Esta es la historia de los zapatos que han conquistado a medio mundo. Una historia marcada por un fenómeno que lleva el nombre de un clásico televisivo de la HBO: Sexo en Nueva York.
Los seguidores de la emblemática serie seguirán recordando que Carrie Bradsaw, personaje principal interpretado por Sarah Jessica Parker, tenía tres grandes amores: Mr. Big (Chris Noth), sus amigas ─ Charlotte York (Kristin Davis), Samantha Jones (Kim Cattrall), Miranda Hobbes (Cynthia Nixon)─ y la ciudad de Nueva York. Pero eso no es todo. Carrie, además, sentía debilidad por Manolo Blahnik.
A estas alturas, puede parecer un tanto frívolo continuar relacionando al artesano canario con un personaje ficticio que, para desgracia de muchos, dejó de invadir nuestros salones en 2004.
Lejos de estos tópicos un tanto banales, no podemos olvidar que Blahnik es, ante todo, un genio que ha encontrado el equilibrio entre la elegancia y la comodidad a la hora de producir su calzado, popularmente llamados «Manolos». Sin embargo, no solo se ha ganado el corazón de los amantes de las sandalias y los tacones. “Manolo es una persona muy reconocida por su enorme aportación a la moda”, nos cuenta Concha Capote, viuda de Luis Cobiella Cuevas, humanista, compositor y primer defensor del Pueblo de Canarias. “Le conozco desde que era pequeño. A pesar de que es conocido, no olvida sus inicios, a sus amigos o su Isla Bonita. Esto dice mucho de él como persona”, subraya.
Por otro lado, la directora de la Escuela de Arte Manolo Blahnik de La Palma, Laura Santana Navarro, afirma que tomaron su nombre en el año 2013 para evitar la confusión con el centro de Madrid: “A propósito de esta cuestión, barajamos varias posibilidades. Al final, nos decantamos por el suyo, pues su madre había sido nuestra alumna. A él le encantó la idea. Nos dijo que había sido ella quien le había inculcado el amor por la pintura”.
Dentro de un mundo que avanza a un ritmo frenético y que parece engullir la esencia de todo cuanto nos rodea, el dibujante se mantiene fiel a lo verdaderamente importante: el arte. Sus modelos son el mejor ejemplo de un trabajo bien hecho. Cada detalle parece estar milimétricamente pensado. Cada par goza de una personalidad propia. De esta forma, volvemos a comprender que, más allá del glamur o de una vanidad casi fingida, la moda sigue siendo el espacio idóneo para encontrarnos a nosotros mismos a través de la expresividad y, por qué no, a través de la sensualidad.
Aunque pensemos que la creatividad y el narcisismo desmesurado que inunda nuestros perfiles de Instagram son equivalentes, Blahnik nos ayuda a comprender que la personalidad no se refuerza con un selfi o con un tuit, sino con la búsqueda de la belleza. Sus bocetos son, sin exagerar, hermosos poemas que se ajustan a los pies y que han conquistado la eternidad.