Cada persona europea tira once kilos de ropa al año. Foto: N. Santana

El verde nunca está de moda

Opinión

Muchos colores son tendencia este verano, como el blanco o el rosa. Se combinan con gafas de sol, bolsos llamativos o sombreros que destacan entre la multitud, porque la importancia de marcar la diferencia individual está por encima de la colectividad. Por eso el verde de la sostenibilidad nunca está de moda. En la actualidad, la forma más barata de comprar prendas es mediante la moda rápida (fast fashion), cuya elaboración es poco ética y dañina para el medioambiente.

Las personas que trabajan en esta industria lo hacen en condiciones deplorables que se comparan a las fábricas antiguas en las que se robaban ideas y diseños. El proceso de fabricación de una pieza textil conlleva mucho tiempo y dinero. Es importante garantizar a la clientela que su producto es de calidad y necesario en sus armarios, cuidando hasta el más mínimo detalle.

La moda tradicional se centra más en el cuidado del medioambiente. Foto: N. S.

La moda tradicional o slow fashion está compuesta por una fibra natural, mientras que la rápida se realiza con fibras sintéticas que desprenden microfibras, una de las principales causas de la contaminación de los océanos. Cuando la prenda se deseche tardará desde una semana hasta quinientos años en desaparecer por completo. Las marcas fast fashion se ciñen a la obsolencia programada, de esta forma ponen una fecha corta de caducidad a sus productos para que duren menos y que así la gente compre más.

Shein es una famosa tienda de ropa online que se ha mantenido en auge estos últimos años. Realiza réplicas de profesionales del diseño o prendas originales sin tanta calidad para venderlas a un precio más barato y entregarlas a domicilio en el plazo de una o dos semanas, incluso menos. Muchas personas que no tienen tanto nivel adquisitivo adquieren sus productos en esta plataforma, algo que es completamente normal y comprensible.

Sin embargo, la tasa de rotación de la moda rápida genera un consumo excesivo, y el consumo excesivo genera un impacto ambiental negativo. Además, las personas que trabajan para que compremos a un precio más barato son explotadas, con una media de 75 horas semanales y un solo día libre al mes. Según una investigación de Public Eye, la confección de un vestido simple da unos 42 céntimos a quien lo trabaja.

«En España tan solo se recicla un 12,16 % de la ropa que se fabrica»

Aplicaciones como TikTok o Instagram han logrado que los ciclos de tendencia sean cada vez más cortos, de tal forma que cuando alguien va a comprar un pantalón con corte de campana, este ya ha pasado de moda por otro más ajustado debido a la influencer que decidió ponérselo ayer por la noche.

Los seres humanos somos intrínsecamente inseguros por naturaleza. Vivimos en una sociedad en la que concedemos mayor importancia a la vida de los demás antes que a la propia, y de esto son culpables en gran medida las redes sociales. Tenemos la necesidad de destacar, de demostrar que somos superiores a otra persona para sentirnos mejor con nuestra conciencia.

Nos relacionamos en un mundo construido con una lupa en el que las imperfecciones son debilidades y las perfecciones fortalezas. La importancia y valía de la gente se mide en su consistencia en las tendencias. Si tienes el último iPhone, ¡eres genial! Si conseguiste el vestido que llevó Kylie Jenner en el evento de la semana pasada, ¡nadie puede contra ti! Pero si tu ropa es todo lo contrario, caerás mal. A las personas les cuesta diferenciar que la opinión pública no es válida para sujetos anónimos de la multitud.

Reutilizar la ropa que ya no usemos supone un menor impacto medioambiental. Foto: N. S.

La moda ética comenzó en 1998. Es un movimiento que propone elegir prendas elaboradas sin explotación ni contaminación del medioambiente. Si las piezas cuestan poco es que alguien cobró poco por hacerlas. Muchas diseñadoras como Katharine Hamnett o Stella McCartney se han comprometido a crear moda éticamente para frenar el desperdicio.

La clientela puede colaborar en la moda positiva adquiriendo ropa reciclada o reciclable, de fabricación local y comprando menos cantidad con mayor calidad. Uno de los materiales que se utilizan en estas prendas son el algodón ecológico o la lana. Muchos mensajes son lanzados en desfiles para concienciar a la gente del impacto medioambiental.

Stella McCartney es vegetariana y sigue un proceso textil respetuoso también con los animales. Para la temporada otoño/invierno de 2018 utilizó piel y cuero de imitación para reivindicar el uso de estos materiales en la industria.

«Todos los años se desperdician 92 millones de toneladas de textiles»

A pesar de que existen marcas sostenibles que no son tan caras, no es culpa de la gente no poder permitirse comprar artículos de slow fashion. Las personas de bajos ingresos no son las que mantienen a flote la moda rápida. Son las empresas que deciden continuar con este modelo las responsables de la contaminación y las condiciones precarias de trabajo.

Existen otras opciones que no implican gastar dinero en comprar más ropa, pero conllevan más tiempo. Un ejemplo puede ser la reutilización de prendas antiguas o la creación de algunas nuevas a partir de las viejas. Con unas tijeras, aguja e hilo, se puede confeccionar una camisa larga para que pase a ser una corta; o transformar unos pantalones vaqueros cortándolos con el patrón adecuado. Hay infinitos vídeos en plataformas como YouTube que reinventan la moda.

El aesthetic es un mundo nuevo en la industria en el que la estética prevalece ante las tendencias. Se basa en tomar un tópico para hacer de él una personalidad. El cottagecore es un tipo de estética que se centra en conectar con la naturaleza, llevar trajes o sombreros. El dark academia es más ambientado a las bibliotecas, tonalidades marrones, gafas y pantalones. Los aesthetics ayudan a que el ciclo de tendencias disminuya, ya que no pueden verdernos algo cuando nuestro estilo está definido.

El ‘cottagecore’ es una de las estéticas más famosas en la actualidad. Foto: N. S.

Según Marshall McLuhan «hoy nada está pasado de moda porque todo está de moda. Cualquier prenda de cualquier época está a disposición de todo el mundo». Y citando a un referente en la industria como Christian Dior: «Sencillez, buen gusto y pulcritud son los tres fundamentos del buen vestir».

La conclusión más lógica y sostenible que se puede sacar de estas referencias es que lo más ecológico que podemos hacer para destacar es encontrar nuestra propia identidad, de esta manera nadie podrá vendernos una nueva cada mes.

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