Cristo Padilla es natural del pueblo de La Herradura, en Telde. Trabaja de mozo de almacén en Logística Integral Oclock, pero actualmente se encuentra en el ERTE a causa de la pandemia de la Covid-19. A raíz del momento en el que se encontraba, decidió, no solo retomar, sino intensificar una de las actividades con las que más se siente identificado: Cuidar la isla de Gran Canaria recogiendo la basura que hay en barrancos, playas… Así, con humor y, sobre todo, siendo él mismo, se ha ganado el apodo por el que prácticamente lo conoce ahora todo el mundo: Plastimán.
Como si de un superhéroe que combate a los villanos se tratase, este grancanario lucha contra los plásticos y contra el peor enemigo de todos: la poca conciencia ciudadana Y siempre acompañado de su fiel escudero: su perro El Cholo. Pero ¿cómo empezó toda esta historia de Plastimán? Padilla siempre ha sido una persona concienciada con el medio ambiente. De pequeño, pasaba los veranos en la costa sur de la isla de Gran Canaria, yendo de acampada y acudiendo a la playa prácticamente todos los días. Amante de la naturaleza, comenzó hace unos años a limpiar de manera anónima los barrancos y playas de su municipio. Con el paso del tiempo, comenzó a subir vídeos a sus redes sociales, demostrando la «cara b» de la Isla. Así, el punto de inflexión llegó hace un año, con la «pesca» en la playa de Órzola, en Lanzarote.
Padilla se encontraba de vacaciones en la Isla con su familia. El teldense solía irse de ruta con sus padres explorando las maravillosas playas que escondía el territorio conejero. Un día decidió no salir y quedarse en la playa de Órzola. Tras haber conseguido numerosas especies de basura marina, como el pez chola o el pez tapa, el vídeo que grabó tras la limpieza a fondo del lugar es uno de los más virales, en el que comenta, con humor y desparpajo, la cruda realidad de muchas playas de Canarias: «Cuando vi la pedazo de playa en la que estaba tras recoger esa cantidad de basura, me dije a mi mismo que se nos estaba yendo de las manos».
La cuarentena también supuso un antes y un después en la vida de Cristo. Tras pasar el confinamiento, el 5 de junio, día mundial del medioambiente, se propuso hacer algo. El canal de Ojos de Garza, en el municipio de Telde, fue el lugar escogido por Padilla para la limpieza, a la que iba, en un principio, con un ánimo relajado y confiado. «Pensé que toda la pandemia iba a cambiar a la gente», comenta. Solo le bastó llegar al barranco para ver que estaba equivocado y afirma que cuando se vio solo, en unos cinco metros, ya tenía seis bolsas llenas.
Se encontró desperdicios de todo tipo que no pudo recoger en un solo día: mascarillas, guantes, botellas… Además, cuenta la anécdota de que ese día una señora le hizo abrir los ojos sobre la mentalidad que suele tener la gente. Le preguntó que por qué limpiaba eso si al día siguiente iba a estar igual. Él le respondió que, en ese caso, volvería a limpiarlo. Por último, instó a la señora que lo ayudase, y ésta le respondió tajante: «Esa basura no es mía».
«He visto a más turistas limpiando que a la propia ciudadanía canaria»
Pero ¿por qué la gente posee esa mentalidad? Plastimán lo tiene claro: «Considero que nos hemos acostumbrado a caminar entre basura, y ya lo vemos normal». Así, gracias al impacto que todos sus vídeos han tenido en sus redes sociales, lo reivindica siempre que puede. «Yo lo que quiero es que tu veas la basura, la recojas y te la lleves en una bolsa», afirma. Asimismo, matiza que otros te pueden ver y tomar ejemplo.
Mucha gente, sostiene Padilla, tiene la mentalidad de que tirar basura sirve para dar trabajo al ayuntamiento. En consecuencia: barrancos llenos de basura, playas llenas de residuos y plásticos, desechos con una longevidad de más de 30 años… «Lo peor es que no cuidamos nuestra tierra y vivimos del turismo», comenta. Y ese es otro de los problemas que existen. «He visto a más turistas limpiando que a los propios canarios. El guiri viene aquí a disfrutar de nuestras playas, de nuestra isla, y termina limpiándola. ¿A dónde hemos llegado?», sentencia.
Tajante ante la impasividad de gran parte de la sociedad canaria, achaca parte de la culpa a las instituciones, ya que considera que no se está haciendo un buen trabajo. «Tanto que se ponen a hacer publicidad y a decir que vivimos del turismo, así como elaborar reportajes mostrando las islas muy bonitas, que se impliquen en su cuidado», agrega. Claro indicador es la cantidad de deshechos antiguos que ha encontrado en sus limpiezas. Ha llegado a ver paquetes de papas de 1990. Por lo tanto, recalca que «hace más de treinta años que no se limpia ese barranco». En cuanto a los objetos y desechos que recoge, señala que se ha encontrado de todo, desde baterías enterradas hasta aparatos para medir el azúcar.
El activista también resalta que no solo nos estamos cargando el entorno, sino también la fauna. En uno de sus últimos vídeos en Instagram, Padilla mostraba cómo una pequeña lagartija se quedó atrapada dentro de una lata de refresco, pudiéndola sacar sin ningún tipo de problema. «Por tirar la típica lata, que parece que no hace daño, los animales mueren», comenta.
Por otra parte, Plastimán considera que las papeleras deberían mejorarse. Muchas de las que se encuentran en playas con mucho viento no poseen tapas. Por tanto, todos los desechos que se depositan dentro corren el peligro de salir volando, contaminando tanto a la vía pública como al mar. Añade que, con el viento que hace, materiales como guantes y demás salen volando. «En playas ventosas podrían terminar en el agua. Tenemos que actualizarnos con el tema de los cubos de basura y papeleras, poniendo, por ejemplo, tapas a dichos cubos», culmina.
«No soy un superhéroe, lo que hago yo lo puede hacer cualquiera»
Desde el 5 de junio lleva realizando de forma continua su labor. Así, su popularidad ha aumentado, cambiándole la vida por completo. «Hay días que me paso el día entero interactuando con los que me siguen en mis redes sociales», afirma. Además, nunca deja de aprender de sus seguidores. A los comentarios que lo califican como un superhéroe, Padilla lo deja claro: «No me considero un héroe». Lo que hace, resalta, lo puede hacer cualquiera con una bolsa y unos guantes. En definitiva, hay que tener ganas y querer hacerlo.
El buen recibimiento que todos sus vídeos tienen, tanto en Facebook como en Instagram, tienen una clave: su personalidad. «La clave ha sido ser yo mismo», aclara. En cuanto a sus vídeos, Padilla destaca que va sin guion, improvisando y soltando todo lo que piensa. Con respecto a su futuro, lo ve negro, dice entre risas. A pesar de todo lo que está cambiando en su día a día, no se ve fuera de su trabajo. «En mi trabajo estoy bien y no me he precipitado. Mi horario es favorable, y puedo compaginarlo con ser Plastimán», asegura. Además, muchas empresas han contactado con él para intentar contratarlo.
La figura de Cristo Padilla ha inspirado a muchas otras personas a realizar lo mismo. Así, se han ido formando otros grupos en diferentes puntos del Archipiélago. En parte, comenta el activista, la idea era concienciar e inspirar a que la gente lo hiciera también. «Todo suma y, a poco que nos juntemos y arrimemos el hombro, limpiaremos toda la Isla y acabaremos con toda la suciedad», sentencia.
Por otra parte, su perro es indispensable. Sin El Cholo, probablemente no se entendería lo que es hoy Plastimán, que siempre lo acompaña en sus limpiezas. «Él es el que más me ha enseñado toda la basura que hay en los barrancos. Tiene una energía increíble y es como si fuera un hijo para mí», declara emocionado. El grancanario, a favor de la adopción, comenta que se debería apoyar más y prohibir o controlar las ventas con todos los perros abandonados que hay.
Además, la gente ha recibido de manera ejemplar a Plastimán y muchos de ellos han aportado y donado material para apoyar a la causa. Guantes, bolsas, botellas de agua… «Lo que más me motivó fue ver a la gente queriéndome ayudar», comenta. Numerosas empresas y autónomos del municipio de Telde también aportaron y, cuando esto comenzó, le decía a la gente que no hacía falta.
Por último, los eventos juegan un papel vital en la labor que realiza. Por ejemplo, siempre dedica algunos días a la semana a recoger donaciones. Las limpiezas, por su parte, las organiza de manera que mínimo haya dos por semana, los jueves y sábados. Eso sí, sin dejar de hacerlas por su cuenta, para que la gente vea que no es cosa suya, sino que todo el mundo puede hacerlo. Por su parte, suele poner horarios de cuatro horas, para que todo el que quiera ir vaya cuando pueda. Además, insiste en que no hace falta que se queden todo el tiempo que él esté allí, porque dice que «cada uno tiene sus problemas y va cuando pueda y cuanto pueda. No quiero que se lo tomen como una obligación».