Imagen tomada durante una de las noches de disturbios en Greenwich Village. Foto: PULL

‘Somewhere over the rainbow’

Opinión

21 años. Desde que tu padre te echó de casa vives con una mujer transexual que te acogió como a un hijo. Greenwich Village es ahora tu hogar. El feminismo, la lucha por los derechos de la población negra y los hippies habían sido los protagonistas de los últimos años. Nunca pensaste que tu familia fuera a reaccionar así. Tendrías que haberte fijado en el caso del hermano de tu padre, no solo lo despidieron del trabajo, sino que lo perdió todo en la vida porque lo descubrieron durmiendo con un hombre. De hecho, desde entonces no habías sabido nada sobre él.

Acaba de llegar el verano y todo invita a salir un rato a pasarlo bien. Stonewall Inn es el lugar de moda para los marginados como tú. Para ti es un paraíso: un lugar donde no tienes que esconderte, donde puedes ser tu mismo y bailar hasta que llegue un nuevo día. Habías escuchado que varios bares de la zona habían sufrido redadas e incluso habían tenido que cerrar. Tu te sentías medianamente seguro. Todos sabían que Stonewall estaba en manos de la mafia italiana y nunca habías presenciado ningún problema con la ley.

Ya es de noche y sales de la que es, ahora, tu casa. Estás emocionado, la semana pasada encontraste a la persona perfecta allí y no le has podido ver hasta hoy. El portero del bar se asoma a la mirilla. Llevas poco viniendo, pero esperas que te reconozca. Al entrar, como una rutina ya asumida, buscas el papel para firmar antes de pasar a la pista. El local es muy oscuro, pero en ningún sitio habías visto a tanta gente brillar. Te pides una copa y empiezas a bailar con tu grupo de amigos.

Un rato más tarde de la una, escuchas algunos gritos. Te recuerdan a los de tu padre. Es la policía, están haciendo una redada. La canción de Judy Garland pasa a un segundo plano. Tras colocarte en la fila como te indicaron, algunos policías comienzan a toquetear a una chica lesbiana. «¿Qué hacen?» Se ve que no eres el único que lo piensa. El ambiente va más allá de la tensión. Es ambiente de rebelión. Detienen a las travestis y transexuales con las que hace un rato estabas hablando. Tienes suerte, te liberan.

Al salir a la calle te das cuenta de que las personas que han logrado burlar el poder de la ley siguen allí. Expectantes. Como una madre esperando la próxima travesura de su hijo. El espíritu cambia en la calle Christopher y, entre burlas y espectáculo, se respira hartazgo y reivindicación. Aquella lesbiana que te invitó hace dos sábados sale esposada y entre gritos, peleando con los agentes. De repente, unas palabras incendian tu mente: «¿Por qué no hacen algo?». Ahora, el fuego está en las cabezas de todos tus compañeros.

Un, dos, tres. Vuelve.


Si has podido hacer un pequeño ejercicio de abstracción, acabas de vivir el principio de los disturbios de Stonewall. Acabas de vivir la realidad de muchas personas que fueron acosadas y perseguidas, especialmente a finales de aquellos revoltosos años 1960. «¿Por qué no hacen algo?». Lo hicieron. No solo durante estos días, en los que los miembros del colectivo LGTBIQ+ se revelaron por primera vez contra un sistema que les reprimía. Esta noche supuso el principio de la lucha moderna en pro de los derechos de esta parte marginada de la sociedad.

Han pasado 50 años y alrededor del mundo seguimos respondiendo a esa pregunta. No solo con palabras, sino con acciones. El Orgullo ha pasado a ser un acontecimiento especial en medio planeta, la lucha más colorida, una lucha por la libertad. El Orgullo seguirá siendo necesario en la medida en que existan personas que se pregunten «¿por qué no hacen algo?». El Orgullo no nace de la arrogancia, sino de la satisfacción por lo logrado y de la responsabilidad de seguir luchando.

Por último, y casi sin esperanza de que mis palabras tengan efecto, me gustaría dedicar el final de este texto a aquellos que, no sé si por ridiculizar o por perpetuar su superioridad, claman por los derechos heterosexuales. Como si en algún momento se los hubieran arrebatado. Señores privilegiados, no estarán discriminados hasta que tengan que gritar «¿por qué no hacen algo?». No necesitarán una bandera hasta que deban mirarlos por una mirilla para entrar a un bar. Y, por supuesto, no tendrán un Orgullo hasta que tengan que luchar por casarse, cambiar de sexo o, sencillamente, ser quienes quieran ser.

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