Recientemente la tienda de lencería Victoria’s Secret anunció el regreso a la marca de la modelo Barbara Palvin. La empresa la catalogaba como modelo curvy o plus size. Palvin mide 1’75 metros y tiene unas medidas de 87-58-89. Este hecho produjo un enorme revuelo en las redes sociales que tachaban a la multinacional de padecer una increíble gordofobia. Para enmendar su error, la compañía contrató como nuevo Ángel a la española Lorena Durán. Esta chica mide también 1’75, cuenta con unas medidas de 95-70-115 y utiliza una 42.
En la firma una modelo puede alcanzar un pecho, cintura y cadera de máximo 86-61-86, respectivamente. Es este el motivo por el que Lorena y Barbara, con 55 kilogramos de peso ambas, son consideradas curvy. Pero, ¿hay que celebrar que dos mujeres delgadas sean etiquetadas como talla grande? ¿Es una 42 una talla fuera de lo “normal’’?
Vivimos en una sociedad que, desde siempre, ha estado marcada por unos cánones normativos de belleza. Históricamente este concepto se relaciona en su mayoría a la mujer, es decir, es a nosotras a las que se nos exige seguir unas determinadas pautas. Actualmente, estos cánones buscan a chicas delgadas y guapas. Personas que cumplan con lo que las multinacionales piden. Todas tenemos que estar cortadas por un mismo patrón, encajar en una 36 para que no se nos tache de gordas o bueno, plus size o curvy.
La belleza por encima de la persona
Está claro que las empresas son unas de las principales culpables de los problemas que las mujeres tenemos para entrar dentro de lo que se cree normal. Si no conseguimos un cuerpo de modelo no estaremos felices. Es así cómo se relaciona la felicidad con la estética, con alcanzar lo que otros nos imponen. Pero, no solo son los negocios los causantes de este problema.
Todos somos responsables de lo que le hacemos al resto de personas, de cómo los miramos o qué decimos. A cada una de nosotras nos han dicho en algún momento: “Estás más rellenita”, “Tienes que empezar a cuidarte”, “Así no vas a conseguir pareja nunca”. Simples frases que nos puede decir nuestra abuela, nuestra pareja o nuestro vecino pero que con el tiempo, van causando un daño psicológico que hace que no te veas igual a los demás. Que comiences a tener prejuicios y que creas que vales menos por tener unos kilos de más.
Y es ahí donde todos tenemos que actuar, dejar de pensar que una persona gorda es infeliz o que no vale lo mismo que el resto. Dejar de asociar automáticamente la falta de autoestima, las dificultades para vivir una sexualidad de manera satisfactoria o la necesidad de esforzarse más para ser tratado de igual manera a las personas con sobrepeso. No. Estas personas no valen menos por ser diferentes al resto, por no utilizar ropa del Zara o del Bershka solo porque no fabrican tallas reales o por no sentirse identificadas con las modelos plus size.
Una tienda que tolera todo tipo de cuerpos
Además, las marcas deberían de seguir el ejemplo de Rihanna. No solo lanzó una línea de maquillaje, que cuenta con tonos para todo tipo de pieles sino que, sacó al mercado una cadena de lencería para todos los tamaños. Todo el mundo puede comprar en su tienda sin necesidad de tener un cuerpo que entre en determinados números.
Sinceramente, creo que todos podríamos aportar nuestro granito de arena y empezar a erradicar esa gordofobia que se nos inculca desde que nacemos. Enseñar a los más pequeños que todos somo iguales pesemos 50 o 90 kilos y que el físico no compra la felicidad.