«El veganismo es una moda», podría estar sentenciado ahora mismo un amante de la carne sentado a la mesa de su bar diario, a punto de darle un bocado a la hamburguesa que acaba de pedir. No le falta razón, pues si las tendencias hacen referencia a las costumbres, prendas o gustos populares del momento, lo es sin duda. Nos lo confirman las cientos de ventas de libros de recetas veganas o las miles de visitas en vídeos de estilos de vida de este tipo. Aunque las modas se caracterizan por ser pasajeras, si este suceso logra la coordinación de la sociedad hacia un cambio ético, nada malo de ello podemos decir.
Según el informe The Green Revolution, elaborado en 2017 por la empresa Lantern, más de la mitad de los veggies, si queremos usar el término en boga, se encuentra en la juventud, esa etapa de formación, rebeldía, de lucha contra lo que creemos que son injusticias… No es de extrañar que sea en este sector donde ha tenido más impacto. Son muchos los jóvenes que ya han renunciado al consumo de productos que antes eran del día a día, como la carne, la leche, los huevos y el pescado, además de no comprar prendas de ropa y accesorios de origen animal.
Los negocios encuentran una oportunidad para lucrarse
No todas las personas parecen poseer la misma fuerza moral así que, a raíz de esta alimentación vegetal, han ido surgiendo otras dietas más permisivas. Encontramos entre las más practicadas la ovolactovegetariana, similar a la vegana a excepción de que el sujeto incluye huevos y lácteos en su alimentación, la pescovegetarina, cuestión semejante, pero con el pescado y el marisco, o el incluso denominado flexitarianismo, consistente en reducir el consumo de carne. A estas las subsigue una lista que no se queda corta, como si la ética fuera flexible y permitiera deslices de vez en cuando para poder disfrutar de algún que otro manjar cárnico.
Atentas y tomando nota de estas tendencias se encuentran las empresas de alimentación. Ya existen nichos de mercado orientados a estos grupos de individuos que buscan su dieta ética a medida. En los supermercados podemos encontrar secciones enteras con estanterías llenas de productos vegetales de toda clase y, paseando por la ciudad, uno se da cuenta de la cantidad de nuevos establecimientos que aparecen consagrados a lo vegano, vegetariano, u incluso a lo orgánico, que también está aprovechando el auge para hacerse un hueco en el mercado.
Veganos, protagonistas de una nueva revolución
El veganismo, como práctica ética que rechaza usar a los animales, y que además busca conservar el medio natural, va de la mano del activismo. En Internet se filtran vídeos de las malas condiciones que estos seres vivos sufren en las industrias cárnicas, e inundan las redes sociales mensajes reivindicativos que afirman que la ganadería, la pesca y la caza son ecológicamente insostenibles.
Alguien una vez pensó cierta ocurrencia que dice así: «El ser humano ya no sufre la evolución porque prefiere la revolución». Haciendo alusión a esto, un triste suceso ocurrió este verano en Francia. Hubo una oleada de ataques a carnicerías y pescaderías perpetrados por activistas que no consumen productos de origen animal. Terminaron destrozados negocios que, muchos de ellos, llevan abiertos toda una vida y que pueden suponer el único sueldo o sustento de una familia.
Realmente lo vegano, de novedoso solo tiene su éxito. En las antiguas bases de la tradición hinduista y budista ya está reconocido el consumir carne como un acto cruel, y en países como Japón es la gastronomía habitual.
En definitiva, esta opción no es desfavorable para nadie, salvo aquellos casos de vandalismo ya referidos. Lo que molesta es ese aire de superioridad moral de las personas practicantes de las derivaciones del auténtico veganismo. Porque una nutrición con alimentos de origen vegetal en abundancia y restricción del consumo de las carnes rojas a una o dos veces máximo por semana ya existe, se llama dieta mediterránea.