Casa del Mago, un restaurante de La Laguna, en Tenerife. Cuando estalló la guerra en 2022, intenté contactar con el agregado de defensa ucraniano en Madrid, sin éxito. Pero el conflicto seguía creciendo, y ver a varios amigos unirse me empujó a tomar la decisión».
¿Qué reacciones encontraste entre familiares y amistades cuando les explicaste tu decisión? «Decírselo a mi familia fue muy duro. Mi mujer estuvo diez días sin hablarme. Mi madre lo pasó fatal. Estábamos ahorrando para abrir un restaurante en Las Canteras, teníamos una hija pequeña… Fue una decisión dura. Con el tiempo lo aceptaron, pero el miedo siempre está. Cuando mataron a Maximiliano, un voluntario de Tenerife, fue un golpe muy fuerte».
«Me he enamorado de la cultura ucraniana»
¿Cómo recuerdas tu primera experiencia en el frente? «Mi primer despliegue fue en Jersón, donde estuve por más de siete meses combatiendo en primera línea. Recuerdo esos momentos con miedo. Nada más llegar a la posición grabé un video despidiéndome de mi familia, de mi mujer y de mi hija. Estaba preocupado, imagínate, con los rusos a 200 metros. Recuerdo tenerlos cruzando mi trinchera. Sus pies pasaron junto a mi cabeza y no tuve más remedio que disparar. Fueron horas de combate. Nadie te prepara para eso. A veces pienso en los rostros de las personas a las que disparé. Eso no se olvida».
«Los mataron a todos, justo delante de mí, a pocos metros. Algunos de mis amigos quedaron irreconocibles»
¿Hay alguna situación que te haya marcado especialmente? «Tras haber pasado un tiempo en el punto que debíamos defender, enviaron un vehículo de extracción para relevarnos. Era una pick up, como las que te mencioné antes, y en ella venían varios compañeros, entre ellos un amigo mío, Steven, de Colombia, y Alexei. Estaba esperando en una pequeña colina, escondido entre los árboles, cuando vi llegar la camioneta. Justo en ese momento, dos drones cargados con explosivos impactaron contra ellos. Los mataron a todos, justo delante de mí, a pocos metros. Algunos de mis amigos quedaron irreconocibles».
¿Has experimentado síntomas de Trastorno de Estrés Postraumático o efectos psicológicos? «Lo manejas como puedes, pero a la larga se vuelve insostenible. Siento que me está pasando factura de alguna forma u otra. El miedo, por su parte, me mantiene alerta. Pero sí: me ha subido la tensión, tengo taquicardias, poco sueño. El cuerpo lo nota. Al volver a Canarias me sentía raro, abrumado, prefería quedarme en casa. Me costó volver a adaptarme».
¿Qué es lo que más extrañas de Canarias? «Todo. La familia, la playa, hasta las guaguas. Pero sobre todo a mi mujer y a mi hija. Cuando mi hija me llamó llorando, fue como un puñal. Estoy cansado. Espero que esto acabe pronto. Si no, me quedaré hasta septiembre».
¿Qué mensaje enviarías a las islas ? «Que nadie venga. No vale la pena. Esto te destroza. Que valoren lo que tienen: la familia, la comida, el agua limpia. Que estudien, que se preparen. El mundo se está volviendo violento. Si esto sigue, nos espera una desgracia. Aquí todos han perdido a alguien, por ello prefieren morir antes que ceder una pulgada de tierra».