La asociación imparte formación sobre el acoso escolar y como actuar a docentes y alumnado. Foto: ACANAE.

La cara B del ‘bullying’

Sociedad

Suena el despertador. Me preparo para ir a clase. Mi padre me riñe por la hora que es. Llegamos tarde… por mi culpa. En el colegio queremos hacerle una broma a Jorge. Ana me dice que le baje los pantalones delante de la clase. Fue muy divertido, todos se ríen mucho con mis bromas. Jorge llora, no sé porqué. La directora del cole me dice que hacer este tipo de bromas no está bien y que si sigo así me van a expulsar del colegio durante una semana. Debo disculparme con Jorge… no entiendo porqué tanta tontería por una broma. Llaman a mi padres y me chillan y dicen que soy un desastre. Todo por culpa del chivato de Jorge. Mañana se va a enterar.

Esto es solo un ejemplo ficticio de acoso escolar. El bullying es una realidad latente y cada vez más visible. Sin embargo, suele primar la atención a la víctima, desatendiendo completamente a la persona acosadora mediante medidas restrictivas como la expulsión del colegio u reproches en el entorno familiar. Esto es un error. Si no se indaga en las causas, necesidades, actuación y repercusiones de sus acciones, ¿cómo se evita que la situación se vuelva a dar?

No existe un perfil único


Según la asociación contra el bullying Acanae, no existe un perfil único. Pero se suele tender a definir como alguien con carácter extrovertido, autoestima más bien alta o, por el contrario, con necesidad de autoafirmación; un comportamiento provocador, dotes de liderazgo, impulsividad, escasa empatía, falta de responsabilidad e inclinación a culpar a otras personas, no suele reconocer a la autoridad e interpreta las relaciones sociales en términos de poder-sumisión.

La intencionalidad de sus acciones no cuenta con una tendencia clara. Desde la experiencia de Oswaldo Paz como psicólogo de familia, sí pueden ser conscientes del daño ejercido e incluso de lo inadecuado y concreta que «es muy frecuente que se escuden en el se lo merecía, reforzando su errónea creencia de haber actuado correctamente». Lo curioso es cuando a pesar de la violencia en sus actos, no los identifican como amenazantes. «Esto se debe a la falta de empatía y a una creencia enraizada sobre la normalización del uso de la violencia», comenta el experto.

Mas del 90 % de los casos surgen en el ámbito escolar. Para atajar esta situación, Manuela de Armas, consejera de Educación del Gobierno de Canarias, afirma que «es necesario que se trabaje de forma conjunta entre el colegio y el entorno familiar». Para ello, el Gobierno de Canarias cuenta con un protocolo de actuación que considera completo. Sin embargo, el estudio realizado por Totto en 2021, no apoya a la anterior afirmación pues el 56 % de los profesores creen que los centros educativos de Canarias suelen tratar de ocultar los casos de bullying para evitar una imagen negativa.

El procedimiento que se plantea desde el Estado es claro. Una vez se comunica el caso violento en el centro, el profesorado debe actuar de acuerdo al Marco General de Actuación.  Además, la consejera argumenta que «la Dirección General de Ordenación, Innovación y Calidad apuesta por la formación permanente del profesorado. La herramienta formativa es esencial para abordar este tipo de situaciones».

Acanae imparte formación sobre el acoso escolar a docentes y alumnado. Foto: PULL

No obstante, este protocolo parece ser insuficiente ya que cinco de cada seis docentes se consideran incapaces de atender correctamente un caso de intimidación en el Archipiélago. A esto se suma Lorena Martín, la directora de Acanae señala que «impartimos talleres al alumnado, docentes y familias y hemos comprobado que, muchas veces, no saben ni atender a la víctima». Subraya la tarea pendiente de los centros escolares de trabajar el perfil acosador: «No se atiende de ninguna manera y es un grave error. Deben ver que hay detrás de esa conducta porque si proteges únicamente al damnificado, buscará otra víctima a quien agredir».

Aceptar para corregir


Para poder intervenir adecuadamente, todas las fuentes coinciden en la necesidad de contar con la colaboración de la familia. Esto no siempre es tarea fácil. Apuntan que parte de la solución está reconocer que pueden equivocarse y se debe aceptar para poder corregir.

Las circunstancias familiares tienen que ver en las conductas. Oswaldo Paz se reafirma en que «no es lo mismo emplear un sistema democrático con seguimiento cercano de la evolución con normas bien establecidas, que un sistema permisivo sin coherencia entre el establecimiento de reglas y  la interiorización de los valores necesarios para la convivencia social». No obstante, desvincula como posible causa los aspectos socioeconómicos familiares o de estatus social como factores determinantes del grado de violencia.

El sentimiento de culpabilidad tanto en familiares como en la persona acosadora puede provocar que la situación no se remedie de la forma más oportuna. Por eso, Lorena Martín señala que «no se trata de culpabilizar sino de preocuparse por lo que está ocurriendo. Es mejor intervenir ahora y evitar problemas futuros al menor». Por su parte, el psicólogo incide en la tendencia de la familia a minimizar las acciones. «Este tipo de respuestas refuerzan la conducta y al sentirse respaldado aumentan las posibilidades de que se reiteren los comportamientos inadecuados en el futuro», subraya.

Ciberacoso


Las nuevas tecnologías y los smartphones también tienen un papel dentro de este tipo de sucesos. A raíz de la pandemia de la Covid-19 y el paso a las clases telemáticas, el acoso escolar se transformó en ciberacoso a través de las redes sociales y aplicaciones de mensajería instantánea. Este se presenta como más dañino y complejo de tratar ya que se hace desde la invisibilidad que pueden ofrecer los perfiles falsos. Según un informe elaborado por la asociación ANAR en 2021, en cada clase de los centros escolares españoles se registran dos casos de ciberacoso.

Determinar unas causas concretas es bastante complejo. Oswaldo Paz comenta que «no existe una necesidad consciente que busquen satisfacer ejerciendo violencia. Muchas veces no son conscientes y justifican sus agresiones». De hecho, Lorena Martín refuerza esta hipótesis: «Lo hacen por imitación de conductas o por causar diversión al resto de la clase». Con esto último, indica la directora de la Asociación, hay que tener mucho cuidado. Es de vital importancia actuar sobre la víctima, quien agrede y el último vértice de esta ecuación, el público espectador.

Además, hay que mitigar la falsa creencia social de que ejercen violencia ya que, en palabras del psicólogo, durante el periodo infantil aprenden a serlo: «Muchas de estas actitudes derivan de las dinámicas de convivencia familiar y el enorme peso que tienen los medios de comunicación e internet, con valores y perspectivas que van calando poco a poco en su forma de interpretar lo que está bien o mal». Por ello, resulta imprescindible observar de dónde surge esa conducta.

La conducta puede evolucionar en función de la edad. En la adolescencia, existe una clara tendencia a ejercer más daño psicológico llegando incluso a causar más daño con palabras. Según Lorena Martín, muchas personas no conocen que este tipo de hostigamiento es un delito.  «No piensan que eso vaya a ser motivo de denuncia», puntualiza. En cuanto al código legal vigente, en este no está tipificado el bullying, ni tampoco en la materia legislativa de infancia se habla de acoso escolar o ciberacoso.

No es un juego entre escolares


El acoso no es un juego entre escolares. Es algo muy serio que puede marcar a alguien para toda la vida, e incluso inducirle al suicidio. A corto plazo, la persona agresora puede vivir repercusiones que incidan en su personalidad. «La secuela más evidente es el daño emocional que se podría producir por el rechazo, aislamiento o posteriores agresiones que puedan producirse como respuesta del alumnado», recalca Oswaldo Paz.

Pero, si no se corrige, también puede traer consecuencias a largo plazo. Según Save the Children, «a largo plazo existen altas probabilidades de que asuma permanentemente ese rol durante su vida adulta mediante abusos laborales (mobbing) o en su familia».

La asociación Acanae imparte formación en los centros educativos. Su directora valora que «lo mejor es trabajar desde muy temprano en valores básicos como la empatía, el respeto, la igualdad o el compañerismo». Además, cree que es de vital importancia concienciar. Conseguir que el mayor porcentaje de alumnado identifique la situación y puedan ayudar a frenarla es un objetivo claro. «Si el resto no le diera apoyo o se rieran, probablemente dejaría de hacerlo porque no consigue el efecto que pretendía», dice Lorena Martín.

En cuanto a la intervención terapéutica, entre los aspectos más importantes a trabajar se encuentran la toma de responsabilidad, el desarrollo de habilidades sociales y asertivas o la mejora del autocontrol. Así, Oswaldo Paz hace constar que «es fundamental que asuman su conducta y que sean conscientes de que hay un problema que solucionar. Hay que identificar pensamientos distorsionados y eliminar las excusas».

Coordinación para el Bienestar y la Protección del Alumnado


Por su parte, Manuela de Armas añade que está demostrado que cuando la persona que ejerce la violencia sabe que el profesorado tiene conocimiento de lo que está haciendo, tiende a parar este comportamiento. Sin embargo, desde la Consejería plantean una nueva propuesta para responder al desconocimiento de parte del profesorado sobre la materia. Así, este curso académico 2022-23 los centros educativos de Canarias cuentan con una Coordinación para el Bienestar y la Protección del Alumnado, que surge, apunta De Armas, «con la finalidad de garantizar los derechos fundamentales de la infancia y la adolescencia”.

Así, con un planteamiento cerrado, se espera atajar el bullying en los centros educativos y prosperar en la búsqueda de soluciones. Lorena Martín concluye en que «el acoso siempre va a existir. Lo importante es encontrar las herramientas necesarias para poder intervenir lo más rápido posible».

Lo último sobre Sociedad

Ir a Top