En el mes de septiembre, con la vuelta a la rutina, es común encontrar los gimnasios a rebosar de gente a todas horas. Ya sea en grupo o en solitario, todos van a darlo todo y a sudar hasta la última gota para lograr los objetivos marcados. Sin embargo, como cualquier otra instalación de uso multitudinario, es importante comprender que no estamos solos a la hora de hacer ejercicio. Al pasar tiempo compartiendo el mismo espacio y material es importante cumplir unas normas básicas para que la convivencia sea más llevadera y para que tanto las instalaciones como el equipamiento se conserven en buen estado.
Una toalla y una botella de agua es suficiente
En primer lugar, el uso de la toalla es fundamental. Pocas cosas hay más desagradables que llegar a una máquina y que esté empapada con el sudor de la persona que la usó con anterioridad. Con colocarla en el lugar de apoyo es suficiente para mantener la higiene y, en el caso de que se sude más de lo normal, basta con secar la máquina con papel. Además, esta siempre nos mantendrá secos durante el entrenamiento y no tendremos que estar pendientes de ello.
Siguiendo con la misma línea de la limpieza, no se debe comer en los gimnasios para no ensuciar ni dejar rastros de migas o manchas por el suelo. Hay que procurar hacer las ingestas con antelación para que, además, podamos tener mejores niveles de energía y no realicemos la digestión al mismo tiempo. De esta manera, con una simple botella de agua o una bebida energética es más que suficiente.
Otro aspecto importante es el hecho de descargar siempre los discos de las barras que se hayan utilizado. Así, el siguiente usuario podrá adaptar el peso a su nivel y capacidad corporal. Asimismo, las mancuernas se deben colocar en su sitio concreto para mantener un orden en el área de musculación, que hay que tratarla con cuidado. Es normal que tras una serie con mucha carga que exija gran esfuerzo físico, en la última repetición los músculos no den más de sí, pero no es excusa para tirar las pesas sin más, por muy resistentes que sean. Lo mismo es aplicable para los agarres de las poleas, las muñequeras y las fajas de musculación. Todo hay que colocarlo en su lugar.
El uso compartido de las máquinas garantiza una buena convivencia
Por otro lado, no hay que acaparar varias máquinas y se debe preguntar a las personas de alrededor antes de usar una, por si está siendo utilizada. Sobretodo en las horas puntas, cuando hay mucha gente, es de buena educación tomar estas medidas. En el caso de que esté ocupada, seguro que se puede llegar a un acuerdo para compartirla gracias a los descansos entre series. También hay que respetar el orden de turno, no colarse y usar los aparatos disponibles durante un tiempo moderado. Si se da la casualidad de que el gimnasio tiene pocas máquinas de cardio, un truco para dejar a otras personas utilizarlas es hacer la rutina cardiovascular en distintas estaciones: 20 minutos en la cinta y el resto en la elíptica, por ejemplo.
Los espejos no están ahí para admirar la belleza, el volumen de los músculos, o sacarse selfies, sino para corregir y mantener la correcta postura en la ejecución del movimiento. Así que hay que procurar no tapar a nadie y colocarse de forma estratégica para que todos tengan acceso.
Finalmente, cuanto menos ruido mejor. No es necesario que todo el gimnasio se entere de la fuerza que estás imprimiendo para levantar un determinado peso, así que los alaridos exagerados están de más. No hay que burlarse de los novatos ni hacer sentir incómodo a nadie en general mirando con descaro. Es un momento para entrenar, no para alardear o comentar el atractivo de nadie.