Los campamentos son uno de los lugares de trabajo más solicitados en verano. Foto: A. Schustek

A 3997 millas de la muerte

Opinión

Hay muchas cosas que a la juventud nos encanta hacer en nuestro tiempo libre en verano: viajar, estar en la playa, salir con amistades, hacer deporte, aprender un idioma… Pero creo que hay una moda que apunta alto en estos últimos dos años: disfrutar de una actividad remunerada mientras se descubre un país extranjero lejos del Continente europeo. Estados Unidos, Canadá o Australia son destinos al alza que esconden realidades por culpa de las redes sociales.

Los campamentos son uno de los lugares con mayor atractivo a los que la gente opta por realizar una tarea pagada. La instrucción de deportes, el entretenimiento de menores, la hostelería o la organización de juegos son algunas de las funciones más demandadas por lo que en terminología inglesa se conoce como camps. Los puestos de trabajo de consiguen mediante agencias de colocación con representación en casi todos los países del Mundo.

Compruebo que una de las expresiones más divulgadas por las empresas intermediarias internacionales en redes sociales para captar clientes es: ¡Haz amistades para toda la vida mientras vives una experiencia inolvidable en tus vacaciones! Sin duda, la vivencia no es gratuita. Las personas interesadas deben pagar una tasa de gestión para conseguir una entrevista a la entidad que te consigue el empleo. También se debe sumar el coste de una visa J1 en una de las embajads estadounidense y los vuelos hacia la zona del país al que decidan viajar. La inversión inicial puede superar los mil quinientos euros.

«Making friends forever, un buen eslogan para captar personal»

Un aspecto fundamental para practicar cualquier idioma es exponerse en un contexto real con hablantes nativos. El inglés es una lengua que deseaba poner en uso y mi motivación por participar en esta especie de programa de intercambio aumentaba cada día más. Mis intenciones: abrir la mente y fortalecer mi personalidad. Acepté todas las condiciones y decidí iniciar una aventura que marcaría mi percepción del entorno norteamericano durante los próximos meses.

Mi primer día en Atlanta me sorprendió. Mi cara mostraba pánico al ver un tatuaje con los números del código postal y el nombre Camp Blue Ridge (CBR) sobre el brazo del encargado jefe del personal de actividades infanto-juveniles al más puro estilo de un preso en la prisión de Guantánamo. En ese momento, me cuestioné si el destino final al que me dirigía era un camp de esparcimiento o una especie de reformatorio encubierto. Make friends forever es eslogan que se veía en la entrada del recinto que iba a acogerme durante los próximos sesenta días.

«La exclusión social, el caldo de cultivo»

La convivencia entre el personal durante las dos semanas previas a la llegada de campistas determinó la manera en la que se iban a desarrollar las relaciones de compañerismo durante la temporada estival: exclusión en actividades grupales, conflicto de intereses, amiguismos según la nacionalidad, rumores degradantes y favoritismos repulsivos. El ser una persona diferente o neurodivergente (Altas Capacidades Intelectuales, Asperger, TDAH…) solo empeoraba el trato recibido.

Personal en el descanso haciendo bullying social a quien los filma. Foto: A. Schustek

Creo que las peores vivencias que permanecen como recuerdo en una persona son aquellas que afectan a su círculo social en el contexto en el que se desenvuelven durante un tiempo prolongado. No pasa un día en el que no piense lo mal que lo pasé en un campamento en el que se me excluía cada día como una pelota de basura no apta para el reciclaje.  La misión de un espacio de educación no formal se convierte en un campo de concentración donde solo pensaba en cómo evadirme de una realidad que nadie merece.

«Caminar por la autopista y arriesgarte era la única escapatoria»

Los días libres eran muy deseados para las personas que contaban con un transporte para salir del Recinto. La gerencia disponía de un furgón y un conductor durante los primeros treinta días. Por desgracia, el último mes decidieron recortar gastos. La esposa del dueño, decidió suspender el servicio de traslado hasta el centro del condado. La distancia entre las cabañas y la ciudad solo podía recorrerse en coche o a pie por un tramo de autopista de casi cinco kilómetros sin un arcén en condiciones de ser transitado.

La vida se pone en riesgo cuando jóvenes que trabajan durante el verano en un campamento aislado de la ciudad depende de transporte privado o de amiguismo excluyente para disfrutar de un derecho humano común: la libertad. La única forma de llegar con una garantía de salud a Clayton eran mediante un vehículo motorizado.

El personal estadounidense disponía de vehículos propios que solo compartían con amistades que ya conocían de otros años, gente procedente de Reino Unido. A los europeos nos echaron un tazón de sopa fría sobre la cabeza. La mayor parte de la gente local cree que Europa es un país y Estados Unidos es un ente supremo que está en la cima del Mundo. No es así, como vemos con frecuencia en las noticias.

«Estados Unidos es un país que se idealiza por culpa de las redes sociales»

No puedo acabar este artículo sin mencionar antes lo positivo que es viajar, trabajar o participar en programas de intercambio veraniegos para jóvenes. La experiencia negativa en Camp Blue Ridge debe servir para promover el desarrollo personal y el aprendizaje en un contexto real que muchas personas llegan a idealizar por lo que ven en las redes sociales. Nada es lo que parece y no debemos hacer caso de influyentes.

Sin duda, Estados Unidos es un país que les abrirá los ojos en las futuras decisiones que tomen en su vida. Por primera vez, sin duda, estuve a 3997 millas de la muerte. La distancia entre Canarias y un hipotético destino fatal.