«Compaginar el arbitraje y las clases no es difícil»
Aitor Javier Jacinto Ramos compagina su faceta de colegiado con sus estudios de Periodismo en la ULL. En solo diez meses dentro del Comité Técnico de Árbtros de Tenerife, declara que ha crecido tanto en lo profesional como en lo personal. Aunque su llegada fue casi fortuita, hoy en día se siente comprometido con esta actividad y se plantea objetivos claros a corto y medio plazo. Su ilusión está en seguir aprendiendo desde cada partido y, si el trabajo lo permite, alcanzar la Segunda Regional.
Su entrada en el colectivo arbitral no fue premeditada ni respondía a un sueño de infancia. «A lo largo del año pasado, tras ir cada día a ver jugar a mi pareja, me acabaron dando ganas de estar en un campo también», comenta. Aunque de niño solo jugó al fútbol durante un año, nunca pensó que retomaría el deporte desde otro rol. Fue su suegra quien le propuso probar como árbitro, y esa sugerencia terminó cambiando el rumbo de su vida por completo. «Gracias a ella aquí estoy», afirma.
«Si no me lo pasara bien, sé que lo dejaría»
En su primer año como árbitro, Jacinto Ramos se siente satisfecho con su progreso. Asegura que, más allá de los resultados, lo importante para él es disfrutar con lo que hace y aprender en cada encuentro. Actualmente no tiene prisa por ascender de categoría, pero reconoce que le gustaría optar a subir de categoría en la próxima temporada. «Me gustaría la temporada que viene luchar por esa opción de llegar a Segunda Regional», relata.
Compatibilizar el arbitraje con la universidad no le supone una dificultad. Valora positivamente que los partidos del fútbol base se celebren mayoritariamente por la tarde y los fines de semana, lo que le permite asistir a sus clases por la mañana sin conflictos de horario. «Tengo todas las comodidades», señala.
«Arbitrar todo perfecto es imposible»
La parte más dura del arbitraje, admite, llega desde las gradas. Reconoce que los insultos se han convertido en un problema serio y que no siempre es fácil lidiar con ellos. «La mayoría de los días tengo la capacidad de ignorar lo que se dice, pero hay días que se complica y uno puede acabar sintiéndose muy mal», confiesa. En más de una ocasión ha llegado a cuestionarse si realmente vale la pena continuar o si, simplemente, no está hecho para ello. A pesar de eso, insiste en que la clave está en no dejarse influir por lo que se escucha y en saber que es imposible contentar a todo el mundo.
Su actitud tras cada partido es siempre reflexiva. Dedica tiempo a revisar qué decisiones tomó, qué funcionó para mantener la calma en el campo y qué pudo haber generado tensión. «Intento mejorar la forma en que llevo las cosas para tratar de entablar un diálogo con los dos equipos y que así todo sea más sencillo de manejar para todos», explica. Esta disposición al análisis y al aprendizaje constante ha sido una de sus herramientas más valiosas durante estos meses.
La experiencia dentro del Comité ha sido positiva. Agradece el trato recibido y valora el aprendizaje compartido con el colectivo más veterano. «Estos diez meses que llevo incluso me han mejorado como persona individual», asegura. Desde su primer partido en solitario hasta hoy, siente que ha avanzado mucho y que aún le queda un largo camino por recorrer. Lo que sí tiene claro es que quiere seguir avanzando. «Tengo ganas de ver cuánto voy a aprender los próximos meses», concluye.