Cada año se consumen unos 6 billones de cigarrillos, de los que un 64 % acaba en ríos, parques, playas o bosques. La Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR) afirma que cada año se generan 4,5 billones de colillas. Otras organizaciones, como la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) o el Ministerio de Salud argentino, reconocen que se trata de la mayor causa de contaminación a nivel mundial. Los filtros de las colillas están hechos de acetato de celulosa, un material fotodegradable, pero no biodegradable que tarda hasta diez años en desaparecer.
Las colillas conservan, además, numerosas sustancias tóxicas entre las que se encuentran el alquitrán, la nicotina o el amoniaco. Una sola colilla es capaz de contaminar 50 litros de agua, lo que sin duda supone un gran riesgo para el ecosistema. Al parecer estos residuos son más perjudiciales para el medio que los producidos por los envases plásticos de alimentos y bebidas.
Vivimos en la Tierra como si tuviéramos otra a la que ir
Basta con un paseo por el parque, un domingo en la playa o, simplemente, mirar el suelo de la cafetería de tu facultad. Lo primero que vas a encontrar son colillas, decenas de colillas. Y el problema no es otro que la desinformación: tratamos las colillas como si fueran orgánicas y desaparecieran con rapidez. Esto es lo que se conoce como tabaquismo “de cuarta mano”, la contaminación por residuos derivados del tabaco.
Hemos convertido al medio ambiente en el principal fumador pasivo del mundo. Ningún otro producto de consumo masivo provoca tanto daño al entorno en todas sus fases de vida. Pero nadie parece interesarse en solucionarlo. Durante años hemos sido testigos de numerosas campañas realizadas para reducir el consumo. Sin embargo, son muy pocos los países y organizaciones que imponen sanciones o realizan campañas de concienciación para frenar esta amenaza ambiental.
Quizás la aparición del cigarrillo electrónico pueda estar reduciendo el consumo de tabaco y, por tanto, sus desechos, aunque me atrevo a pensar que tiene una finalidad más cercana al capitalismo que al ecologismo. Bien podrían las autoridades comenzar a ser más competentes y ejecutar planes de acción que mejoren algo tan importante como la calidad del aire las urbes y la supervivencia del planeta.
Medidas principales
Desde SEPAR, se proponen diferentes medidas para mejorar esta situación. Entre ellas destaca incluir en las cajetillas mensajes para que los consumidores no las tiren al suelo, igual que se hace con las enfermedades producidas por su consumo. Se plantea también la posibilidad de colocar depósitos para su reciclaje o incluso imponer sanciones a aquellos que las tiren al suelo, como ha hecho ya el Ayuntamiento de París. Lo que más llama la atención es que ninguna ONG, ni organismo oficial ha querido sumarse a este proyecto, como afirma Inmaculada Alfageme, presidenta de la organización.
Si no somos los propios ciudadanos los que tomamos conciencia de este fenómeno, los residuos del tabaco pronto acabaran por incluirse en nuestra alimentación. Al encender un cigarrillo estas fumándote tu entorno, tus jardines, ríos, playas. Si realmente tan preocupados estamos por el medio ambiente, es hora de que lo demostremos. No cuesta nada recoger las colillas y guardarlas en los útiles ceniceros portátiles que podemos encontrar en cualquier tienda. No olvidemos que la casa se empieza a construir por los cimientos y no por el tejado.