Alfred García en una imagen promocional. Foto: Periodismo ULL

Alfred García publica ‘1016’, un trabajo discográfico con altibajos

Música

Uno de los trabajos que me ha llamado la atención este recién terminado 2018 ha sido el álbum debut de uno de los finalistas más interesantes que ha tenido Operación Triunfo 2017, aunque como todo, tiene sus pegas. Si a mí ahora me meten en un estudio a grabar mis canciones, con todos los recursos posibles y libertad absoluta, pues claro que probablemente me intentaría parecer a Leiva. No culpo a Alfred García por ello, creo que ninguno deberíamos, el flaco ha marcado a toda mi generación y menos mal que nos siguen quedando referentes así.

1016 me parece un disco valiente, con garra y ganas de ser independiente. Que se le vean un poco más los hilos de los referentes al autor me parece un precio más que aceptable a pagar. Vivimos en la época del refrito artístico, de Los Vengadores hasta en la sopa, de los spin-off, de los remakes, en definitiva; del miedo a innovar y a pegarte el leñazo del siglo. Pero de entre todas esas covers que ya hemos oído en miles de sitios y en particular en el programa innombrable, que no es que sea santo de mi devoción precisamente. De entre toda esa maraña florece esta pieza mimada, verde en muchos aspectos (como es normal) pero mucho más pura de lo que me esperaba, eso seguro.

Voy a empezar con lo malo, acabo rápido, lo prometo. El álbum comete dos errores lo suficientemente importantes como para quitarle la mácula que espero que alcance Alfred en un futuro.

Guitarras que no suenan a nuevo


El primero de ellos es la repetición. Noto que hay unas cuantas canciones que parecen hechas todas en la misma tarde, como cortadas todas por un mismo patrón. Y estas enlazan con el segundo gran patinazo que en mi opinión sufre el disco. Padece de lo que yo mismo acabo de denominar leivitis. Como adelantaba antes, es obvio querer sonar un poco como Leiva, no me parece ningún delito; es más, prefiero que sea a él antes que a cualquier otro. Pero con 1016, Que nos sigan las luces, Madrid, Sevilla y Volver a empezar en mi opinión se le fue la mano con las especias del rock español de principios de siglo. No son malas canciones en sí mismas, en otro contexto hasta me gustarían, pero en este caso las aborrezco con fuerza. Me parece que oscurecen al resto del disco, las oigo con ganas de que acaben para pasar a las siguientes y eso me parece en parte un error y en parte una virtud de las restantes.

Un disco con nuevas texturas


Los temas que me quedan por nombrar, que no son pocos, los voy a subdividir en dos grupos, los innovadores extraños y los innovadores bonitos. Comencemos por los primeros.

De la tierra hasta Marte no me parece una mala canción dentro del concepto del álbum. ¿Me parece un mal single? Sí. Creo que cualquiera de las que me quedan por nombrar son bastante más representativas del espíritu de este trabajo, pero también entiendo que no hay que destapar los platos fuertes del menú cuando te traen el agua. Es la canción más ivanferreiro de todas y eso no es malo, es bueno tener referentes, es bueno que se noten, aunque eso conlleve riesgos.

Wonder es la otra canción extraña del disco sin duda. Está completamente fuera de la onda de las otras, toda esa distorsión, el tono de las voces, la percusión más moderna y amortiguada hace que parezca más un tema de Of Monster and Men, antes que de Alfred García. Me parece una de las perlas de este disco, quiero pensar que su concepción ha sido tan lejana al concepto como lo parece, porque su condición de islote aislado me cautiva bastante.

Vale, hasta aquí me parece un disco bastante estándar, con sus subidas y bajadas, un poquito fuera de lo común pero conformista. No obstante, como pianista practicante y enamorado que me considero, la otra mitad del disco ha conseguido lo que normalmente queda relegado a unos pocos autores o autoras, emocionarme.

Cuestión de confianza y fe en lo que haces


Londres es un manifiesto a la buena música, es pequeña en sus formas, pero gigante en su intención. Es la balada rockera del disco por antonomasia, es la banda sonora de la película que quiere representar el disco y me gusta que sea la primera gran canción en el orden de este. No tengo un gran análisis para la pieza, es sencilla, pero con gancho, meterme a pormenorizar con tecnicismos sería destriparla y no seré yo quien lo haga.

La ciudad me gusta menos de lo que me gustaría que me gustase, válgame la redundancia. Me da mucha envidia la capacidad que tiene ese piano para representar, él solo, la historia que cuenta esta pieza. Está completamente desnuda y te habla sin reparo ni pudor ninguno. Si te habla de lluvia las teclas se precipitarán sobre tu oído como si de gotas en un cristal se tratasen. Es el mayor despliegue técnico del disco en mi opinión, ya que es muy difícil ser tan visual sin parecer pedante y ostentoso o una canción infantil. Ojalá este tema se me hubiese ocurrido a mí.

Resulta irónico que Barcelona sea la canción más típica de Ed Sheeran del disco. Por suerte, eso se queda en los primeros compases, luego se sacude esa capa de referencia, saca falsetes y acordes potentes con vientos que hacen que parezca más un himno que una canción. Sin duda, tiene que tener una energía en directo digna de verse. El otro gran aval que tiene Barcelona para colarse en este subgrupo del trabajo es su duración. 1016 se toma unos tiempos a los que cada vez estamos menos acostumbrados, con calma, relamiéndose en tiempos que harían temblar a más de un DJ en Los 40. Pero en toda esa melaza temporal que maneja, la canción cierra por accidente, como cuando eras pequeño y tus padres te pillaban con las manos en la despensa. Creo que por eso me ha llamado tanto la atención.

Et vull veure suena a París de los años 20. A trío de jazz, a la luz de las velas, a vestido largo y a copa de cava. El piano vuelve a ser protagonista, pero esta vez es acompañado de un contrabajo y una batería tímidos, cautelosos para no romper la atmósfera que crea el dúo que hace un año ponía a un país patas arriba, para bien y para mal. No soy seguidor de Operación Triunfo; es más, soy un gran opositor del programa y de los valores que creo que transmite. No obstante, al igual que Amaia y Alfred son el pequeño remanso de sinceridad que hay en todo el circo de OT, esta pieza sacada de otra época es el descanso de guitarrazos que pide el disco. Una pausa para coger aire, eso es lo que es.

Cómo acabar saliendo por la puerta grande


Hemos llegado a la recta final, las cinco canciones que quedan son para mi lo mejor que hay en el álbum, por contraste, por personalidad y por emociones, que no le faltan.

Sin duda, una de mis grandes sorpresas ha sido No cuentes conmigo. El siempre azucarado y multicolor de Carlos Sadness ha sabido adaptarse a la perfección a la canción más musicalmente sexy del LP. No cuentes conmigo es un lamento gamberro, se pone una chupa de cuero y marcha hacia el horizonte sin mirar atrás, los gemidos de la eléctrica que suena de fondo y la caja machacona no hace más que aderezar la irreverencia del tema. Me gusta que una de las canciones más tristes y serias la intérprete, junto a uno de los artistas buenrolleros de la escena actual. Es una pieza irónica en muchas capas, otra canción valiente más que se apunta Alfred.

Y de repente llega el funk a 1016. Desde el primer segundo de Lo que puedo dar se planta en el escenario y muestra una cara muy original de su autor, alejándose de los tropos y clichés con los que ha tonteado el tracklist por ahora. Si hasta te cuela un solo de trompeta estridente y enérgico. Es una llamada de atención, es un prepárate porque esto acaba de empezar y me voy a comer el mundo, si se pone por delante. En definitiva, es una canción disfrazada de juventud y de rebeldía, es esperanzadora.

Por si te hace falta es mi canción favorita del disco. Me cuesta encontrar palabras para definir todo lo que me ha movido por dentro una canción dedicada. No le hacemos falta como oyentes, tiene un emisor y un receptor, nada más. Habla de lealtad, de amistad, de amor o que se yo. A mí me ha llegado como un bocado al pecho y eso es lo más importante cuando hablamos de música. Ojalá más gente valiente en esta industria, ojalá que esta sea la línea editorial de Alfred García. Que sí, que ser Leiva tiene que se alucinante, no te digo yo que no, pero para ser Leiva ya está Leiva. Si 1016 o Que Nos sigan las luces sufrían de una leivitis crónica e incurable, Por si te hace falta es la valentía para saltar al vacío, es sincera y como tal, la hago mía.

Aquí podría haber cerrado el álbum. Y hubiese estado bien, es un broche más que perfecto; pero claro, si viene Santi Balmes y se cuela en tu disco tiene que ser después de su gran canción. Yo al menos no lo concibo de otra forma. Pero si viene tiene que ser a su manera. Y menos mal. Let me go supura Love Of Lesbian por cada poro, en sus guitarras, bajo y batería digna de Daft Punk. En lo bien que se lo pasan cantando, interrumpiéndose y jugando como niños en el barro, en los más de siete minutazos que dura, marca de la casa. No hay mucho que añadir, si te gusta Balmes te gustará Let me go, sin duda una colaboración más que justificada.

Y llega el cierre, Himno del prat. Aquí se pueden oler un poquito de dejes de Queen, bien puestos eso sí. Encaja a la perfección con el tapiz que Alfred ha construido sobre 1016, es una hora de altibajos, una montaña rusa entre cosas muy conocidas y auténticas quimeras que ojalá cada vez se hagan más reales; porque, si en algo quiero creer es en que, dentro de unos años, miraremos atrás y este álbum nos parecerá un breve ensayo, después de todo el crecimiento y maduración musical que le espera Alfred García.

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