Colmenares de abejas en Tenerife. Foto: A. Fox

Abejas, mucho más que picaduras y miel

Medioambiente

Cuando pensamos en las abejas, normalmente se nos vienen dos cosas a la cabeza: la miel que producen estos insectos y su dolorosa picadura. Aunque nadie puede negar que son características propias de estos animales, la importancia de una colmena va mucho más allá. Estos pequeños seres son los principales responsables de la polinización de las plantas, un proceso vital para que produzcan sus frutos y semillas. Sin este pequeño aporte, no solo se perdería gran parte de la producción agrícola, sino que se dañara el equilibrio natural del planeta.

La apicultura es una actividad ganadera dedicada a la crianza y cuidado de las abejas con la finalidad de obtener productos como la miel, la jalea real, el propóleo, la cera y el polen. Esta actividad se ha practicado en Canarias de forma tradicional desde finales de la Conquista. Según datos de la Casa de la Miel, actualmente hay alrededor de 700 personas que se dedican a esta labor tan solo en la isla de Tenerife, donde se concentra el 60 % de la actividad apícola del Archipiélago.

David Faas lleva quince años dedicándose a la apicultura y actualmente tiene 25 colmenas a su cargo. «Empecé a través de un conocido al que fui a ayudar con sus colmenas. Me gustó y me he quedado en él todo este tiempo y espero seguir muchos años más», explica. Asegura que el principal requisito para trabajar en este mundo es que te guste.

Formación para la apicultura


Faas comenta que la realización cursos formativos es «importantísima» para dedicarse a esta profesión, ya que aportan los conocimientos necesarios para entender cómo hay que trabajar. La Casa de la Miel, situada en el municipio del Sauzal en Tenerife, ofrece cursos de forma gratuita para instruir a aquellas personas que estén interesadas. Aquí pueden aprender la propia biología de estos animales, qué enfermedades les afectan o cómo hay que manejar una colmena. También se enseña como realizar la castra, que es el proceso de recolección de la miel.

Los recipientes que se utilizan para albergar las colmenas son otro elemento importante para comenzar en el mundo de la apicultura. «En la época de nuestros abuelos se usaban los corchos. Eran troncos huecos de pitera o de drago. Ahí era donde se criaban las abejas», recuerda el apicultor. Hoy en día quedan algunos vestigios de esta práctica en la apicultura artesanal, pero actualmente se utilizan cajas cuadradas de madera, más fáciles de apilar y transportar. Asimismo, apunta que el cambio en los tiempos ha moldeado la apicultura al beneficio del ser humano.

Colmenares modernos hechos con cajas cuadradas apilables. Foto: A. Fox

Reina, obreras y zánganos


En una colmena de abejas melíferas, la esperanza de vida media de una obrera ronda entre 30 y 45 días. Durante este tiempo, cada trabajadora desempeña una serie de funciones vitales que cambian conforme envejece. Las más jóvenes son las denominadas nodrizas, que se encargan de alimentar a las larvas y producir la jalea real. Conforme avanza su edad se van convirtiendo en limpiadoras y luego en guardianas. 

«Lo último que hace una abeja en su vida es ser pecoreadora, que es la que sale a buscar el néctar para la colmena», explica. Este trabajo es el más arriesgado para este insecto y la muerte de un espécimen viejo repercutirá menos en la salud del resto.

La reina es la encargada de producir los huevos para garantizar el reemplazo dentro de un colmenar. A diferencia de las obreras, una reina puede llegar a vivir hasta cinco años. El criador de abejas aclara que esta mayor longevidad se debe al consumo de jalea real, que modifica su organismo permitiendo vivir más. Estas monarcas son capaces de producir alrededor de dos mil huevos al día.

Por último, están los zánganos, que son los machos de la colmena, encargados de fecundar a la reina. «La gente piensa que el zángano no hace nada más pero tienen también la función de distribuir calor y participar en el movimiento de la colmena», añade el apicultor. Aunque son más grandes que las obreras no cuentan con un aguijón y no pueden picar para defenderse.

«La misma presencia de la colmena en el lugar fortalece el ecosistema»


«Las abejas son biomarcadores, cuando he llevado a mis abejas a ciertos lugares para polinizar árboles o fincas la misma presencia de la colmena en el lugar fortalece el ecosistema», señala David Faas. La colaboración entre agricultores y cuidadores de abejas es beneficiosa para ambas partes. El apicultor explica que esta práctica permite a la abeja tener una floración segura y mejora el rendimiento de la producción agrícola de la zona.

El traslado de las abejas a zonas en floración es un tipo de apicultura denominada trashumante, y se lleva practicando en Canarias desde hace mucho tiempo. «Antes la gente cargaba los burros para subir al Teide durante la floración de la violeta o del tajinaste», cuenta el colmenero. Hoy en día, para poder realizar esta práctica hay que ser residente en la isla de Tenerife, titular de una explotación apícola inscrita en el registro de explotaciones ganaderas de Canarias y haber realizado un programa oficial de saneamiento de las colmenas.

La idea tras esta práctica reside en la optimización del proceso de floración de las plantas. Faas aclara que las plantas utilizan gran parte de su energía en mantener las flores y cuanto más tarda en polinizarse, más tiempo tiene que mantenerlas. Si hay una colmena cerca, este proceso es casi inmediato, permitiendo a la planta perder la flor y comenzar a dar fruto.

Abeja polinizando la flor del verode. Foto: PULL

Amenazas y peligros


La falta de lluvias y los cambios en la temperatura han provocado que en los últimos tiempos se reduzca la floración en muchas zonas, lo que afecta también a la producción de miel. Faas explica que aunque la polinización sigue ocurriendo ahora es más pobre porque la planta está en su «esplendor». Por otro lado, la inconsistencia de las temperaturas ha provocado que se tengan que adaptar y que la floración se vuelva esporádica.

Otro peligro para las abejas son las plagas, como la varroa, un ácaro parasitario que se adhiere a las abejas para alimentarse de su hemolinfa. Además del daño directo que ocasiona este parásito, también favorece la aparición de otras enfermedades en la colmena. Según lo establecido en el artículo 6 del Real Decreto 608/2006 existe la obligación de realizar al menos un tratamiento anual para controlar esta enfermedad.

Las especies invasoras depredadoras como las avispas son también una amenaza para el mundo de la apicultura. La más conocida es la avispa asiática o velutina, que ha invadido muchas zonas de la Península, aunque por suerte esta especie aún no se ha asentado en las Islas. Sin embargo, otras especies como la avispa lobo si han llegado a Canarias. Este depredador caza en solitario en el exterior de las colmenas, aunque es mucho menos agresiva que el avispón asiático.

El control de plagas en la agricultura implica muchas veces el uso de pesticidas. Los distintos productos fitosanitarios sirven para controlar a los insectos nocivos que afectan a las cosechas, sin embargo, estos químicos también acaban con la fauna local y con animales beneficiosos como la abeja. «Mejoran las producciones porque entran menos plagas, pero los químicos deterioran también la fauna que favorece el ecosistema», ultima Faas.

Lo último sobre Medioambiente

Ir a Top