El Club de Rugby Universidad de la Laguna se fundó hace más de 40 años, como iniciativa del Rectorado de aquel momento y de un conjunto de aficionados a este deporte. Hoy en día está compuesto por tres equipos: dos masculinos (Senior A y B) y uno femenino (Furias CRULL), participantes, todos, en la Liga Canaria de Rugby, la cual comenzó en enero. La victoria de dicho torneo supone la posibilidad de jugar los play-off que dan el ascenso a Primera División Nacional.
El hecho de ser un deporte minoritario, incluso desconocido para algunas personas, supone una dificultad para captar nuevos fichajes. Además, las ideas preconcebidas sobre su dureza dificultan aún más la misión.
El rugby, independientemente de ser un deporte de contacto, no es sinónimo de violencia, lesiones y agresividad. De hecho, está penado mucho más que otros. Tal y como nos explica Álvaro Domínguez, estudiante de Filosofía de la ULL y capitán del Senior B, «las reglas y las normas se han hecho totalmente para que sea controlado, para que no haya lesiones ni gente que se haga daño». Esto supone que, el seguro deportivo que los jugadores tienen que pagar para poder participar como federados, ronde alrededor de los 160-180 euros por temporada. A lo que hay que sumarle el precio de la ficha.
Mediante rifas y sorteos, se les da la oportunidad de conseguir dichas cantidades. «Buscamos que los chicos trabajen, el rugby es un deporte que genera trabajo. Es necesario que aprendan el valor de las cosas», comenta Daniel Castillo, entrenador del conjunto B y de las féminas. «Hay muchos valores que en otros deportes se han ido perdiendo y que nosotros queremos fomentar, no solo es cuestión de competir», añade. Por ello, la participación de las familias, tanto activa como pasivamente, es esencial para continuar por esta línea.
Otra de las razones por las cuales los jóvenes tienen miedo de adentrarse en este deporte es el perfil de jugador que se ha estandarizado. Sin embargo, «no es un deporte que necesite un físico concreto, hay posiciones para todos. El fallo que tiene la gente es pensar que para ser jugador debes de pesar más de 80 kg, ser alto y bruto. Aquí hay de todo. La cuestión es que si te gusta, te quedes», afirma Daniel Redondo, jugador del Senior B.
Pero, ¿qué hay de las chicas? Lo habitual es que, con relación a los estereotipos que la sociedad le ha asignado a la mujer, no se la vincule con este tipo de deportes. No obstante, estos clichés se alejan completamente de la realidad. Hace aproximadamente 5 años se fundó el Furias CRULL formado, actualmente, por 14 chicas, menos de las necesarias para jugar de forma reglamentaria. A pesar de ello, después de que en temporadas pasadas no se disputase la liga femenina por el mismo problema con los otros equipos, se llegó al acuerdo de realizar los encuentros con el mismo número de jugadoras, con independencia de cumplir o no el número que estipulan las normas.
Mesoya Alonso, jugadora del equipo femenino, destaca la importancia de celebrar dichos encuentros: «La mejor manera de promocionar el rugby es que el equipo juegue, que nos vean. Así nos damos a conocer y, al mismo tiempo, la gente no se cansa». Respecto al rechazo social ante la participación femenina, la jugadora señala que «normalmente la gente se asombra cuando la conocen. Sin embargo, cuando le explicas la realidad, la cosa cambia». Desmiente, por tanto, que se trate un deporte solo para chicos. De hecho, en algunas ocasiones, han llegado a jugar partidos de transformers, caracterizados por ser encuentros mixtos en los que los jugadores van cambiando de posición.
Formar parte del CRULL no solo implica jugar, también supone una actividad social que favorece la relación, tanto de sus componentes como con los rivales. «Somos un grupo muy unido, siempre se hacen cosas, incluso con el otro equipo. Después de matarse como la gente piensa, el conjunto local invita al visitante a una merienda donde se comparten sensaciones y momentos del partido», comenta Aixa Rodríguez, exestudiante de Historia de la ULL.
La constancia es otro de los valores que se intentan transmitir. Por ello, faltar más de cuatro veces consecutivas o seis veces alternas, sin justificar, se penaliza con la expulsión. Según Adrián García, jugador del B, «cuando un compañero falta, los demás van y le preguntan por qué no ha venido». Los entrenamientos se llevan a cabo en Montaña Pacho en horario de tarde-noche, precisamente para que aquellas personas que estudien o trabajen puedan compaginarlo con facilidad.
Tal y como los miembros del CRULL admiten, «es necesario probarlo para poder opinar». Y aunque realizan numerosas exhibiciones o distribuyen propaganda, entre otras cosas, denuncian de manera general la falta de protagonismo del rugby en los medios de comunicación. «Cuando juegas llevas una camiseta y esa camiseta la sientes. No es el grado de afición y fanatismo que hay en el fútbol, por ejemplo, pero te sientes orgulloso de jugar a esto, quieres mejorar para que tus compañeros también mejoren. Es algo que no se describe con palabras. Por ello invito a todo el mundo a que lo pruebe y se enganche», concluye Domínguez.