Desde pequeña me ha ensimismado la moda. Llevo toda la vida buscando referentes de estilo en mi Isla, pero para sorpresa de nadie, no he encontrado a alguien que destaque. No porque busque a gente que use colores llamativos o complementos extravagantes, sino porque no son capaces de expresar quiénes son a través de su forma de vestir. Tenerife escasea, entre otras cosas, de buen gusto para vestir. Pero no es nuestra culpa. Al fin y al cabo, vivir en un Archipiélago que solo es conocido por el sol y la playa, y que se preocupa más por el turismo que por su ciudadanía, desemboca en una falta de cariño y de involucramiento hacia nuestras necesidades.
En gran parte creo que es una cuestión generacional, educacional y de miedo. La juventud intenta imponer su esencia mientras en nuestras casas nos enseñan, a través de la práctica, que la mejor manera para encajar es ser y vestir como el resto. La huella que deja este dilema se entrevé a través la vergüenza que nos provoca hacer ruido por la calle con los tacones o llevar un abrigo de pelo sabiendo que tu entorno se pone vaqueros, unas Nike blancas y un top del Bershka.
«La diversidad de looks en la Capital de la moda demuestra que hay tantos estilos de vestir como personas»
Viajar a un lugar con una cultura distinta significa sumergirte en una amalgama de colores, texturas, telas y estilos de vestir extraterrestres. A pesar de que las redes sociales te acercan a personas de la otra punta del Mundo, la experiencia de convivir y cruzarte con gente que viste outfits exquisitos en cada esquina es casi religiosa.
Hace un mes estuve en Milán, y mientras admiraba el Duomo y las tiendas de las Galerías Vittorio Emmanuelle apreciaba una forma distinta de expresión personal. Un aura punk o coquette. Una joven mob wife o un italiano con bastón y chaqueta de vestir. Tal vez son escenas comunes en las grandes ciudades, pero por mucho que viaje y descubra nuevos fashion icons sigo sin acostumbrarme, en el mejor de los sentidos.
La diversidad de looks en la Capital de la moda demuestra que hay tantos estilos de vestir como personas. El problema no es no saber combinar las prendas, el verdadero dilema es: ¿Cómo consigues que el lugar donde vives deje de condicionar lo que te pones? Tenerife es pequeño y se queda corto en este sentido. Le falta la magia y variedad de las grandes ciudades. Cada día tenemos la oportunidad de aportar un poco de encanto a nuestra pequeña Isla, aunque sea cambiando las Nike por unas botas de tacón o el chándal por un conjunto de chaqueta y pantalón.