El 84 % de las víctimas de trata lo son por motivos sexuales. Foto: PULL

No es sexo

Opinión

Imagina que una persona publica un anuncio con el siguiente texto: «Si quieres desahogarte y sacar toda tu frustración, puedes darme una paliza por 30 euros la hora». Nadie le ha coaccionado para que publique el anuncio. Sin embargo, podemos estar de acuerdo en que aceptar la oferta y pagarle a una persona para que permita vulnerar sus derechos no es ético de ninguna manera. Entonces, ¿por qué se duda tanto con la ética de la prostitución?

Es imprescindible entender que la prostitución constituye una vulneración de los derechos humanos y de la dignidad de la persona. Esto no cambia aunque haya una supuesta libertad de decisión. Supuesta porque en su mayoría, el conjunto de personas prostituidas tienen bajos recursos o son migrantes. En general, están en una situación de precariedad y necesidad.

Por otro lado, el 90 % de las prostitutas, muchísimas de ellas víctimas de tráfico de personas, son mujeres; mientras que cerca del cien por cien de los consumidores, son hombres. Resulta cínico negar, sin avergonzarse, que la prostitución es violencia contra la mujer. Es intrínsecamente sexista y misógina, y ha sido así durante toda la historia. No tiene sentido esforzarse en negarlo. La prostitución no es el oficio más antiguo del mundo, es una de las formas de esclavitud más antiguas y arraigadas en todas las sociedades. El 84 % de las víctimas de trata en todo el mundo son víctimas por motivos sexuales. Es decir, la esclavitud moderna es esclavitud sexual.

«No se puede ejercer la violencia sexual segura»

La regularización no es una solución. Holanda y Alemania son dos de los países más desarrollados del mundo, que en España tomamos como ejemplo. Desde que han regularizado la prostitución, la trata a aumentado el triple. Ámsterdam se conoce como «el burdel de Europa», pero los derechos de las prostitutas del barrio rojo no han mejorado en veinte años. Por el contrario, siguen sufriendo violencia y en los clubs de alterne se las explota para enriquecerse de manera totalmente legal.

Si países referentes no han sido capaces de poner leyes mínimamente efectivas y que protejan a las víctimas, creo que toca plantearse dos cuestiones. Primero, ¿cómo esperamos que lo consigan otros países?. Y segundo, a lo mejor es que simplemente no se puede proteger a una persona si realiza una actividad que vulnera sus derechos humanos porque no se puede ejercer la violencia sexual segura.

Donde hay que apuntar no es a la mujer que se prostituye. Es al cliente, el agresor. Una persona que considera aceptable abusar del cuerpo de otra y comprar su consentimiento sexual, no se puede considerar como un cliente normal que está dentro de la legalidad. Pero no acaba ahí. Los clientes son hostigadores, violentos, chantajistas y piden, constantemente, realizar prácticas deplorables.

«Las relaciones íntimas no son un derecho»

No me lo invento yo, ni ninguna asociación. Existen numerosas cartas y testimonios escritos que se han publicado. Las consecuencias de la prostitución son tan profundas que muchas veces son difíciles de imaginar. Sociales, físicas, psicológicas, sanitarias. La prostitución no es sexo. Introducir una esponja en tu vagina porque no te puedes permitir dejar de trabajar mientras menstrúas no es sexo. Que te pidan hacerte pasar por la sobrina, menor de edad, de tu cliente no es sexo. No poder disfrutar de tu vida sentimental – incluso después de haber abandonado la prostitución – por las secuelas psicológicas no es sexo. El dolor, el ardor insoportable en los genitales o el cansancio físico no es sexo.

Las relaciones íntimas no son un derecho. Pero es que la base de la prostitución es el poder. Poder sobre otra persona a la que se considera una propiedad, un objeto o una atracción. Por eso es violencia, es misoginia y es eternamente reprochable.

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