Asha Ismail en su intervención en el I Festival Voces de Mujeres. Foto: PULL

Asha Ismail: de víctima a activista contra la Mutilación Genital Femenina

Solidaridad

Hoy domingo, 6 de febrero, se celebra el Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina (MGF). Sin embargo, no existe en la actualidad una cuantificación de víctimas que la han sufrido. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que la cifra de mujeres y niñas vivas que han sido sometidas a esta práctica oscila entre 100 y 140 millones. En esos datos estimados no entran las «niñas fantasma», quienes han muerto desangradas o a causa de infecciones y otros efectos colaterales. De ellas se acuerda Asha Ismail, fundadora de la organización Save a Girl Save a Generation.

La activista somalí, nacida en Kenia, fue infibulada cuando tenía aproximadamente cinco años. Se trata del tercer tipo de MGF, el más agresivo de todos. Consiste en extirpar la totalidad de los labios mayores y menores, así como el clítoris, para después coser, dejando tan solo un orificio muy pequeño para expulsar orina y sangre menstrual. Cuando la mujer que la cortó y la cosió hubo terminado, Ismail tuvo que pasar un mes atada, sin apenas moverse, para que las heridas pudieran cicatrizar.

Durante gran parte de su vida, el dolor y las complicaciones para ir al baño fueron su rutina. No tardaron en aflorar otros traumas e inseguridades que todavía hoy perduran. Todo ello fue a peor cuando, siendo aún muy joven, la vendieron al que fue su primer marido. Todavía recuerda cómo, en la noche de bodas, mientras su familia celebraba, su marido llamó a una mujer para que cortara las costuras de su vulva. Y, sin dejar tiempo para que cerrasen las heridas, la violó.

«Activista por accidente»


Entonces no lo sabía, pero ya estaba comenzando a gestar a su primera hija. Y con ella, la semilla del que sería el activismo que ya lleva muchos años practicando. Ismail se declara «activista por accidente», y es que nunca pensó que dedicaría su vida a luchar contra la MGF. Pero, con el nacimiento de su hija Hayat, quien hoy tiene 32 años, decidió que ella no pasaría por lo mismo.

Al principio, charlaba con otras mujeres para intentar que no sometieran a sus hijas a la MGF. En la actualidad, Save a Girl Save a Generation cumple esa misma misión. En la organización, acompañan, asesoran y ofrecen educación sanitaria y sexual a mujeres para que no perpetúen esta práctica que deja secuelas durante toda la vida. Entre ellas, infecciones cíclicas, traumas, complicaciones en el parto, muerte del bebé, dolor al orinar, menstruar o mantener relaciones sexuales, inseguridades, etc.

Ismail explica que el único sentido que tiene la mutilación es el sometimiento de la mujer al hombre. Aunque los hombres no son quienes la practican, afirma que solo se continúa haciendo para que las niñas puedan casarse, a menudo para salir de la pobreza o cumplir el rol social que les corresponde. Es más, asegura que, si se tratase de un asunto masculino «ya se hubiera acabado».

Su madre, aunque en su momento pagó para que las infibularan a ella y a sus hermanas, también practica un activismo similar, a través de la conversación «de tú a tú» con otras mujeres. Ismail considera que es su forma de pedirle disculpas, aunque ya hace tiempo que la perdonó. «Ninguna madre quiere hacer daño a su hija», razona, para añadir que tan solo lo hizo porque era lo que se esperaba de ella y para evitar la exclusión de sus hijas.

La MGF se practica en 92 países, no solo africanos


Parte de los conocimientos que Ismail quiere expandir con su activismo tienen que ver con el antirracismo y la eliminación de estigmas hacia África o la religión musulmana. A menudo, se considera que la MGF solo se practica en el continente africano y por motivos religiosos. No obstante, quiere dejar claro que el Islam no la contempla. Es más, según explica, solo la realizan ciertas etnias concretas, y no el continente entero.

Pero esto va más allá de África. La Mutilación Genital Femenina, con diversas variantes y por distintos motivos, se practica también en Asia, América e incluso Europa, en un total de 92 países. En el pasado, en la historia reciente y en la actualidad. Por ejemplo, durante los siglos XVIII y XIX, se creía que una cura médica para la histeria consistía en la extirpación del clítoris.

La pobreza causada por la pandemia podría generar unas 2 millones de víctimas adicionales de MGF


Resulta muy complicado arrojar una cifra concreta sobre el número total de casos de MGF, tanto pasados como presentes. En palabras de Ismail, es porque «no interesa» contabilizarlas o llevar un control, debido a que se trata de un asunto de salud femenina. Aunque esta práctica está prohibida en casi todos los países, se sigue haciendo desde la clandestinidad debido a la falta de educación, lo cual se traduce en más víctimas mortales.

La pandemia por la Covid-19 ha causado, entre otras cosas, un importante aumento de la pobreza. Muchas veces, la única salida que se le puede dar a las niñas en esa situación es casarlas. Y, a pesar de que algunas familias no tuvieran pensado mutilarlas, decidieron hacerlo por ese motivo. También, aprovechando el cierre prolongado de las escuelas, sabiendo que no detectarían que las habían mutilado.

Unicef estima que, a causa de la pandemia, podrían darse unos 2 millones de casos adicionales de MGF que, sin la pobreza asociada al coronavirus, no se hubieran producido.

Con el panorama general, Ismail considera «complicado» que la MGF pueda erradicarse en pocos años, según establecen los objetivos de la Agenda 2030. No obstante, se declara «optimista» pero «no loca». La educación, el acceso que permiten las tecnologías a la información y la eliminación progresiva de ciertos tabúes son, a su modo de ver, importantes agentes del cambio.

De hecho, asegura que tanto en su entorno como en el de otras mujeres que acuden a su organización, ha habido una modificación en el pensamiento. Cada vez más mujeres se niegan a mutilar a sus hijas. Eso, para ella, es esperanza puesta en el futuro. Un futuro en el que la Mutilación Genital Femenina forme parte del pasado. Y así, algún día, tan solo se recordará porque fue una práctica que sufrieron las abuelas, quienes decidieron cortar el ciclo.

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